Parque Bicentenario Cerillos, 22 de marzo 2025.
Por Carlos Barahona.
Fotografías por Francisco Aguilar A.
Hay algo casi mágico en la experiencia de ver a un artista tocar junto a una banda en vivo. No se trata solo de volumen o de presencia escénica: la agrupación aporta matices, profundidad y una riqueza sonora imposible de replicar con pistas pregrabadas o bases digitales. Cada batería que retumba, cada solo de guitarra o bajo, cada armonía vocal ejecutada en tiempo real, hace que la música cobre vida con una potencia emocional que trasciende lo auditivo. En Lollapalooza Chile 2025, esta verdad se hizo carne en la segunda jornada del festival, donde las bandas en vivo no solo fueron protagonistas, sino también las responsables de algunos de los momentos más memorables del día.
La apertura de puertas a las 13:00 dio paso a los primeros sonidos desde distintos rincones del parque. En el Smart Fit Stage, la banda Confío en tus Amigos dio inicio a la jornada con su indie de guitarras envolventes y letras cargadas de melancolía millennial. Al mismo tiempo, en el Perry’s Stage, la nacional KYA mostró su sensibilidad sonora con beats oscuros y matices experimentales.
A las 14:30 en el Cenco Malls Stage, Seamoon ofreció un show lleno de atmósferas delicadas y progresiones suaves, ideal para quienes buscaban una apertura relajada pero emocionalmente rica. En paralelo, Karla Grunewaldt cautivó con su propuesta de pop alternativo lleno de dramatismo y teatralidad. Uno de los momentos más interesantes de la franja inicial del sábado fue la presentación de Resonancia Etérea, el proyecto paralelo del artista urbano Kidd Voodoo, quien ha sido una de las grandes revelaciones de la música chilena reciente. Conocido por sus éxitos virales, colaboraciones con artistas como Young Cister y su estética ligada al reggaetón emocional y el trap introspectivo, Voodoo decidió mostrar este proyecto abriendo una nueva dimensión artística. La banda se aleja intencionalmente del sonido mainstream. En lugar de beats bailables y estructuras tradicionales, aquí se exploran paisajes sonoros más etéreos, melancólicos y atmosféricos. La propuesta mezcla electrónica minimalista, ambient, synthwave, y hasta toques de dream pop, con letras que continúan indagando en temas de ansiedad, soledad y búsqueda de identidad, pero desde una sensibilidad mucho más abstracta y poética.
A las 16:00, Lasso desató una ola de emoción entre los asistentes al Cenco Malls Stage. Su pop romántico, afilado con toques de folk y balada, se sintió íntimo y universal al mismo tiempo. “Ojos marrones” fue uno de los momentos más coreados del día, así como “Hasta ese día” y “Dios”, que consolidaron su conexión con el público chileno. En paralelo, Francisco Victoria (Smart Fit Stage) ofreció uno de los shows más sofisticados del día, con una estética sonora que mezcla el synthpop con la canción melódica. Canciones como “Te lo pido por favor” y “Tú quieres volver” dieron respiro emocional en medio de una jornada frenética.
Uno de los platos fuertes de la tarde fue Nathy Peluso, que subió al Banco de Chile Stage a las 17:00 con un despliegue escénico impresionante, fue una clase magistral de carisma, potencia escénica y eclecticismo musical. Inició con “Natikillah” y “Celebré”, desplegando de inmediato su faceta más rapera y poderosa, para luego dar paso al ritmo contagioso de “Puro veneno”. La banda en vivo aportó un groove irresistible que reforzó su teatralidad y dominio del escenario. “Buenos Aires” marcó un momento más introspectivo y melódico, mientras que “Ateo” reavivó la tensión emocional con su mezcla de espiritualidad y deseo, coreada a todo pulmón por el público. Su propuesta no se limita a un solo género: salta del soul al flamenco, del hip hop a la balada con una facilidad que solo ella puede sostener.
El tramo final del show fue una verdadera apoteosis. “Mafiosa” desató una euforia colectiva con su energía desafiante y seductora, seguida por la intensidad rítmica de “Delito” y el mantra explosivo de “Sana sana”, convertido ya en un himno. El cierre con “La Sandunguera” condensó toda su identidad artística: poderosa, sensual, libre. Pero aún quedaba una sorpresa final. Nathy reapareció para despedirse con una emocionante versión de “Vivir así es morir de amor”, homenaje a Camilo Sesto que dejó al público extasiado.
A las 18:00, Babasónicos llenó el Cenco Malls Stage con sensualidad, ironía y oficio. Con más de 30 años de carrera, los argentinos ofrecieron un show pulido con hits como “Yegua”, “Carismático”, “Putita” y “La lanza”, todos acompañados por una banda precisa y visuales oníricos que reforzaron su aura de culto.
Una de las mayores sorpresas fue Parcels, que a las 19:00 ofreció un show de una hora cargado de groove. La banda australiana desplegó un set bailable y elegante, donde destacaron temas como “Lightenup”, “Tieduprightnow” y “Gamesofluck”. Su mezcla de funk, disco y electrónica setentera reinterpretada con un pulso contemporáneo hizo que el público no dejara de moverse. En paralelo, Drefquila trajo el calor urbano al Perry’s Stage con temas como “A fuego” y “Dámelo”, manteniendo la energía arriba antes del último bloque de la noche.
Uno de los puntos más esperados y electrizantes del sábado fue sin duda la presentación de Ca7riel y Paco Amoroso, el dúo argentino que ha revolucionado la escena con una mezcla explosiva de trap, funk, rock y electrónica. Su fama internacional se consolidó tras su brillante presentación en el Tiny Desk Concert donde demostraron que su propuesta iba mucho más allá del urbano tradicional. En el escenario Smart Fit, la dupla arrancó con “Dumbai” y “Baby Gangsta”, dejando claro que el virtuosismo musical —especialmente el de Ca7riel con la guitarra— y la energía escénica son parte fundamental de su sello. Desde los primeros acordes, el público se entregó al frenesí.
La euforia fue en aumento con “McFly” y “OUKE”, hits que ya son parte del repertorio fiestero de toda una generación. “La que puede puede” y “Sheesh” mantuvieron el fuego encendido con su mezcla de sensualidad, ironía y groove irresistible. Paco tuvo un momento en solitario con su sesión con el reputado productor Bizarrap. El cierre con “El único” fue apoteósico: saltos, gritos y una ovación total coronaron un show que reafirmó por qué Ca7riel y Paco Amoroso no solo representan el futuro de la música urbana latina, sino también su presente más vibrante y creativo.
Foster the People encendió el escenario principal a las 20:00 con una avalancha de himnos indie. “Helena Beat”, “Don’t Stop (Color on the Walls)” y “Houdini” sonaron impecables, pero fue “Pumped Up Kicks” la que desató una ovación total, coreada por todos como si el tiempo no hubiera pasado desde su irrupción en 2011. A las 21:00, Alanis Morissette ofreció un show cargado de nostalgia y emoción. Acompañada por una banda sólida, entregó versiones conmovedoras de “Ironic”, “You Oughta Know”, “Uninvited” y “Hand in My Pocket”. Su voz intacta, su honestidad emocional y la respuesta del público —muchos visiblemente emocionados— convirtieron su show en uno de los momentos más íntimos de la jornada.
La llegada de Justin Timberlake a nuestro país fue mucho más que un espectáculo pop de primer nivel: fue una experiencia íntima, emotiva y generosa. El show comenzó con “Mirrors” y “Cry me a river”, dos temas históricos, para luego seguir sumergiéndose de lleno en el corazón de su repertorio clásico. Himnos como “My Love”, “Señorita” y “Rock your body” desataron una ovación absoluta, mientras que temas como “Suit & Tie” y “Can’t stop the feeling” brillaron con una puesta en escena sobria pero impactante. Acompañado por The Tennessee Kids, su banda histórica, Timberlake entregó un soporte sonoro impecable: arreglos de metales, coros afiatados y una base rítmica que amplificó cada track con una calidez y profundidad digna de una superproducción soul-funk.
Pero lo que más conmovió fue la actitud del artista: lejos de los excesos del estrellato, Justin se mostró sencillo, agradecido y emocionalmente abierto. En medio del show, no pudo contener las lágrimas al recordar como los fans le acompañan desde hace más de dos décadas de trayectoria. Minutos después, interrumpió el set para firmar un autógrafo a una niña que le pidió un recuerdo desde primera fila, generando uno de los gestos más comentados del festival. Cerró con “TKO”, “SexyBack” y “Until the end of time”, dejando en claro que, más allá del brillo pop, sigue siendo un artista comprometido con su público y su arte.
En paralelo, Mon Laferte ofreció un show poderoso, cargado de identidad, dolor, fuerza y sensibilidad. La artista chilena comenzó su presentación con “Tormento” y “Aunque te mueras por volver”, dejando desde el inicio en claro que lo suyo sería una experiencia profundamente emocional. Su banda, sobria y precisa, la acompañó con arreglos que acentuaron la intensidad de cada letra. Temas como “Mi buen amor”, “Flaco” y “Si tú me quisieras” provocaron momentos de catarsis colectiva, mientras Mon se paseaba entre la dulzura vocal, el grito desgarrado y los silencios cargados de sentido.
La segunda mitad del show fue aún más intensa: “Otra noche de llorar”, “Amantes suicidas” y “No te fumes mi marihuana” marcaron los puntos más altos de una presentación que osciló entre el bolero moderno, el rock alternativo y la canción latinoamericana con raíz. Cerró con “Amárrame” y “Tu falta de querer” generando un estallido total de voces que coreaban cada palabra. A diferencia de otros shows donde la pirotecnia visual manda, Mon apostó por la honestidad: su voz, su cuerpo, sus letras. Fue una presentación sin artificios, donde cada canción funcionó como una historia, una confesión y un acto de resistencia artística y emocional. Su paso por Lollapalooza reafirmó su lugar como una de las voces más contundentes y libres de nuestra escena.
Finalmente, Charlotte de Witte cerró la noche con un set techno vibrante y oscuro, convirtiendo el Perry’s Stage en una pista de baile imparable. Su selección de beats precisos y progresiones hipnóticas fue el broche perfecto para quienes resistieron hasta el final.
La segunda jornada de Lollapalooza Chile 2025 fue un manifiesto del valor que tiene la música en vivo, sin poses ni artificios. Desde la sofisticación emocional de Mon Laferte y Alanis Morrissette hasta la sencillez conmovedora de Justin Timberlake, pasando por la vanguardia de Ca7riel y Paco, y la intensidad escénica de Nathy Peluso, el sábado fue una jornada diversa y profundamente humana. En cada escenario, lo que vibró fue la autenticidad, la entrega y la emoción. Un día para recordar y celebrar la música como experiencia viva.