25 de enero 2025.

Por Francisca Neira.
Fotografías por Javier Martínez.

Anoche se presentó en Chile el espectáculo Correspondences de la cantante, escritora y artista Patti Smith en conjunto con la agrupación artística Soundwalk Collective, a cuya cabeza se encuentran el francés Stephan Crasneanscki y el italiano Simone Merli. Antes que cualquier otra cosa, y para que se entienda claramente esta reseña, es importante señalar que lo de ayer no fue un concierto musical, Smith no visitó estos lares como cantante, sino que fue una muestra artística, performática y literaria, que contempló el sonido como una de las herramientas fundamentales de la puesta de en escena y del contenido propiamente tal.

La experiencia completa, de hecho, tuvo variantes significativas respecto de un concierto común y corriente, partiendo por el orden en la entrada y la cancha del Teatro Coliseo repleta de sillas; además del público que, desde lejos, se notaba que se debatía entre fanáticos del rock, artistas e intelectuales. Incluso Alain Johannes y unos cuántos más se vieron en el hall de entrada del recinto del centro de Santiago. Para cuando la mayoría de los asistentes nos encontrábamos en nuestras ubicaciones, se apagaron las luces y Smith apareció sobre el escenario del brazo de Crasneanscki, en medio de una ovación cerrada que se extendió por un rato largo y que cuando cesó lo hizo exclusivamente para dar paso a un silencio sepulcral que sólo sería interrumpido por los sonidos de los altoparlantes.

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En un primer momento, un poema presentado como un homenaje a los niños de Chernobyl fue leído e interpretado por Smith sobre un fondo sonoro que, de manera realmente magistral, construyó el Soundwalk Collective sobre el mismo escenario a partir de grabaciones de la naturaleza o de situaciones cotidianas que entrelazaron con una percusión variada y que incluyó desde campanas y un gong hasta pequeños artefactos que replicaban sonidos animalescos (no onomatopéyicos). Por encima de todo aquello, la tensión de un violonchelo y un coro en loop, grabado in situ, provocaba expectación entre quienes vimos cómo este primer poema daba paso inmediato a un segundo y a un tercero, todos centrados en el eje de la sistemática destrucción del medio ambiente por parte del ser humano, como ocurre con los deshielos de reservas naturales de agua, la contaminación provocada por los derrames de petróleo y los múltiples desastres provocados por la intervención humana y que han tenido como víctima a la Tierra.

El silencio en el Coliseo era impresionante y la fuerza in crescendo de estas tres primeras interpretaciones crearon un ambiente apocalíptico que, a ratos, resultaba agobiante, pero del que no se podía escapar ni aun saliendo del recinto y, entonces, todo cobró un poco más de sentido ya que además de ser una exposición artística, Correspondences puede ser entendida como una protesta, una crítica acérrima a diferentes problemáticas contingentes que afectan a la humanidad actual y futura y, aunque en un comienzo no lo parecía, al finalizar esta primera parte del show la sensación colectiva era de angustia, pena quizá, impresión con seguridad.

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Ahí recién el público pudo tomar un respiro y entregar un aplauso, después de caer por un abismo que no dependía de entender el idioma en el que Smith recitaba, sino de conectar con la idea que se expresaba a través de tantos múltiples lenguajes, entre los que se encontraba todo un aparataje visual que, como telón de fondo, coloreaba intensamente las emociones que fluían desde el escenario. Azul, rojo y verde neón pintaron una y otra vez el espacio, superpuestos a imágenes que daban contexto a la lectura y que intensificaban el mensaje.

La segunda parte fue de corte sociocultural, una crítica a la institucionalidad de la iglesia y al rol de la religión. Medea y Saló de Pier Paolo Pasolini contribuyeron en imágenes e inspiración a esta segunda parte. Aunque sería un tanto aventurado calificar este vínculo como una reivindicación u homenaje, lo cierto es que Correspondences incluye en su propio diálogo la mirada del cineasta italiano y la convierte en una crítica a lo superfluo y banal. Además, en esa misma lógica, esta segunda ronda de poemas exigía una presencia absoluta por parte de los asistentes, atención, interés, completar el diálogo, pensar críticamente. Sin dudas, una presentación demandante y estimulante por igual.

No obstante, pese a todo lo que ya había ocurrido, tras casi 90 minutos, esto no terminaba todavía ya que, haciendo honor a la premisa que promueve el espectáculo acerca de que ninguna presentación es igual a la otra, Smith salió a saludar al público tras el último poema y aprovechó la coincidente presencia en Chile de Peter Buck, ex guitarrista y fundador de R.E.M., para interpretar juntos el clásico de la cantante “People Have the Power”, asunto nada antojadizo y que puso el broche de oro a una jornada en la que no sólo se exhibió una apreciación personal de ciertas problemáticas de la vida actual, sino que además se instó a las personas a tomar acción al respecto, a hacerse cargo del mundo que se habita y a dejarse afectar por lo que ocurre en él. Definitivamente lo que vimos anoche no fue un concierto musical, fue una obra de arte, también una protesta, pero por sobre todo un diálogo del que nos hicieron parte. Y se agradece.