Por Amaranta Cartes.

Recuerdo con claridad dos momentos musicales fundamentales en mi vida. El primero, el caset del MTV Unplugged de Los Tres sonando en la casa de mi abuela para el 18. Las cuecas de Roberto Parra, rompiendo todos los esquemas de lo que nos enseñaban en el colegio, marcaron mi amor por la cueca brava desde los 8 años en adelante. Y para qué decir lo que soñaba luego, de adolescente, que algún día Los Tres volvieran a tocar. Por esa misma época llegó el segundo momento fundante de mi identidad musical: el anuncio de la reunión de Los Prisioneros y su concierto doble en el Estadio Nacional. Tenía 12 años y me senté en la galería con mis papás, a la derecha del escenario, recuerdo. Todavía me cuesta manejar la emoción de ese momento. Y en medio de todo esto, mi propio gusto musical tomaba forma con una nueva banda penquista que, en ese tiempo, parecía sacada de los años 60. Los Bunkers fueron mis favoritos desde Canción de Lejos y nunca más se separaron de mis oídos. Los seguí sin parar por sus primeros escenarios, como la Sala SCD y festivales escolares. Los vi crecer en masividad y calidad. Estuve en el mítico concierto del Teatro Teletón, las cumbres del Rock Chileno, Teatro Caupolicán, etc. Podría decir que tres décadas de música y una sagrada tríada de bandas consolidaron mi amor, de ahí en adelante, por el rock nacional.

Al igual que las dos bandas antes mencionadas, en 2014 llegó el cansancio y el hastío que llevó a Los Bunkers a la separación y la exploración por parte de los hermanos López y Durán de proyectos independientes como López, Lanza Internacional o Pillanes. Nuevamente, con el corazón roto, esperé su reunión futura, sin saber si ocurriría ni cuántos años pasarían. Un primer momento de esperanza llegó con el estallido social de 2019, cuando Los Bunkers hicieron una aparición fugaz y sorpresiva en la entonces llamada Plaza Dignidad, pero realmente volvieron a tocar como banda oficialmente en 2023, retornando en grande, con un concierto en el Estadio Santa Laura y un disco nuevo, Noviembre. Lamentablemente, en el camino quedó Mauro Basualto, quien por problemas de salud dejó la banda y fue reemplazado Natalia Pérez, Cancamusa, en la batería. Sin embargo, el 2024 marcaría una consolidación, ya no solo como esa banda de alcance latinoamericano, tremendamente popular en México y adorada en Chile por diversas generaciones, sino que como baluartes del rock chileno y embajadores de una época y de una significancia musical forjadora de identidad, tal como lo hicieron Los Prisioneros y Los Tres en su momento. Y así, el 2024, Los Bunkers realizaron dos conciertos en el Estadio Nacional y un MTV Unplugged, consiguiendo en un solo año el mismo estatus que las dos bandas de rock más importantes de Chile.

Para quienes no saben (sí, las nuevas generaciones no lo saben), un MTV Unplugged es un formato de conciertos grabados y televisados por el canal estadounidense MTV. Su principal característica es ser un concierto “desenchufado”, es decir, un formato en que una diversidad de seleccionados artistas toca sus canciones en versión acústica. O sea, niños, es como el Tiny Desk de los años 90. Esta serie de conciertos comenzó en Estados Unidos en 1991, grabando en ese país a decenas de bandas anglo, destacando algunos icónicos Unplugged como el de Paul McCartney, Eric Clapton, Nirvana, Alice in Chains, Oasis, Lauryn Hill, Neil Young, Pearl Jam y un larguísimo etcétera. Sin embargo, casi en paralelo, apareció la vertiente en español del formato, comenzando con Los Fabulosos Cadillacs en 1994 y pasando por grandes como Charly García, Café Tacvba, Aterciopelados, Soda Stereo y, algunos de los más populares, Shakira, Maná y Alejandro Sanz. Dentro de esta selecta categoría entraron solo dos bandas chilenas: Los Tres (1995) y La Ley (2001).

Esta nota trata, principalmente, del evento cumbre: el MTV Unplugged. No tengo cómo comprobar que estuve allí, ya que nuestros teléfonos estaban bloqueados para fotos o videos, pero sí puedo contar la experiencia de estar detrás de cámaras en uno de los eventos más importantes de la música chilena y de la historia de Los Bunkers. Digo “detrás de cámaras”, porque quienes fuimos como representantes de un medio de comunicación, no estuvimos en el público, sino que en una sala especialmente acondicionada para ver y escuchar el concierto grabado en los estudios de Chilevisión el 9 de octubre de 2024. ¿Qué significa esto en la práctica? Que pudimos presenciar la grabación en crudo, desde el ojo y la dirección de cámaras de Pablo Larraín, el mismísimo, quien llegó a participar en el proyecto a raíz de la casualidad y sus recientes ganas de grabar a bandas tocando en vivo. Pudimos ver los detalles artísticos y errores que no se verán en el cine ni en la televisión, las dificultades y el talento de un equipo técnico excepcional, así como las imperfecciones en el sonido propias de la música en vivo, que luego editaría y masterizaría nada más y nada menos que Emmanuel “Meme” del Real. Este privilegio es el que quiero compartir con quienes lean esta humilde crónica de un día excepcional que ya fue estrenado para Chile y el mundo.

El primer elemento notorio al llegar al estudio fue el hecho de que no podía ser una coincidencia que todo el público estuviera vestido de negro. Una decisión artística tomada en concordancia con el diseño de los dos sets en los que se grabó el concierto. Paulina Braithwaite, directora de arte, nos permitió recorrer los arreglos escenográficos del primer espacio en el que se grabó el show. Cuando ingresamos ya estaban sonando las primeras tres canciones del setlist y se encontraba sentado, entre una decena de lámparas de cristal, Meme del Real, cantando junto a Los Bunkers “Si estás pensando mal de mi”, canción perteneciente al séptimo álbum de la banda, La Velocidad de la luz. En medio de un enorme galpón oscuro colgaban las lámparas, algunas tocaban el piso, pasaban entre los músicos, quedaban cerca de sus cabezas, todo como una mezquita medio en construcción, o al borde de la destrucción, pero siempre iluminada.

Después de la escena de las lámparas vino una larga pausa en la que pudimos conocer el set principal. Intenté describirlo muchas veces basándome en las fotografías mentales que tomé de él, pero me parece más importante desentrañar el simbolismo de su confección. El mismo galpón del que se habían levantado las elegantes lámparas de cristal se encontraba completamente tapizado, piso y paredes, con sacos de esterilla. Los colores tierra, gris, verdoso, enmarcaban los instrumentos y las sillas que ocuparían los músicos. La trasparencia del material permitía iluminar todo el escenario desde atrás, permitiendo que la luz tenue y las inscripciones de los sacos fueran el fondo de una performance que buscaba claramente rescatar el ambiente portuario, Concepción, Talcahuano. Como nos contaron en el lugar, cada uno de los sacos era de productos reales y traídos de distintas partes del mundo. La autenticidad del símbolo del trabajo agrícola, pesquero, industrial, de puerto y todo ese camino simbólico a los orígenes del trabajo pesado, le daba al ambiente una simpleza genuina. Como ellos mismos habían expresado en la conferencia de prensa en la que anunciaban la realización del concierto, este sería una vuelta al origen, a la guitarra de palo y a los recuerdos de su profesor de música del colegio, a los inicios de su amor por la música, al tocar por placer.

Eso se nota en el Unplugged. Hay una mezcla perfecta entre la simpleza de sus canciones más antiguas y la experiencia que aportan 25 años de carrera. El recorrido fue completo. “Yo sembré mis penas de amor en tu jardín”, “No me hables de sufrir”, “Miño”, “Sur”, “Ven aquí” (¡versión cumbia!), “Nada nuevo bajo el sol”, “El Necio”, “Bajo los árboles”. Con al menos estas canciones cubrieron cada uno de sus ocho discos. Pero hubo mucho más. Como se usa mucho en los Unplugged, varios covers se hicieron presentes. “Let ‘Em In”, de Paul McCartney se sintió como el cierre de un ciclo de admiración a los Beatles, combinado con una respuesta a la vez en la que el propio McCartney tocó una parte de “Miño”. Interpretaron “Quiero dormir cansado” de Emmanuel junto a Mon Laferte y la sensación fue de un homenaje conjunto a México, al país que por tantos años los recibió a todos y a la música cebolla que cada latinoamericano lleva en el fondo del corazón. Finalmente, “Heart of glass” de Blondie, aludió al cerebro bailable que cada amante de la Blondie (la discoteque) lleva dentro, honrando al buen pop en fusión con “Bailando solo” (spoiler, Álvaro López no bailó). Cancamusa se lució en batería, voces y hermosura. Carmen Ruiz fue indispensable en una infinitud de instrumentos en los que predominó el piano y una sorpresa al final en la que su voz tomó protagonismo. Martín Benavides se dedicó a hacer sonar todo tipo de juguetes y le dio un sello a este Unplugged con los arreglos en el vibráfono. Y Gregorio Madinagoitia también hizo de todo: tiple, charango, cuatro, guitarra acústica, percusiones. Imaginen la riqueza de los arreglos que escucharán, pasados por las talentosas manos de Meme en salas de cine, si es que aún no lo han hecho.

El cierre de este MTV Unplugged tampoco fue el de siempre. No fue para el público presente, sino para quienes miraron por primera vez a través de una pantalla. En círculo, Los Bunkers interpretaron “Calles de Talcahuano” casi a capella, de la forma más íntima en la que pudieron conectar con los miles de fanáticos que lo miren y escuchen virtualmente. En círculo cerrado, cuatro hermanos cerrando un ciclo, cumpliendo un sueño y dejando huella. Este capítulo será imborrable y pasará a la posteridad como un producto artístico de gran valor y relevancia para el país. Ya está disponible el resultado final y, con muy poca objetividad, les comentó que esta muy bueno.

Setlist:
No me hables de sufrir
Yo sembré mis penas de amor en tu jardín
Bajo los árboles
Miño
El necio
Calles de Talcahuano
Canción para mañana / Al final de este viaje
Las cosas que cambié y dejé por ti
Noviembre
Llueve sobre la ciudad
El hombre es un continente
Si estás pensando mal de mí (Meme del Real)
Rey
Let ‘Em in
Sur
Quiero dormir cansado (Mon Laferte)
Nada nuevo bajo el sol
Ven Aquí
Bailando solo / Heart of glass

Ficha técnica:

Álvaro López – Voz, guitarras acústicas, percusiones, bombo legüero.
Mauricio Durán – Guitarras acústicas, mandolina, banjo, resonador, tiple, coros, percusiones.
Gonzalo López – Bajo acústico, contrabajo, percusiones.
Francis Durán – Voz, guitarras acústicas, resonador, tiple, cuatro, charango, armónica, percusiones.
Cancamusa – Batería, voz, bombo legüero, washboard, percusiones.
Carmen Ruiz – Piano, acordeón, voz, hammond, rhodes, piano eléctrico, glockenspiel, percusiones.
Martín Benavides – Vibráfono, theremin, piano, toy piano, melódica hammond, glockenspiel, electrónica, vox continental, percusiones.
Gregorio Madinagoitia – Tiple, charango, cuatro, guitarra acústica, percusiones, coros.

Ingeniería de grabación – Gustavo Borner
Asistente de grabación – Diego Ili
Asistente de grabación móvil – Joao Riveros
Ingeniería de mezcla en estéreo – Justin Moshkevich
Asistente de mezcla – Thea Prevalsky

Grabado en los Estudios Chilevisión, Santiago de Chile, el 9 de Octubre del 2024.
Mezclado en Igloo Music, Burbank, California, EUA.
Master estéreo por Dave Collins, Pasadena, California, EUA.

Producción Ejecutiva y dirección general SEITRACK – Alex Mizrahi
Producción Ejecutiva y A&R – Fabrizio Onetto
Producción Ejecutiva en Chile – Tabaré Couto

Pablo Larraín – Director
Cristian Jofré – Director Creativo
Sergio Armstrong – Director de Fotografía
Paulina Braithwaite – Directora de Arte
Josefina Valdivia – Post Producción