Los padres terribles en Santiago Off: “Todo el chiquero está en orden”
Matucana 100, Sala Patricio Bunster. 22 de enero de 2017.
Por Jorge Fernández.
Fotografías por Rocío Briones.
Muchas veces las relaciones humanas están contaminadas de cinismo, descontrol, mentiras, miedos y traiciones. Cuando estos antivalores se dan dentro de un núcleo familiar establecido, se provoca el caos y la destrucción de los sentimientos más puros.
Esto es precisamente lo que sucede en Los padres terribles, obra que se presenta por estos días en el marco del festival de teatro Santiago Off, y cuyo texto original pertenece al francés Jean Cocteau, uno de los escritores europeos más prolíficos del pasado siglo XX.
La obra parte por la premisa esencial de una madre sobreprotectora (Ivonne), que no permite la emancipación social y amorosa de su hijo de 22 años (Michel), relación que por momentos se vuelve oscura y un tanto incestuosa. Junto a ellos está el padre (Jorge), subyugado a los tormentosos cambios de ánimo de su mujer e inserto en un mundo que le resulta ajeno, por lo que es incapaz de tomar decisiones por su cuenta. El cuarto personaje es Leonor, hermana de Ivonne, quien subsidia a la familia y guarda un amor eterno por su cuñado. Los problemas se desarrollan cuando Michel pretende presentar a sus padres a la que cree, es el amor de su vida (Madeleine), no sabiendo que aquella mujer, cuatro años mayor que él, tiene una relación amorosa con su padre.
La puesta en escena es un lujo dentro de la sencillez. Los dos cuadros constituyentes se muestran por medio de una escenografía que se amolda con facilidad y pulcritud. Estos dos espacios se generan a través del juego dicotómico entre el orden y el desorden. Leonor es la encargada de limpiar la suciedad, que genera a diario la familia con la que convive, suciedad que también está presente en el interior de los personajes y que en reiterados momentos emana de ellos a través de la rabia, la culpa, el hastío y el vómito.
Cabe destacar, a su vez, dentro de la historia en sí, que el nudo de la trama se sostiene a través del juego explícito de ver la vida como una obra de teatro. En varias circunstancias, los personajes hablan de escenas, actos y hechos dramáticos, con lo que logran un metalenguaje lúdico y pertinente.
Junto con mencionar la sólida representación de la historia de Cocteau con acertadas pinceladas criollas, donde se incorporaron adecuaciones explícitas de nuestra jerga nacional, se hace necesario resaltar a los actores que encarnaron a los complejos personajes, pues todos ellos, desde sus diferentes focos, supieron interiorizarnos con la historia y mantener la atención durante los 95 minutos que dura la obra.
Los jóvenes Daniela Castillo (Madeleine) y Armin Felmer (Michel) se desenvuelven con sobriedad y no permiten que sus personajes puedan parecer caricaturas petulantes. Antonia Zegers (Ivonne) y Víctor Montero (Jorge) tienen actuaciones descollantes, donde remarcan las anomalías y taras que cada uno posee como jefes de una familia resquebrajada. Taira Court (Leonor), por su parte, es quien lleva las riendas de la acción dramática. Su personaje, eternamente agónico y sufrido, es fundamental, ya que no sólo proporciona el sustento económico del hogar, sino que también manipula las acciones de todo el resto. Es un ser complejo que es representado de muy buena manera por la actriz.
Los padres terribles es una obra que hay que ver, pues nos entrega dinamismo y actuaciones sólidas, dentro de una historia donde el drama es el motor esencial, y donde todo lo que en un momento parece caótico y desenfrenado, toma forma cuando la historia marca el final de una función que parece no estar ni cerca de bajar el telón.
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