Sigur Rós en Chile: Cuando menos, es más
Movistar Arena, 24 de noviembre 2017.
Por Jaime Farfán.
Fotografías por Carlos Muller (Lotus Producciones)
Reducidos al mínimo. En pocas palabras, los miembros de la banda Sigur Rós (Jónsi Birgisson, Georg Hólm y Orri Páll Dýrason), explicaban la esencia de las presentaciones del tour 2017 que finalmente los trajo a nuestro país. Esto no es decir nada. Los islandeses, uno de los nombres más importantes del post-rock y representantes insignes de su tierra, han formado una carrera con música amplia y grandilocuente, con shows acompañados de cuartetos de cuerdas y bronces. Ayer, sobre el escenario del Movistar Arena, solo estaban los tres. No resultó necesaria otra cosa.
Ante un recinto repleto, cercano a los 11.000 asistentes, durante casi dos horas Sigur Rós exhibió un show delicadamente construido, en donde recorrieron por momentos clásicos de su carrera y los salpicaron con un par de temas nuevos. Todo esto acompañado por increíbles y cautivantes visuales, en una presentación simplemente alucinante, envolvente y con profundidad.
Después de un breve retraso, sin mayor introducción, los islandeses abrieron la noche con “Á”, tema nuevo que formará parte del siguiente disco aún por grabarse. Es un comienzo suave, delicado, donde el principal protagonista es la voz de Jónsi, que se continuó en otro de los cortes más calmados de la banda, “Ekki múkk”. Es que Sigur Rós se toma su tiempo para construir la atmósfera, sumergiendo paulatinamente a los asistentes en un profundo silencio, hipnotizados por la etérea voz del vocalista.
No es hasta “Glósóli”, del álbum Takk del 2005, que el post-rock cultivado por el trío comienza a mostrar sus garras, en un crescendo marcado por la potente guitarra de Birgisson, distorsionada con el arco de cuerda, para finalmente explotar en un muro de sonido. La potencia lograda por los tres músicos en conjunto es impresionante, y se resalta por la espectacularidad de las luces y proyecciones que los acompañan.
Los islandeses construyeron el setlist, que no ha experimentado mayores cambios dentro del tour, tomando en cuenta el aspecto más melancólico y oscuro de la banda. Canción tras canción, transcurren con habilidad conectadas por un hilo emocional ininterrumpido, y esto es especialmente notorio en el continuo de “E-bow” y “Dauðalagið”, temas en donde el bajo de Hólm y la batería de Orri no ahorraron en agresividad. El casi apocalíptico canto de Jónsi aún resuena en el teatro cuando el baterista se hace cargo del piano con las primeras notas de “Fljótavík”. La partida de Kjartan Sveinsson durante el 2013, pianista emblemático del conjunto, ha sido suplida entre él y George.
A continuación, Sigur Rós continúa con otros dos temas nuevos, “Niður” y “Óveður”. En esta nueva etapa encontramos a los islandeses más contenidos y cercanos a la experimentación con la electrónica. “Óveður”, que fue lanzada como single el año pasado, muestra sus mejores colores en vivo, donde los sintetizados golpes de percusión de Páll Dýrason cortan el aire con ferocidad.
La noche continuó con una seguidilla de clásicos, encabezada por “Sæglópur”, uno de los puntos más altos de la jornada. Recién en este momento la banda da sus primeras muestras de comunicación con el público, donde un tímido “takk fyrir” (muchas gracias) sale de la boca de Jónsi. A medida que recorren las emblemáticas “NýBatterí”, “Vaka” y “Festival”, los músicos se sueltan y juegan con la audiencia, la gente visiblemente emocionada grita y aplaude a rabiar mientras el último tema trepa hasta su conclusión victoriosa.
Para finalizar, Sigur Rós guarda el potente single que da nombre a su último trabajo, “Kveikur”. En una versión menos adornada, pero más directa, es una de las últimas explosiones volcánicas de la noche. Antes del encore tocan la emocional y autocontenida “Varða”, donde el bajista George Hólm pasa al mando del piano. En unas notas finales sostenidas en tensión, deja a todo el público expectante por la continuación. La gente se aprecia encantada, gritan y aplauden pidiendo el retorno de la banda, mientras poco a poco encienden las linternas de sus celulares, levantadas en el aire.
¿Y que continúa? “Popplagið”. El épico tema que finaliza el disco ( ) del 2002, final obligado de todos sus conciertos es, sin duda, uno de los momentos ansiados de la jornada. Se podría pensar que, tras años de tocarla, se hubiera afectado por los efectos de la rutina, sin embargo, fue presentada en una de sus versiones más musculosas, en la cual Sigur Rós casi hizo explotar el escenario, coronado por visuales rotas, glitcheadas, frenéticas, en la catarsis de una noche espectacular. En la cima de la ola, Jónsi bota el micrófono sin lograr recogerlo. Cuando llega el turno de cantar simplemente lo patea.
En una noche sacada de un sueño, los islandeses demostraron por primera vez en Chile la fuerza, inspiración y talento que los elevaron a uno de los nombres influyentes del rock experimental, en una faceta agresiva, diseñada cuidadosamente buscando impactar, probada y aclamada a lo largo del mundo. Ya no son los mismos jóvenes inocentes del buen comienzo de sus primeros discos, o aquellos que en entrevistas se extrañaban del fanatismo que desencadenaban en sus seguidores. Sobre el escenario, especialmente ahora, los años de experiencia salen a relucir. Tenemos a músicos que saben lo que hacen, y con qué recursos cuentan para sorprender, y los ocupan con habilidad. La supuesta reducción al mínimo, con solo el núcleo tocando, no mermó ni un ápice el mito de sus presentaciones en vivo, apoyados por discretas grabaciones que se mezclaban sutilmente con los instrumentos. El apoyo visual y de iluminación fue del primer nivel, de una espectacularidad impactante resaltando la potencia de la música. El idioma no fue barrera para que en tres ocasiones Sigur Rós tuviera que volver a dar las gracias, ante un público emocionado que no los quería dejar partir. La espera había sido larga, pero la recompensa mucho más que provechosa.
Setlist:
Á
Ekki Múkk
Glósóli
E-Bow
Dauðalagið
Fljótavík
Niður
Óveður
Sæglópur
Ný Batterí
Vaka
Festival
Kveikur
Varða
Encore:
Popplagið