Por Constanza Paredes.
Dentro de los caminos del rock el Indie apareció con fuerza en la primera década de los 2000, Estados Unidos y particularmente Nueva York pareció ser la cuna de la autogestión y la independencia musical en búsqueda de nuevos sonidos, ritmos y la ruptura de la tradición musical que había comenzado el grunge. Fue así como en el 2006, en el año donde My Space y blogs musicales eran el mundo de los jóvenes que buscaban otras formas de contenido musical, aparecieron el vocalista y guitarrista Ezra Koenig, el multiinstrumentalista Rostam Batmanglij, el baterista Chris Tomson y el bajista Chris Baio, creando Vampire Weekend, grupo conformado por jóvenes universitarios que buscaban la mezcla y la novedad como motor, lo que evidentemente consiguieron logrando ser un éxito unos años después con su disco homónimo, provocando que su música invadiera principalmente las universidades por sus tópicos juveniles.
Antes de ellos, varias bandas habían ya pavimentado el camino por el que andaban, lo que les permitió acceder a lugares que aseguraban haber reconocido ya un tipo de audiencia que era característica de bandas de la misma línea que ellos. Sus comienzos se dieron en la misma universidad donde se conocieron, la Universidad de Columbia, lo que dio intimidad a sus primeros seguidores. Pero la voz empezó a correr, y fue así como en el año 2008 su primer disco debutó triunfante, sellando su camino hacia el éxito, de la mano con su single “A-punk”, una canción minimalista que conseguía éxitos por su onda pegajosa más que por otra cosa; definitivamente su catapulta para ser conocidos en lugares que es probable ni ellos esperaban.
Pasaron varios años para que aterrizaran en nuestro país. Lollapalooza 2014 fue el destino, ese año llegaron con el disco Modern vampires of the city, el disco previo al descanso de varios años de la banda y que los llevaría a ganar un Grammy. Ese año era prometedor, llegar a Chile con disco nuevo y exitoso también era algo muy esperado por sus seguidores pues era difícil pensarlos en otro escenario en ese momento, su disco había sido exitoso, como la mayoría de su carrera también, lo que hacía pensar que no se detendrían, pero así pasó.
Después de varios años de descanso y con la tradicional formación de la banda algo averiada- Rostam Batmanglij había dejado la banda y además sus funciones como productor de esta- volvieron a surgir de manera casi que silenciosa a comienzos del año 2019. Un nuevo disco debe rejuvenecer a las bandas, sus discos anteriores habían mostrado de lo que eran capaces, por lo que lo más lógico para volver a los escenarios era con un disco nuevo, que permitiera refrescar todos los cambios a los que se habían sometido como banda.
Fue así como apareció el disco Father of the bride, un disco que en realidad sorprendió de variadas maneras a su fanaticada y a la crítica. Muy distinto a lo que habían hecho en sus comienzos y cayendo en los clichés de la música de esta generación armaron algo que reconfortó a sus seguidores al no abandonar su base folclórica y minimalista con el sonido fuerte de la guitarra acústica y la batería, pero que definitivamente los alejaba de sus años anteriores. Es un disco que está en plena sintonía con los tiempos actuales, por lo que no es de extrañarse que sonaran como un plato fuerte para la versión 2020 del festival que los trajo por primera vez al país.
Es así como el próximo domingo 29 de marzo Lollapalooza Chile 2020, en su aniversario número diez, dejará el espacio para recibir a Vampire Weekend nuevamente y reconectar con su público que tanto esperó volver a verlos y con material nuevo y poder volver a sus clásicos, esperando que quizás hagan lo mismo que hicieron en Londres hace poco: tocar tres veces seguidas “A-punk” porque es demasiado breve para ser tocada una sola vez.