Por Jorge Fernández.
Cofundador y guitarrista de la exitosa banda británica Blur. Esa debe ser la insignia de mayor reconocimiento que porta Graham Coxon para el mundo entero. Sus memorias escritas bajo el título “Estrofa, coro, ¡Monstruo!” y publicadas en Chile por la editorial Clubdefans nos vienen a demostrar que detrás de ello, hay una veta inexplorada de razones para considerar al virtuoso guitarrista como una estrella de rock no solo dentro, sino también fuera de la agrupación noventera liderada por el excéntrico Damon Albarn.
Partamos por lo esencial. El libro fue escrito en pandemia. El cuerpo de Coxon no solo estaba sometido al encierro obligatorio, también había pasado más de un lustro limpio de alcohol. Y aunque parezca irracional para muchos, lo último es más importante que lo primero, pues los excesos con la bebida son parte trascendental en su vida, especialmente, era que no, cuando las luces del éxito brillaban en todo su esplendor.
Desde esa perspectiva, no había indicios de un posible reencuentro con Blur. Por ello la historia se parte en dos: como integrante de la banda y su carrera como solista. Así, va haciendo cuajar de manera cronológica todos los vaivenes estando en el cielo y cayendo al suelo y luego volviéndose a levantar para empezar de nuevo en un eterno compromiso con la guitarra y su irremediable amor por la música.
La escritura de Graham Coxon es poética, dulce y cargada de simbolismos. Basta leer las primeras páginas para enamorarse de su prosa que comienza con una referencia directa a La Odisea de Homero y que allá por el final de las casi 300 páginas vuelve a retomarlo como si de la epopeya misma se tratara.
Coxon tiene un rollo con el arte en general más allá de la música incluso: el cine y un poco de literatura. Pero, por sobre todo, el arte. Dibujos escalofriantes, figuras oscuras, sombras temibles lo acecharon siempre. Vive con sus demonios y sus fantasmas. Los pinta, los raya, los borra y los vuelve a dibujar. Gran parte del arte de discos en que ha participado provienen de su autoría.
En un tono nostálgico, Coxon repasa su paso por Blur desde sus inicios a finales de los 80s cuando aún figuraban en el papel como Seymour y las tocatas eran también un encierro en que la catarsis y la locura aún no eran opacadas por la fama inconmensurable de ser una de las bandas protagonistas del llamado Britpop
De ahí en más, las luces, la firma con sellos, el dinero, las fiestas, los éxitos, las drogas y el alcohol. En palabras sencillas, una apología a ser una estrella de rock sin querer serlo. Un sentimiento de culpa cruzado con el de la inevitabilidad. Blur brilló más allá de lo que esperaba y eso le provocó estar en la cima y caer en episodios terribles de su vida.
Quiebre, disolución con pequeñas luces de amistad, camino en solitario. La historia se conoce. Lo que importa es cómo está contada y cuánto influyen los excesos o el alejamiento de ellos. Una carrera de casi un par de décadas donde Coxon grabó discos eclécticos en compañía de otros músicos y con un tono mucho más independiente y de bajo perfil. Eso sí, hay que considerar que no venía de la nada, ya que su estilo y su calidad nunca desaparecieron.
“Estrofa, coro, ¡Monstruo!” es un libro que vale la pena leer. La edición es impecable y el relato cargado de metáforas de Coxon es un regalo para quienes disfrutamos leyendo la vida de los músicos que forman parte de nuestra playlist personal. Si además tenemos la suerte que nos llegue en primera persona, el goce se hace más placentero aún.