Por Francisca Neira.

Si decimos Patti Smith, muy probablemente lo primero en lo que piensa quien escucha es “La madrina del punk”, nombre con el que por décadas se ha conocido a la efectivamente ícono de dicho movimiento contestatario. Sin embargo, ella es mucho más que una cantante de canciones rápidas y cortas nacidas al alero del “hazlo tú mismo” o de una rabia antisistema desbordada que busca a presión por dónde escapar. Lo suyo es algo mucho más multifacético y, si se quiere, mucho más intelectual. El próximo sábado Smith presentará en Chile la performance Correspondences, junto al Soundwalk Collective, pero para llegar a entender la propuesta, será necesario escudriñar un poco en quién el personaje frente al micrófono.

Patti Smith es una artista, con todas las letras y significados que esa palabra puede contener. Es cantante, sí. Música quizá sería un mejor concepto, y desde ahí no sólo ha cautivado audiencias durante décadas, sino que también supo cómo romper los esquemas del, a veces vilipendiado, formato canción. Eso por que Horses (1975), su primer disco, vino cargado del fluir discursivo de una voz inteligente y sensible que, antes que cantar, se podría decir que recitaba melódicamente sobre ritmos diversos, como en “Birdland”, donde la intimidad se contrapone al reggae casi feliz de “Redondo Beach”, aunque la letra de esta última acaso sea una de las más oscuras de la época. Más tarde vinieron más de diez discos, en los que se encuentran himnos como “Because the night” o “People Have the Power”, dos de las canciones que quizá más rotación han tenido en radio y hoy, ciertamente, descargas en plataformas digitales.

Por otra parte, Smith es una escritora, una artesana de las palabras que incluso en su anterior visita a Chile, en noviembre de 2019, fue invitada a la Cátedra Abierta en Homenaje a Bolaño, en la Universidad Diego Portales. De hecho, es ahí, en la literatura, donde encontró su principal fuente de inspiración en su juventud, tanto en la figura de Rimbaud como en la de la Generación Beat. Saber esto es fundamental si se espera tener una idea más o menos clara de quién estamos hablando. El bagaje literario de Smith es el que formó en gran parte su conciencia, su impronta y su visión de mundo. Esto es lo que la acercaba tanto a los punks: la mirada disidente, hastiada de una sociedad sin mayor sentido, la necesidad de gritar algo diferente, original, rupturista, pero por sobre todo, verdadero. La poesía no solo la inspiró, sino que también se transformó en uno de los ejes de su quehacer artístico, llegando a tener entre 1972 y 2019 casi el doble de libros impresos que de discos publicados, siendo uno de los más reconocidos internacionalmente Éramos unos niños (2010), en el que relata gran parte de su vida en Nueva York (donde llegó a los 21 años) y su relación con fotógrafo Robert Mapplethorpe.

Y ahí es, precisamente, donde se encuentra la tercera parte de la triada que convierte a Smith en una artista de tomo y lomo: su vínculo cercano con otras disciplinas pertenecientes a las artes visuales, escénicas y performáticas y la constante disposición a experimentar con formatos y contenidos que, cada vez más, movieran los límites de lo considerado esperable e, incluso, correcto.

En ese contexto de experimentación y búsqueda de nuevas subjetividades es que aparece por primera vez, a mediados de la década de los 90, Correspondences. En esa ocasión el vínculo se daba entre Smith y el artista francés Jacques Henri Lartigue, con quien combinó en un libro de igual nombre poesía, prosa y fotografía a través de un proceso en el que ella escribía lo que sentía a partir de las imágenes que él le presentaba. No obstante, la idea del diálogo interdisciplinario y creativo que subyace a esta primera correspondencia entre dos artistas, logró persistir en el imaginario de la Madrina que buscó replicarlo en varias ocasiones, pero ahora con el Soundwalk Collective, un colectivo sonoro fundado por Stephan Crasneanscki y que se dedica invariablemente a experimentar con el sonido (no necesariamente la música), la literatura y el arte visual.

Este sábado, 25 de enero, es al Soundwalk Collective, junto a Patti Smith, a quienes podremos ver en el Teatro Coliseo en algo que, antes que un concierto, bien convendría llamar performance y que, bajo el mismo nombre Correspondences, viene a presentar el trabajo de más de diez años de exploración sonora y poética que ha tenido a sus autores en algunas exposiciones, pero también en el eje de actividades académicas en las que se estudia con gran interés la manera en la que desarrollan su proceso creativo y, especialmente, el tratamiento de las temáticas que los convocan.

Cabe destacar que, pese a la extensa preparación del espectáculo que los trae Chile, lo que veremos el sábado será algo único porque, en palabras de la propia Smith, deja espacio a la improvisación y al devenir creativo de los artistas que subirán al escenario donde se espera que, a partir de sonidos provenientes de la naturaleza que han movilizado la poética de la cantante y escritora, además de complementos visuales, se construya una narrativa que profundice en temas como la memoria, la emocionalidad, la existencia espiritual y la relación del humano con el medio ambiente; todos temas que se han visto en jaque a nivel mundial durante los últimos días y acerca de los que se vuelve urgente una reflexión profunda, sensible y ajena a lugares comunes. La invitación está hecha.

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