Por Manuela Beltrán.
Las relaciones entre madres e hijas siempre dan material para la gran pantalla. Es el caso de la película Jane par Charlotte dedicada a su madre, la mítica actriz, cantante y artista Jane Birkin. Charlotte Gainsgbourg nos muestra un retrato íntimo que exuda ternura y estilo. De las últimas exhibiciones de esta versión de In-Edit 2021, domingo en la noche en Nescafé de las Artes. La cinta invita a hacer inmersión en las largas conversaciones que retratan y profundizan su relación. Desde el inicio la realizadora explica su fascinación por ella: “esta es una excusa para poder mirarte”. Durante todo el filme casi solo las vemos a las dos, también a la nieta, la pequeña Jo Attal, más así también aparece entre sus conversaciones y sus periplos el fantasma de Serge Gainsbourg, el difunto marido y padre de Charlotte, cantante fundamental de la canción francesa.
La película parte con un quiebre de hielo raro a la vez tierno, casi psicoanalítico de la relación eléctrica que tienen las dos mujeres (tomándome la licencia de oponerla libremente a edípica). “Siempre ha habido un cierto pudor entre nosotras” revela Charlotte. “A tus 14 años te vi desnuda y te pregunté si podía tocar tus senos, sabía que era la última vez que podría hacer algo así” le responde su madre. Cuanta confianza de poder traspasar la intimidad para poder acercarse, con la naturalidad de saber que no se malinterpretará su relación no sexual, ya que nos están invitando como espectadores a conocer su amor en el tacto. La escena termina con una serie de fotos de Jane joven con sus dos bebés de aquel momento, hermosas, desnudas juntas, provocativas. Ambas mujeres son actrices y cantantes y las dos han explorado mucho la sexualidad en sus obras. No se menciona en la película, pero la canción conocida por contener un orgasmo de Jane con Gainsbourg “Je t’aime, moi nonplus” es de 1969, y Charlotte nació dos años después, y qué curioso que la hija de la realizadora tenga el mismo nombre que su personaje en la película Nynphomaniac (2013) de Lars Von Trier.
Pero de eso no se trata esta película, sino de intentar captar los infinitos detalles de la vida de la franco-británica Jane. Para eso viajan por el mundo, estando de gira, trabajando en distintos proyectos, dando conciertos juntas. Parten en Japón, pasan por Nueva York, París y se estacionan a descansar varias veces en la casa familiar en Bretaña. En ese refugio Jane conserva casi enfermizamente los detalles del pasado, recuerdos de todo tipo, desde trenzas enmarcadas, juguetes, decoraciones desteñidas, espejos, todo su museo personal del que le cuesta mucho desapegarse. En uno de esos espejos, cuenta, se cortó el pelo muy corto, pero también en ellos se reflejó su incertidumbre: «en un momento, ya no te reconoces», comenta, «sólo cuando te tocas la piel, pero no en tu reflejo. Así que quitas los espejos, dejas de pensar en ello, escribes, te dedicas a otras cosas, intentas hacer que la gente se ría… Tu voz no cambia, lo cual es genial, porque puedes seguir cantando”. La edad que avanza en el cuerpo de esta mujer hermosa y muy fotogénica es un tema que ella misma reconoce sin caer en la vanidad. A lo que su hija responde curiosa “¿Y no llega un momento en que te da lo mismo?”, Y en eso estoy responde más o menos la madre.
En París hacen un alto en otra casa museo, un proyecto que seguramente estará próximo a ver la luz ante el público, el departamento donde vivieron como recién casados la pareja Gainsgbourg – Birkin y luego la familia que tuvieron con Charlotte y media hermana Kate. Ambas mujeres van juntas al lugar y revisan cada detalle de la casa: Un enorme poster de Brigitte Bardot, el bar, la cama, todo muy retro y detenido en el tiempo. “Hay un lado voyerista en todo esto” dice Charlotte ante la idea de abrirlo, “voyeur no es malo” responde la madre sin pudor. La protagonista no teme en contar su vida, siempre ha sido un libro abierto. Así mismo le cuenta a su hija que siempre estuvo borracha con su padre y que seguramente tomaba somníferos incluso cuando estaba embarazada de ella. La vida familiar de infancia, mezclada con el arte, con el glamour y la farándula parisina, nada parece ser grave por siempre y nada parece ser bueno por siempre, son seres humanas.
Tampoco se menciona en la película, pero se sabe que Jane Birkin acaba de pasar por un accidente vascular, la película es en su propia ternura una búsqueda de su hija para inmortalizar su amor por ella. Y que profundiza en la herida que ambas comparten, la muerte de Kate Barry, la hermana de Charlotte. “Este documental me puso sentimental” comenta la directora, entre imágenes estilizadas de su cámara super8 y fotografías en blanco y negro Charlotte capta a su madre en su belleza madura, en su joie de vivre que mantiene con mucha dignidad. En ello hace un ejercicio documental de explorar en su propio arquetipo, de la liberación de la madre, todo con profundo amor.