Por Felipe Morales.
Siempre hay algo interesante y cautivante en la música islandesa. Además de los mundialmente conocidos Sigur Rós, Björk y Of Monsters & Men, existe una gran cantidad de bandas de excelente calidad proveniente de aquella pequeña isla. Algo tremendamente admirable si tenemos en cuenta lo alejado, frío y poco habitado que es el país (330.000 habitantes, menos que la comuna de Santiago). Desde aquellos remotos parajes nos visita por primera vez Sólstafir, en otra imperdible sesión de Santiago Fusión.
Hablar de Sólstafir es hablar de cambios, de una incesante búsqueda de identidad, de evolución. Mezclan una gran variedad de elementos que van desde metal, hermosos arreglos de cuerdas, psicodelia, hard rock y delicadas melodías, que evocan los distintos paisajes de su Islandia natal. Todo esto es impensado si retrocedemos a su álbum debut del 2002, Í Blóði og Anda, que era claramente un disco de Black Metal. Sus posteriores trabajos Masterpiece of Biterness (2005) y Köld (2009), poco a poco fueron mostrando una transformación, introduciendo nuevos elementos más melódicos y alejándose cada vez más de los riffs pesados, llegando así al lanzamiento de Ótta en el 2014, un álbum en el que exploran su lado más oscuro, con melodías melancólicas, pianos y cuerdas. Todo esto, sumado al enigmático idioma islandés y la atmósfera creada por sus canciones, hacen de este álbum una joya del post-rock.
El cuarteto liderado por Aðalbjörn Tryggvason se presentará este 14 de noviembre en el Teatro Nescafé de las Artes, donde mostrarán su último disco, Berdreyminn, lanzado en mayo del presente año. Personalmente, espero escuchar con ansias su nuevo trabajo, ya que cada disco de Sólstafir es una experiencia que sorprende, ya sea por su constante evolución, por esos toques de folk tan característicos de la música islandesa o por esas atmósferas inmersivas, que te llevan de lleno a un viaje musical donde puedes explorar los inhóspitos paisajes de esa pequeña, pero gran isla.