12 de abril 2025.
Por Sophia Oyarce
Fotografía por Mario Mutis.
Los Jaivas abrieron las puertas de su casa para el público de Chillán. Sobre el escenario del Teatro Municipal recrearon su propio living de su casa en Viña del Mar, lugar donde la música siempre ha estado ligada a lo cotidiano, a lo familiar. En formato acústico y con invitados especiales, la banda transformó la noche en una experiencia íntima, cargada de recuerdos, afecto y conexión.
El concierto comenzó casi como un ritual. Los músicos entraron desde el público, caminando entre las butacas con bombos y platillos, marcando el inicio de un encuentro distinto, donde el foco no estuvo en los hits más conocidos, sino en ese lado B de su discografía que pocas veces ha tenido el protagonismo que merece.
La ausencia de Juanita Parra se hizo notar. No estuvo detrás de la batería, pero Mario Mutis fue claro desde el comienzo: “Juanita está enferma, no pudo venir”. Sin dramatismo, pero con la sinceridad que caracteriza a la banda. Aun así, nada se detuvo. Buscaron un reemplazo y siguieron. Como siempre. Porque la música para Los Jaivas no se suspende, se adapta.
La gran sorpresa de la noche fue el repertorio. Canciones que nunca antes habían sido interpretadas en vivo como “Indio Hermano” y “Ayer Caché” cobraron vida por primera vez, con arreglos cuidados y una emocionalidad que solo se logra cuando se vuelve al origen. “Nosotros hicimos una canción muy buena”, dijo Mutis en un momento, refiriéndose a “Ayer Caché”, “pero necesitábamos la otra cara del disco. Así nació Todos Juntos y se olvidaron de la otra”. Esta gira acústica, entonces, parece ser un acto de justicia con aquellas composiciones menos mediáticas, pero igual de poderosas.
Uno de los momentos más emotivos de la noche fue el homenaje a Violeta Parra, figura esencial de la cultura chilena y símbolo de la tierra que los recibía. En Chillán, su ciudad natal, Los nacionales interpretaron “Run Run se fue pa’l norte” con un respeto profundo y una sensibilidad que caló hondo en el público. No hicieron discursos, no necesitaron palabras grandilocuentes: bastó con dejar que la canción hablara por sí sola, como un puente entre generaciones, entre la raíz y el presente.
El living sobre el escenario no fue solo decoración. Cada detalle aportaba a una atmósfera íntima, casi doméstica, donde el público fue invitado no solo a escuchar, sino a entrar en la historia personal de la banda. Este formato no es nuevo: había sido presentado por primera vez en Frutillar, en 2014. Pero ahora, más de una década después, volvió a cobrar sentido. Tal vez porque la intimidad, hoy más que nunca, es un lujo. O porque volver a las raíces también es una forma de resistir.
Lo vivido en Chillán fue más que un concierto. Fue una ceremonia. Una celebración de lo simple, lo profundo y lo verdadero. Una demostración de que la música de Los Jaivas, incluso en su forma más desnuda, sigue siendo un lugar donde encontrarse.
Y como era de esperarse, cerraron con “Todos Juntos”, himno generacional que, esta vez, fue interpretado con el Coro de Chillán y varios de los asistentes que subieron espontáneamente al escenario. Fue un momento colectivo, catártico, donde la distancia entre músicos y público desapareció por completo. Todos cantando, todos compartiendo ese instante que —como tantos otros en la historia de la banda— quedará guardado en la memoria de quienes estuvieron ahí.