21 de diciembre 2024.
Por Paulo Domic.
Fotografías por Francisco Aguilar A.
No es que fuera una rareza que Dream Theater viniera a Chile. La de ayer fue la décima ocasión y ya hace bastante tiempo que sus giras jamás se saltan nuestro país. Sin embargo, la emoción y expectativa era altísima porque, luego de catorce años, veríamos en vivo a la que indudablemente ha sido la más gloriosa de sus formaciones. Mike Portnoy no solo es un uno de los mejores bateristas del mundo, sino también un personaje muy histriónico que siempre fue uno de los motores importantes de las presentaciones en directo, con su perfección interpretativa en modo totalmente relajado y actitud desenfadada que pareciera que es tan fácil todo cuando, la verdad, está tocando piezas que, para otros, son verdaderas tesis de percusión. Por lo tanto, y luego de tanto tiempo, verlo otra vez con la banda que fundó y en la que tanto aportó con su estilo y composiciones, por supuesto que era uno de los acontecimientos musicales más importantes de este 2024.
Totalmente agotadas estaban las localidades para esta primera jornada. Desde temprano el público comenzó a llegar al Movistar Arena, intentando capear como fuera posible la altísima temperatura de la tarde santiaguina. Pese a aquello, la energía positiva se dejaba sentir en el ambiente. Y es que a través de esos catorce largos años, sucedió que muchos fanáticos nuevos se sumaron y ver a esta alineación por mucho tiempo pareció un sueño. Y nosotros, que sentimos su partida y que tanto lo admiramos, por supuesto que también esperábamos ansiosos presenciar este momento. No nos malinterpreten, Mangini es un baterista de otra galaxia y técnicamente es incluso superior. Jamás estuvieron en malas manos las baquetas de la banda. Pero Portnoy, es Portnoy. Marcó pauta, erigió paradigmas y encandiló a millones con su aura de superestrella. Y ayer, estuvo ahí arriba en el concierto de celebración de los 40 años de Dream Theater.
Luego de la apertura nacional a cargo de Baxty, el inicio de esta obra teatral de dos actos y más de tres horas de duración fue con “Metropolis Pt. 1: The Miracle and the Sleeper”. La colosal pieza del Images and Words de 1992, que años más tarde sería la inspiración y temática del más importante de sus discos conceptuales, abre el show y emociona de inmediato. Pese a que su exigencia interpretativa vocal muestra que James Labrie tiene que ingeniárselas para “salir jugando”, todos cantan junto a él y comprenden que el tiempo pasa y él está intentando hacerlo lo mejor posible. Y vaya que lo hizo a través de toda la velada, mostrando un nivel mucho más sólido que lo que evidenciaban los primeros registros de la gira. La canción es un clásico con mayúsculas del metal, no solo progresivo, sino de todas sus ramas, por lo que era imposible quedarse quieto y no disfrutarla con toda nuestra corporalidad. Un primer viaje de más de diez minutos en el que James también se toma un tiempo, antes de la sección vocal final, para hablar y agradecer la presencia de tanta gente en este día tan especial.
Y no nos dejaron caer. Posteriormente nos mantuvieron arriba con las dos primeras canciones de Metropolis Pt. 2: Scenes From A Memory, trabajo que, para muchos, es el mejor disco del quinteto y, para todos, al menos está en el TOP 3. La “Overture 1928” y “Strange Déjà Vu” nos hicieron vibrar nuevamente con la apabullante solidez de la banda, que realmente impresiona con la calidad y sincronía de su interpretación. ¡Y no paraban de sorprendernos! Después vino “The Mirror”, otro clásico de esos que marcan a fuego. Una de sus creaciones más emblemáticas que, sobre un machacante y repetitivo riff, tiene un desarrollo rítmico deslumbrante fruto de la creatividad única de Portnoy. El último golpe al mentón de una seguidilla que duró prácticamente 45 minutos llegó con “Panic Attack”, otro de los temas más intensos y esenciales de los norteamericanos.
Luego continuaron con canciones que tal vez no eran tan familiares para todos pero que, los megafanáticos, agradecimos un montón. Pudimos volver a respirar y retomar fuerzas con la emocionante “Hollow Years”, balada en que John Petrucci se lució, demostrando que no todo es técnica y velocidad. Hizo gala de un enorme sentimiento con solos que llegaban al centro del corazón. El cierre del primer acto volvió a encender nuevamente al 100% de los espíritus ya que “As I Am”, esa que inicia el Train of Thought de 2003, nos puso a saltar otra vez a todos y selló una primera mitad en la que vivimos un sinnúmero de experiencias inolvidables.
Pasados sus veinte minutos de descanso (para ellos y nosotros), volvieron al ataque con “Night Terror”, primer sencillo de su nuevo disco titulado Parasomnia y que se liberará el 7 de febrero de 2025. Composición que fue muy bien recibida en su momento cuando fue estrenada y que fue genialmente interpretada en vivo. Continuaron con otra de esas que hacen gritar de alegría: “Under a Glass Moon”. Es cierto, Labrie debe tomar muchos atajos para sacarla adelante y hay que hacer un esfuerzo mental para entender ese camino que toma, pero la música está ahí, intacta, y te pone los pelos de punta. Luego de un valle para los menos avezados, y un hermoso paseo para los que les seguimos cada pisada, cerraron el segundo acto con uno de los momentos más apoteósicos de la noche. Con más de 25 minutos de duración, “Octavarium”, la obra épica que le da nombre al octavo trabajo del grupo lanzado en 2005 y que es considerada como una de las mejores que hayan hecho, es un viaje por diferentes modos, paisajes, sensaciones y sentimientos. La intro de Jordan Rudess nos puso los pelos de punta, evidenciando la maestría absoluta de este hechicero de las teclas que exuda música por todos sus poros. Al finalizar la ovación fue sonora y generosa, ya que realmente fue un privilegio estar ahí presentes para ser testigos de tan sobrecogedora interpretación musical. Una pieza que puede ser fácilmente una sinfonía moderna.
El bis comenzó con “Home”, haciéndonos flotar por su misterio oriental y sus demenciales solos a cargo de Rudess y Petrucci. Una canción que, cuando apareció hace 25 años en su inmortal álbum, gozamos tanto y que nos hace tan bien escuchar cada vez que la tocan en vivo. Y con Portnoy… sí, es otra cosa. El groove de este legendario baterista es único en el mundo y realmente lleva sobre sus hombres parte importante de la esencia de la banda. No es lo mismo sin él, de eso no cabe duda. Respetamos y adoramos a Mike Mangini, que por tanto tiempo se puso en su lugar haciendo un trabajo impresionante. Le agradecemos su aporte a la mantención de la banda con vida y sus actuaciones magníficas en cinco discos que grabó. Pero Portnoy, como ya dijimos, es Portnoy. Un emblema del grupo que imprime un sello único.
Después, hasta lágrimas vimos en los ojos de los asistentes con “The Spirit Carries On”, una de las canciones más emotivas de la banda y que fue cantada a todo pulmón. El temido pero inevitable final llegó con “Pull Me Under”, el máximo himno de su historia y que terminó de mandarnos a la lona luego de tres horas de un espectáculo que será difícil de olvidar. Final dorado para una noche con tintes históricos y que, para quienes idolatramos a este quinteto y los hemos acompañado desde esa primera vez en la Pista Atlética en 2005, podría fácilmente considerarse el mejor concierto que han dado en estas tierras.
Dream Theater, esa perfecta amalgama musical que conforman Labrie, Petrucci, Portnoy, Rudess y Myung, nos envolvió nuevamente en el telón de su teatro de los sueños. Muchos de ellos se hicieron realidad. Claro, todos quieren escuchar esta o aquella, pero realmente nadie podría salir reclamando. Hubo espacio para casi todas sus eras, incluso para un par de canciones de los años con Mangini. Cierto es que Labrie es un eslabón débil en una cadena en que los otros cuatro están tocando igual o mejor que hace 40 años. Sin embargo, esa misma imperfección hace que cada pieza encaje tal como debe ser. Es difícil siquiera imaginar quién podría asumir su rol, ya que su timbre y estilo es tan único que, mal que pese, define una enorme parte de la esencia del quinteto y es mejor tolerar que prescindir de él. El tiempo dirá qué sucederá. Por lo pronto, en el aquí y el ahora, la primera de las dos fechas en Chile de Dream Theater fue una jornada memorable y fue un privilegio haber sido parte de ella. Infinita gratitud para ellos por esta y por tantas otras oportunidades en que nos han agasajado con su excelso virtuosismo e inagotable creatividad.
Setlist:
Primer acto
Metropolis Pt. 1: The Miracle and the Sleeper
Act I: Scene Two: I. Overture 1928
Act I: Scene Two: II. Strange Déjà Vu
The Mirror
Panic Attack
Barstool Warrior
Hollow Years
Constant Motion
As I Am
Segundo acto
Night Terror
Under a Glass Moon
This Is the Life
Vacant
Stream of Consciousness
Octavarium
Act II: Scene Six: Home
Act II: Scene Eight: The Spirit Carries On
Pull Me Under
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