El Gallo Bottinelli en el Anfiteatro del Bellas Artes: Un maestro de ceremonias
30 de agosto 2017.
Por Teany Cortés.
Fotografías por Gabriel Padilla.
Nicolás Bottinelli, ahora «El Gallo» tiene calle, mundo y circo. Su escuela es el colectivo y su currículum remonta a grandes compañías de teatro, tan importantes como el Royal de Lux en Francia y su contraparte chilena, La Gran Reyneta. Bottinelli, de la mano de estas compañías, dedicó varios años de su trabajo al teatro de calle, que, en formatos tremendos (La pequeña Gigante) u otros más acotados (Román Photo), ha llevado espectáculos de calidad a un público que tiene poco acceso a ellos.
En el presente, Nicolás Bottinelli a optado por dejar el formato colectivo, su gran escuela, y lanza su primer disco como solista, al mismo tiempo que da a conocer su nueva identidad. El gallo del ahora Gallo Bottinelli, es la apuesta de este artista multifacético, que a pesar de elegir el protagonismo en la escena musical, no olvida la diversidad de disciplinas que le dan cuerpo a su identidad. Sin ir más lejos, el disco que se presentó ayer fue lanzado en formato vinilo, en un tiraje de 300 copias, y cuyo arte de portada corresponde a una serigrafía diseñada y reproducida a mano en todas sus copias por el artista chileno Tan Vargas.
El concierto empezó tarde, no así la fiesta. Las puertas abrieron media hora después de lo convenido -la cita era a las 8- pero dentro del estrecho pasillo que antecedía al anfiteatro del Museo Bellas Artes, la gente se encontraba y se agrupaba para conversar con copas de vino en la mano o grandes vasos de cerveza Guayacán, colaboradora importante en este concierto. El público, variopinto en edades aunque no tanto en origen social, esperó con alegría la hora que demoró en empezar el concierto y recibió con entusiasmo al Gallo Bottinelli, a su banda y sus colaboradores.
A pesar del cuidado despliegue del escenario, el catering para los invitados, la calidad del sonido y del registro audiovisual, el concierto fue, desde que empezó, una fiesta de bienvenida relajada e improvisada. Bottinelli no solo hizo gala de sus habilidades como intérprete, sino también fue un anfitrión afable y audaz tanto con el público como con sus músicos y artistas invitados, entre los que contaban Ismael Oddo (charango, guitarra y voces), Cuti Aste (Piano, acordeón y voces), Max Zegers (Teclado y voces) y María Colores (Voz). La complicidad entre los músicos y el público y la ligereza del Gallo hicieron del concierto un evento plenamente disfrutable.
El disco se tocó en su totalidad, comenzando con el primer single y tema del álbum «Me está matando». Le siguieron «Agua soy», «Vas a ver», «Prender fuego», «Me gustas más» y otras, que no bajaron en ningún momento el ambiente festivo que se vivía en escenario y en las gradas. El momento cumbre fue definitivamente la interpretación de un pie de las cuecas choras de Roberto Parra, en recuerdo de Ángel Cereceda Parra, mentor en París de Bottinelli, Zegers y Oddo. En ese momento, el Gallo cedió el protagonismo para compartir de igual a igual con sus compañeros de camino.
La calidad de los músicos y de la ejecución fue indiscutible, a pesar de una u otro error de coordinación en el uso de los pedales. La riqueza de los instrumentos le daba al sonido una versatilidad importante: la clásica guitarra a menudo iba acompañada del theremin, lo que otorgaba cierto aire dramático y teatral al ambiente. Sin embargo, en letras y composición, Bottinelli no ofrece nada muy nuevo: se decanta por letras de amor que mezclan el humor con la tragedia, y los acordes folclóricos se conjugan con otros más propios de la música francesa tan usada en el teatro de calle y en el clown. La cumbia es sin duda la base de su propuesta, pero es una cumbia consabida, que viene desarrollándose de la mano de bandas como Juana Fé, Chico Trujillo, y otros hace ya más de quince años. Echa mano al imaginario popular de manera esteticista sin proponer ni criticar a los modelos ya probados.
En conclusión, Bottinelli es una fiesta para ver, escuchar y disfrutar. Su vinilo, objeto de arte al fin y al cabo, está a un precio que para algunos puede parecer prohibitivo, pero tiene la gentileza de compartir la totalidad de sus temas en su página web personal. Verlo en vivo es, en todo el significado de la palabra, un espectáculo -herencia segura de su pasado circense. Y aunque su propuesta musical es bien conocida y explotada, no está de más escucharlo, reírse, bailar y disfrutar.
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