16 de mayo 2024.
Por Carlos Barahona.
Fotografías por Marcelo González.
Si bien, nuestro país es conocido como el lugar en el mundo donde la denominada música urbana domina las radios, eventos masivos y plataformas de streaming musical – no por nada Santiago es donde más se escucha reggaetón en el mundo -, no deja de ser llamativo el que nichos de música especializada sigan surgiendo y atrayendo a cada vez más personas. Serán trayectorias y narrativas individuales que se cruzan con factores de clases sociales, que se yo, pero lo que si es importante destacar es que la música experimental, en la que los desafíos sonoros y las tensiones instrumentales son llevadas al límite, convoca a espectáculos masivos y cada vez más bandas está visitando este pequeño rincón del mundo, casi el patio trasero de la occidentalidad.
En un año en el que estilos como metal progresivo, ambient rock y demases han estado en los diferentes escenarios de nuestra capital, anoche fue el turno de Squid, los chicos de la lejana Brighton, que están en boga con su propuesta ligada al post punk, pero que mezcla un sinfín de sonoridades. Tal como comentamos en nuestra reseña previa al concierto, Brighton es una pequeña localidad costera a las afueras de Londres, en la que se veranea y disfruta la población de bonitos parajes y un clima no tan gélido. Para los más futboleros, el equipo de futbol de esa ciudad busca dar pelea en la tan cotizada y observada Premier League. Pero para los más melómanos, es nicho de una gran actividad cultural, de la cual provienen los muchachos que ayer 16 de mayo nos deleitaron en el Club Chocolate con su propuesta.
Desde que abrieron las puertas del local, el ambiente se iba poniendo a tono a punta de brebajes alcohólicos, y con canciones de esta nueva legión británica que nos hace movernos como nunca. Temas de Idles, Shame, Fontaines D.C, Viagra Boys, por nombrar a algunos, amenizaban mientras nos encontrábamos con amistades, amores y caras conocidas que esperaban pacientemente ante el frío casi invernal que está atacando a Santiago. Y a las 9 en punto, partió lo esperando. Sin preámbulos ni excesos, Squid nos voló la cabeza. Literalmente. 12 canciones que mostraron los mejor de su repertorio y la amalgama perfecta de sus influencias.
La noche comenzó con «Swing (in a Dream)», una apertura potente que sumergió al público en la atmósfera onírica y frenética de Squid. Desde los primeros acordes, fue evidente que la banda estaba allí para entregar una experiencia inolvidable. Ollie Judge, el carismático líder, no solo es la voz principal, sino también el baterista, lo que aporta una dinámica única al grupo. Su habilidad para mantener ritmos complejos mientras canta con una intensidad visceral es simplemente impresionante. Mención aparte para destacar es el detalle de tocar todo el concierto que una polera de los fundacionales Godflesh, en un guiño a sus influencias, y que por cierto emocionó a más de algún asistente.
Continuaron con «If You Had Seen the Bull’s Swimming Attempts You Would Have Stayed Away», una pieza que destaca por su estructura inusual y su intensidad creciente. La banda mostró su habilidad para fusionar diferentes géneros y ritmos, manteniendo a todos en vilo. «Undergrowth» y «Leccy Jam» siguieron, cada una aportando capas adicionales de complejidad y texturas sonoras. Louis Borlase, con su destreza en la guitarra y su capacidad vocal, añadió capas de textura a cada canción. Su interacción con Judge en los coros y su habilidad para pasar de ritmos frenéticos a pasajes más melódicos.
Uno de los puntos culminantes de la noche fue «G.S.K.», con su ritmo hipnótico y sus letras enigmáticas. Aquí, Anton Pearson, compartiendo responsabilidades en la guitarra y las voces, complementó perfectamente a Borlase. Sus riffs hipnóticos y su precisión técnica brillaron como nunca. La energía en el club alcanzó su punto álgido con «The Cleaner», una de las canciones más conocidas de la banda, que llevó al público a un frenesí con su crescendo explosivo. Arthur Leadbetter añadió una dimensión extra al sonido del conjunto con su manejo de los teclados y los instrumentos de cuerda. Su habilidad para crear atmósferas envolventes y añadir complejidad armónica se destacó en cada track del setlist. «Narrator» fue otro momento destacado, con su narrativa oscura y la interacción dinámica entre los miembros de la banda. Esta canción es un viaje en sí misma, pasando de lo minimalista a lo caótico, y la interpretación en vivo fue nada menos que magistral.
La recta final del concierto incluyó «After the Flash» y «Paddling», que mantuvieron la energía alta y el interés del público intacto. Por cierto, no nos podemos olvidar de Laurie Nankivell, quien fue el ancla rítmica de la banda con su potente bajo, pero también sorprendió con su trompeta, aportando un toque distintivo a varias canciones. Para cerrar, eligieron dos temazos: «Pamphlets» y «The Blades», canciones que encapsulan la esencia de Squid: complejidad lírica, experimentación sonora y una entrega en vivo que deja una impresión duradera. Con reminiscencias a Syd Barrett, al Kid A y al Amnesiac de los cabeza de radio, sumado a la crudeza del punk rock de la isla, la melancolía de Ian Curtis y la genialidad narrativa de tantos otros artistas, la presentación de anoche de Ollie Judge y compañía dejó a cada asistente en la cúspide de la melomanía.
Setlist:
Swing (in a Dream)
If You Had Seen the Bull’s Swimming Attempts You Would Have Stayed Away
Undergrowth
Leccy Jam
G.S.K.
The Cleaner
Broadcaster
Narrator
After the Flash
Paddling
Pamphlets
The Blades
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