Por Juan Pablo Ibarra.
Siempre lo que hace Opeth es sorpresivo. Y es ese factor una máxima que nos presentan y nos tiene acostumbrados en cada uno de sus trabajos.
Con una vasta trayectoria de décadas, muchos álbumes (desde 1994 hasta la fecha) destacándose como clásicos la mayoría de ellos, giras mundiales, varias etapas musicales y creativas y diversos éxitos, a estas alturas, hacen que la banda destaque por si misma con maestría, sin hacer de ello un mero eslogan o cualquier otro tipo de cosas. Pero, lo que aquí es de relevancia crucial (y como lo ha sido siempre) es la música: la inimaginable amplitud creativa de los suecos.
El segundo punto que tenemos el deber ineludible de comentar y poner en primer plano, es lo que sus fans y la crítica han denominado “la etapa progresiva de la banda”, lo que les ha traído miles de disputas y críticas. ¿Por qué debemos padecer esta incomodidad por apreciar a la banda saliendo de la circunferencia musical a la que nos tenía acostumbrados, sacrificando eso, a costa de pasar hacia un nivel que nada ni nadie puede decir que es conmovedoramente admirable y novedoso?
Si bien es cierto, la retorcida renovación multiforme de la banda no aplica en específico en el caso especial de In Cauda Venenum, ya que incluyendo esta, son cuatro las producciones que cabrían en esta etapa: Heritage (2011), Pale Communion (2014), Sorceress (2016) y el álbum en cuestión. Creemos, retomando la idea anterior, que la mencionada denominación de esta reseña y critica sigue cada vez radicalizándose con más fuerza y realidad.
Nos es difícil responder a la pregunta sobre el lugar que ocupa este trabajo de la banda. Pero ¿Por qué debemos preguntarnos eso? La razón principal es porque algo que ha circulado bastante, es que algunos dicen que este álbum es “el mejor de la etapa progresiva de Opeth”, “es el más destacable de sus últimos años” y “es mejor que los otros”. Contradecimos aquello proponiendo otro punto de vista, ya que esto no es más que el logro consecutivo de solidas nuevas producciones musicales. Démosle el calificativo que queramos, y más aún esa noción debiera estarnos más presente que nunca, si es que le ponemos atención a los anuncios de la muerte del rock. Por suerte tenemos agrupaciones como Opeth, que aúnan a todas las generaciones amantes de este género.
Inesperadas y llenas de subversión devienen las 10 canciones de In Cauda Venenum, a lo largo de una hora de música completamente nueva. El atrevimiento y la actitud de Mikael Akerfeldt y compañía son tremendos al hacer álbumes donde casi no existe la canción escuchable rápidamente, alejadas del single radio editado, todas son de difícil ingesta. Sin embargo, su trabajo es apreciado mundialmente.
Es difícil también plantear la cuestión de si estos trabajos son un esfuerzo por recobrar el legado del rock progresivo/psicodélico de los setentas o no. Acá postulamos lo siguiente: si bien es cierto que la banda en este actual estadio de su continua mutación tiene situado de fondo todo ese mar musical, ellos innovan en el género en la actualidad añadiéndole a este su propia carrera, y además lo destrozan y lo reconstruyen sin ninguna dificultad.
En In Cauda Venenum el despliegue de producción y el despliegue musical, es francamente del más alto nivel, y a pesar de que tengamos nuestras entendibles preferencias, los maestros suecos se acreditan este merecido seudónimo con cada trabajo que sacan a la arena pública.
Desde “Garden Of Earthly Delights” hasta “All Thins Will Past” este nuevo álbum lanzado en dos idiomas (inglés y sueco), en la medida en que lo vamos desglosando, atenúa en cada uno de sus fragmentos las máximas capacidades de estos músicos. Con tres tracks perfectamente compactados después de la intro que compone “Dignity”, “Heart In Hand” y “Next Of Skin”, nos llevan en primera instancia directamente al lado más retorcido y magnánimo del álbum, maravillándonos en cada segundo con todo lo que va apareciendo, mostrándonos también que la etapa presente de la banda es otra en relación a sus trabajos anteriores, a pesar de que prosigan abiertamente con los lineamientos progresivos. Melodramáticas y bastante heavy’s, todo el poder del nuevo Opeth se desencadena en estas canciones, presentando aquí gran parte del germen completo de este trabajo.
El primer quiebre lo trae “Lovelorn Crime”, una de las baladas más sublimes en la historia de la banda, la que sube de inmediato al olimpo de esta categoría entre baladas tales como “Burden” o “In My Time Of Need”. Tema que tiene mucho neoclásico, mucha épica, mucha intensidad, en donde la minuciosa participación de los pianos es uno de sus más hermosos detalles.
Sin darnos espacio para procesar nada, comienza la inquietante “Charlatan”, quizás de las más progresivas del álbum. Es difícil seguirle la pista a la canción, ya que los repentinos quiebres de su estructura “alteran nuestra normal escucha”, en este track es donde la prodigiosa ejecución de los músicos, con sus respectivos instrumentos, sobresale por sobre todas las cosas.
“Universal Truth” baja un poco el nivel de las desatadas pasiones y, siendo solo un poco más rápidamente disfrutable, nos muestra otra cara del álbum, aunque eso no quiere decir que la inyección progresiva desaparezca, ya que en la mitad más menos, luego de varias vueltas donde los músicos se lucen, una guitarra acústica quiebra todo y poco a poco comanda por lugares insospechados el retorno de los otros instrumentos, de ahí en adelante todo continua como tal.
“The Garroter” pone las cosas más difíciles aún. Con una intro que no hace presagiar para nada lo que viene, tenemos a un Opeth ejecutando algo que podría ser casi como jazz metal progresivo o inclusive el toque del blues también se hace presente. Casi ni nos damos cuenta de la ausencia de las guitarras. Las que de tanto en tanto aparecen sutilmente. “Continuum” se enlaza con la predisposición de las ideas de la canción anterior, rompiendo cualquier predicción que podamos haber trazado. El final de la canción nos lleva a una de las dimensiones más calmadas, melódicas y aéreas en el álbum.
“All Thing Will Pass” cierra la travesía última de los maestros suecos, comenzando algo tenebrosa e inquietante, hasta abrir en unos riff’s hipnotizantes. Desde ahí en adelante intercalándose entre ambientes pesados y leves marcados por las guitarras, hasta culminar en el visionario desenlace del final, siendo este el broche perfecto para la extensa y complicada travesía de In Cauda Veneum.
Muchas son las perspectivas que podemos esperar a futuro para un trabajo de Opeth. Esto es ya un ejemplo de sobra para tener en cuenta, pero más allá de las expectativas que nos podamos hacer, debemos entregar la atención debida a estas demoledoras obras creadas con el alma entera de estos malditos genios suecos. Ya que siempre crearan discos magníficos y de seguro que no lo olvidaremos jamás.