Por Juan Pablo Ibarra.
Qué se podría decir sobre la espera, si incluso cuando surge la aparición de la mayoría de sus nuevos fans, todo esto ya estaba muerto. Slowdive es una de las bandas insignes del movimiento musical tildado Shoegaze, en estricto rigor. Movimiento que posterior al año 1995 (aproximadamente) comienza a decrecer y a perder su esplendor mágico. Aunque hoy en día y desde hace algún tiempo atrás, tal género ha cobrado una vigencia extraordinaria. Podríamos decir de forma lógica, que todo lo que estas bandas hicieron silenciosamente y casi con el pleno rechazo de las grandes disqueras y de la fama, fue una de las semillas sonoras más profundas y originales que quedaron plantadas en el alma de los muchos y muchas que, con el paso de los años, han visto el resultado más coherente y justo que podía haber, es decir, la vigencia y la sistematización del género, también su aprecio multitudinario.
Desde ahí en adelante, el proyecto liderado por Rachell Goswell y Neil Halstead, solo circulaba en una inmersión lenta. Y esa misma es la que dio como resultado la reanudación de estos clásicos por antonomasia del Shoegaze, quienes en el 2016 o 2017 anunciaban esta nueva placa.
Si. Es cierto. Estamos en 2020, pero siguiendo su ejemplo, hay que ir muy lento concretando las cosas. Cada pasaje de estas 8 canciones, es una total y absoluta belleza. El sopor onírico logrado es de una precisión impresionante. Todo esto es una continuación preciosa de su legado de fines de los años ochenta y principios de los noventa, aunque no basado en la mera imitación de su arcaico pasado, sino más bien en la apertura a la búsqueda en nuevos sonidos y fórmulas plasmadas en estas canciones cargadas de una belleza insoportable.
El álbum abre con “Slomo”, un track muy atmosférico y muy intenso, con guitarras llenas de efectos, más las clásicas voces únicas y delicadas de Rachel en compañía de Neil. Ya al minuto, un mar infinito de emociones se desprende y todo vuelve a cobrar sentido, y así sigue in crescendo hasta el fin. Una canción como esta no es más que la prolongación de mundo de nuestros sueños. Mientras la escuchamos, el personaje desconocido que eres allá, vive por un instante acá. La música de Slowdive pareciera no ser de esta tierra.
Continua “Star Roving” y el álbum gira hacia ambientes más espaciales y levemente ruidosos en las cuerdas. Con esta canción tenemos a la banda de vuelta en gloria y majestad. Toda la espera ha acabado. Con esto basta para disfrutar por largos años. Todo se desarrolla casi en el mismo riff, salvo ciertos arreglos y voces y algunos cortes repentinos que le brindan más variación. Riffs como estos, reinauguran la oscura permanencia –de escueta fama– del Shoegaze, como uno de los géneros más originales dentro de la historia del rock.
De golpe entra “Don’t Know Why”, y esta vez las atmósferas oníricas se hacen más rápidas, alegres y dichosas. Nos sorprende la originalidad en esta composición. Jamás nos habíamos topado con algo similar. La sincronía de estos músicos está totalmente intacta, independiente del paso de los años. Solo nos queda dar las gracias.
Comienza “Sugar for the Pill” y estamos atravesando una de las cúspides del álbum y de la banda en sí. Apreciar algo como esto nos enseña a admirar todo de una forma diferente, y esa diferencia no es más que un todo particular impregnado con el espíritu que la agrupación inglesa nos otorga. Toda tu vida se sintetiza con este cuarto track. Todo lo que has amado, soñado, logrado y perdido se sublima y transparenta con esta bellísima y única trama sonora.
“Everyone Knows” sigue desprendiendo la esencia de este álbum, delicada y torrencialmente. En los minutos que van, tenemos la impresión de no oír emociones rotas ni nada por el estilo. Solo sentimos una estable armonía claroscura que recorre estas canciones. Con todo lo ya escuchado, estamos totalmente hipnotizados con el retorno de la banda, y este quinto track se encarga de sellar aquello.
La sexta pieza “No Longer Making Time” trae a colación otro movimiento del péndulo de estas melodías. Lenta y apacible deviene, y los autores de esos ya atemporales clásicos como “Catht The Breeze” o “When The Sun Hits” no nos han hecho ni un solo segundo despegar la atención con estos nuevos sonidos. Una canción como esta nos brinda el anuncio de un final (abierto, por cierto). El track en cuestión, cierra tal como abre, todo ejecutado con suavidad. La nostalgia se apodera de nosotros.
“Go Get It” es una especie de interludio extenso. De extrañas atmósferas, casi como una niebla de murallas de sonidos, pueblan este corte que, a pesar de su carácter apaciguado, tiene estrofas donde todo revienta con suma precisión. Ya está por finalizar el disco, y en la espera de esos 22 años, pareciera que algo le haya dado una forma platónica.
Slowdive (2017), acaba con “Falling Ashes” y es el mejor cierre que puede haber. Un trágico piano recorre estos ocho minutos eternos. Aparecen unas guitarras que ayudan a complementar la idea principal. Pero Rachel y Neil con su canto nos siguen llevando al más allá. Todo está acabando, y este mar de belleza oscura nos desborda y en la medida en que respiramos y abrimos y cerramos los ojos, el mundo pareciera detenerse y solo existir el latido puro de nuestros corazones a solas un rato con lo más íntimo y particular de nuestras existencias.
Sería un exceso decir que el quinteto formado por Rachel Goswell, Neil Halstead, Christian Savill, Nick Chaplin y Simon Scott, ha superado su pasado. Más bien podríamos decir que solo continúan con ese legado y añaden un crucial nuevo capítulo en su historia.
Slowdive (2017) erradica ese sueño que estuvo muerto por tantos años y logra llevarnos por los bordes más preciosos y hasta casi irreales del Shoegaze de la banda y, de paso, influir directamente a todos quienes siguen esta corriente, en la que, además, gracias a canciones como estas, nuestros sueños visitan la tierra por un instante, pero vivos.