La Mala Rodríguez en Club Chocolate: Ser mujer como un acto revolucionario
10 de noviembre 2017.
Por Johanna Dagnino.
Fotografías por Víctor Santibáñez.
Este 10 de noviembre fue una cálida y primaveral noche en Club Chocolate, lugar que recibió por segunda vez en lo que va de este 2017 al ícono del rap español femenino, La Mala Rodríguez. Poco a poco el recinto se vio repleto por un público tan amplio como el talento de la jerezana, quien nos regaló en poco más de una hora un show lleno de la potencia de su voz y sus líricas en un espectáculo que termina por ser una lección sobre cómo tener una voz clara y fuerte en los tiempos de hoy.
La cita estaba por comenzar, el cronograma inicial fue seguido con devoción por la organización: inicia Dj. Dzol para calentar los motores para luego dar lugar al chileno Panty. Los motores se encendían lentamente, el público continuaba llegando cuando, a las 21:40 en punto aparece Panty, compositor dueño de una voz cándida quien, entre el soul y el r&b, se encargó de iniciar los fuegos para la Mala. A eso de las 23:00 horas, el escenario que hasta ese entonces permanecía oscuro, se ilumina en el centro, cubos y el sitial del Dj, inicia la jornada.
Una introducción músical aumenta la ansiedad bajo el escenario, las voces comienzan a reclamar la presencia de la artista ibérica. En medio de una intro musical, aparece la Mala para comenzar con “Egoísta”. Desde el inicio se deja ver toda la potencia femenina explotada de una mujer que ha sabido desafiar los cánones al amalgamar belleza, talento y actitud. Dueña de una voz única que tiene fuertes ecos de flamenco y de su tradición gitana, la Mala se instala en el escenario como una verdadera monarca: es dueña de todo lo que la rodea. Sigue de forma frenética con “Caja de madera”, la fuerza y rabia de su letra nos clava profundo, las manos se agitan, las cabezas se sacuden, el público solo puede rendirse ante la lírica empoderada de esta María.
Por “El andén”, viene la Mala a pedirnos: “Santiago, escúchame”. La consigna es clara, ella está aquí, plantada frente a nuestros ojos, adueñándose de nuestras voluntades, gobernándonos con su fuerza. La demostración vino con los clásicos “La niña” y “Tengo un trato”, temas con los que el público dejó en clara la devoción por el estilo único de la española. El respeto está ganado, y la Mala lo hace notar a través de su cálida cercanía con sus fanáticos. Ella es de verdad, es auténtica. Se da el tiempo de regalar postales para los asistentes, baja del trono para darle la mano a cada persona que tiene cerca, el Club revienta tanto en ánimo como en espacio.
La Mala se da un espacio para hablar con su audiencia y lanza la pregunta, “¿quién manda aquí?”. Las manos alzadas en el aire celebran la presentación de “Quien manda”, otro clásico de su repertorio. Ella pide ruido, el público cumple con el mandato, el humo inunda el lugar y sólo hay espacio para su fuerza radical que, mezclada con una sensualidad espacial, revienta los sesos de cualquiera que pueda verla y escucharla de verdad. “33”, la furia desatada de las letras de la española que terminan por convertirse en balas que vuelan por todo el lugar: “¿Dónde está la guerra? ¿Dónde está la paz, que me la como?”.
La Mala es “La cocinera” de todo, nos prepara y nos llena con su actitud, “Cuando tú me apagas” ella me enciende, porque la española es aprueba de fuego, porque ella misma dice que la vida la aprueba “con el mejor de los sabores”. Al terminar “Mátale”, deja en evidencia su calidez. Tras acercarse a toda la primera fila para extenderles la mano con gentileza, sube a una chica al escenario para hacerse una fotografía con ella, porque se lo había prometido y ella cumple siempre con su palabra. La Mala Rodríguez es esa extraña mezcla entre crudeza, sensualidad, irreverencia y calidez; suena “Volveré” y deja en claro porqué ella es “el mundo entero”.
Entonces, esta voz femenina que es un verdadero ícono del hip hop español hace subir a dos chicas al escenario para acompañarla en una batalla de baile. La Mala exige que sigan bailando, el público la rinde pleitesía, todos estamos rendidos ante su voluntad. Al terminar, suena “Nanai”, clásico ya introducido durante la batalla, clásico que revienta en las gargantas y en el ritmo que se apodera de las cabezas de los asistentes. “Mírame a los ojos si me quieres matar”, así de simple, en fácil, en claro, en directo, la Mala te dice al choque todo lo que quiera y te empodera con sólo repetir sus palabras. “Toca toca”, la lección se sigue impartiendo: “lo que yo no quiero es que tú me digas lo que tengo que hacer, esta es mi vida”. La clase continúa con “Te convierto” y con un mensaje que reverbera en el espacio y que se queda grabada en tu piel: “¿Quién me va a decir dónde está el tope? El límite es el cielo”.
María se convierte en la Mala, y ésta se vuelve “Dorothy” para hacernos caminar con ella por baldosas amarillas. Luego, aparece “El gallo” que nos dice fuerte: “Yo marco el minuto”. La española nos hace transitar por “Galaxias cercanas” con fuerza, con furia enuncia entre los coros del público: “A mí me parieron fuerte, me criaron fuerte, caminé fuerte, siempre hablé fuerte”. La cita de este primer acto termina con “Por la noche”, el público estalla tanto con el tema como con la partida de la Mala del escenario: dos extensos minutos pasaron entre la salida de la jerezana entre gritos, cánticos y chiflidos. Sube el Dj, comparte una base para hacer bailar al público preguntando con fuerza si estamos listos para bailar o para dormir. Ella sube, se ilumina el lugar con su regreso.
Comienza “Tambalea”, la Mala nos invita a sentarnos, la cancha obedece, los palcos no entienden la instrucción. Un sujeto X se niega a sentarse y la Mala lo encara: “esto se acabó”. Se retira del escenario una vez más: ella manda aquí y no hay espacio para altanerías. Regresa tras una breve pausa y la pregunta vuelve a lanzarse a la audiencia: estábamos preparados para bailar o para irnos a dormir. Retoma “Tambalea” y el público esta vez sigue el juego.
Todo termina con “La rata”. Las luces siguen iluminando el escenario nuevamente vacío, sin un adiós claro. La señal de término la dio el mismo Club: suena “Dust in the wind” de Kansas y la audiencia se esparce descolocada, con ganas de más, con ganas de no terminar de escuchar la maestría de esta mujer que se adueña de voluntades débiles y que da lecciones sobre cómo ser mujer, fuerte y empoderada en tiempos en los que ser mujer parece un verdadero acto revolucionario. El lugar se vacía lentamente, la noche termina.
Setlist:
Egoísta
Caja de madera
Déjame entrar
La niña
Tengo un trato
Quién manda
33
La cocinera
Cuando tú me apagas
Mátale
Volveré
Nanai
Toca Toca
Te convierto
Dorothy
Lluvia
El gallo
Yo marco el minuto
Galaxias cercanas
Por la noche
Encore:
Tambalea
La rata
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