Ciencia ficción, multiverso, familia, prejuicios, burocracia, capitalismo, LGTBQ+, efectos especiales, existencialismo, artes marciales y todo al mismo tiempo. ¿Funciona? Sí, funciona, y vale la pena verla.
Mientras escribo esta crítica de la película Todo en todas partes al mismo tiempo, hay otro Pablo Pavez escribiendo la misma crítica, pero para la Rolling Stones, mientras que otro, un cineasta referente de los hermanos Cohen, escribe un guion solo para demostrar que el suyo es cien veces mejor. Así, también hay un Toro que está dando una conferencia sobre una película igual, pero con personajes bovinos. Infinitas posibilidades y realidades, todo pasando al mismo tiempo en dimensiones paralelas. Ese es el mundo que propone The Daniel’s, como se hacen llamar los directores y guionistas del film, Daniel Kwan y Daniel Scheinert, con Todo en todas partes al mismo tiempo, su segunda película luego de su opera prima, Swiss army man, una cinta que tuvo criticas opuestas, pero que bajo ese parámetro fue superada con creces por la que acá referimos.
La historia (¿o las historias?)
La trama transcurre por los pasadizos de una pareja china que emigra a EEUU y abre una lavandería, la que está a punto de quebrar al igual que la familia, que se conforma de la madre (Michelle Yeoh), protagonista y matriarca; el esposo inútil pero bondadoso (Ke Huy Quan); la hija lesbiana anulada por la madre; y el abuelo castrador de la matriarca. Un círculo viciosos familiar -como tantos- que repite sus dolores, generación tras generación.
Una película de ciencia ficción que trata sobre el poder de las decisiones y cómo estas le dan sentido a la vida. Una trama que queda en segundo plano por el recurso que usaron para desarrollarla: el multiverso. Un mecanismo estrujado hasta la última gota y que en este caso da grandes resultados, inmensos, tanto que a ratos parecen avasallantes.
Impresionan la edición y el montaje, un cúmulo de espacios llenos de rincones que nos llevan a diferentes realidades, excéntricos mundos que, unidos a una post producción plagada de efectos especiales, nos dejan una película que no sabemos si es muy buena o muy pretenciosa.
De igual forma logra entretener y cautivar, aunque el final bondadoso y definitivo de “las cosas verdaderamente importantes de la vida” es esperable -lo hemos visto un montón de veces en las películas de Hollywood- pero bastante logrado. Lo que no podemos negar, es que deja la sensación de que el título efectivamente retrata lo que es la película: un rococó desde el primer corte, con estantes llenos hasta el techo de elementos y detalles, espejos que nos adelantan otras dimensiones, personajes, efectos, colores, poderes, todo lo que uno se puede imaginar -o se pudieron imaginar los guionistas. Un gran popurrí de dos horas de duración. ¿Que si se logra? Definitivamente sí, y eso es lo más valorable de este título, porque tomar un tema tan amplio y llegar a algo contundente no es para nada fácil. Eso se lo debemos al guion, que entre tanto universo diferente no deja ningún cabo suelto, y a las destacadas actuaciones de Michelle Yeoh y Ke Huy Quan.
Un multiverso de referencias
Como es de esperar de este multiverso que es Todo en todas partes al mismo tiempo, podemos encontrar un cúmulo de referencias, grandes y pequeñas. Matrix, la más evidente e importante de destacar, porque no es solo una viñeta, sino que es parte la misma trama: una persona elegida, una filosofía que se transparenta, un equipo que trabaja detrás de “la escena”, agentes enemigos, el efecto de las bala y un gran etc.; El Proceso de Kafka, de manera sutil, pero también presente como una burocrática declaración de impuestos que te atrapa y te desangra sin salida ni final; y referencias nada sutiles, como Ratatouille en el universo de los cocineros, Kubric con la escena de los monos en Odisea en el espacio, Discovery Channel y su documental de piedras que se mueven solas, El señor de los anillos, Star Wars, Kill Bill, Titanic, La máscara, Pulp Fiction, X-Men y varias otras que de seguro se quedaron en el tintero. Una locura y mezcla gigante que gran parte del tiempo nos mantiene atentos y entretenidos.
No se puede dejar de destacar los mecanismos que se usaron para dar sentido y humor a la trama, como las descabelladas formas de activar los saltos entre dimensiones -comerse un Chapstik, por ejemplo. Pero aquí va el problema: No sabemos si es destacada porque es realmente buena, de culto, o porque está construida de tantos mainstreams (protagonistas asiáticos, multiverso, parejas homosexuales, capitalismo, efectos especiales impresionantes, clásicos del cine, etc.) que distingue más por abarcar mucho, que por ser una gran película. Su fórmula es invencible para el éxito de taquilla, pero también su debilidad, ya que cuando baja el humo de lo espectacular, la esencia del film no logra ser mejor que sus referencias.
¿Una gran película?
Cuando decimos que el film logra hacer gala de su nombre, es decir, representar el “Todo en todas parte al mismo tiempo” de manera fidedigna, es porque está realmente llena de aciertos: montaje, casting, vestuario, guion y, en fin, una producción completa. Pero, ¿qué hace a una película ser una gran película?
Una buena historia, una excelente técnica cinematográfica, escenas impactantes, personajes entrañables. Los caminos son infinitos, pero podemos estar seguros de algo: una gran película es la que trasciende en el tiempo, la se queda en quienes la ven.
Y quizás una manera de responder si Todo en todas partes al mismo tiempo -y cualquier obra de arte- cumple con esa característica fundamental es planteándose la siguiente pregunta: Después de verla, ¿nos deja tranquilos sin cuestionarnos nada? Si la respuesta es sí, entonces puede que tengamos un problema.