Por Juan Pablo Ibarra.
No es leve sino notoria la vuelta de tuercas que la banda experimentó durante estos años. El giro esta vez fue hacia las áreas más sombrías que DIIV tenía al alcance realizar, pero nunca antes, solo ahora, se atrevieron a consolidar. Sepamos, sean cuales sean los motivos verdaderos que produjeron, que el característico dream-pop etéreo, claro y calmo, que nos presentaron en sus dos grandes lanzamientos anteriores –Oshin (2012) y Is The Is Are (2016)- ahora se hayan oscurecido y hecho más estridentemente ruidosos (en ciertos aspectos), ya que lo que tenemos aquí es a la banda presentándonos otro estado de su obra en este tercer lanzamiento que lleva por título Deceiver.
De acuerdo a la información reclutada el álbum fue grabado tan solo en marzo del 2019 en Los Ángeles, para posteriormente ser lanzado en todos los formatos durante Octubre de tal año. Producido de forma íntegra por la propia banda y Sonny Di Perry, quien, con su vasta experiencia, otorga un plus adicional al disco, en su sonido y en su concepto.
El álbum abre con «Horsehead» y de golpe, una sensación incómoda y desorientadora recorre la ejecución de los instrumentos. Casi al minuto gira un poco la canción y el coro revienta levemente, para pasar a un puente donde un arreglo de guitarra limpia sobresale y, luego de aquello, todo retorna a la vuelta inicial. La atmósfera inicial vuelve. Hay mucho grunge en este track del álbum, o también la cara más sombría del shoegaze, existe un diálogo permanente entre ambos estilos en la canción. El fraseo y los arreglos que se desmarcan de la estructura de base entre el bajo y la batería, sostienen un diálogo de acuerdo a lo que decíamos anteriormente. Pero cuando llega el solo de guitarra, la pasiva rabia y la sonora melancolía llegan a tope y el nuevo DIIV queda de manifiesto ante nosotros.
Rápidamente entran unas suaves y preciosas guitarras, de lo más etéreo y dream-pop que podamos hallar en Deceiver, pero aquello es breve y al instante, los nuevos aires que envuelven a DIIV se instalan en el transcurso del álbum. Es «Like Before You Were Down» lo que tenemos sonando. Y la oscura belleza que late en el fondo de la canción, se templa con todo el sonido que hay en este track, menos espeso y estridente que el tema que lo antecede, este track es una extraña y pegajosa combinación entre las estéticas Shoegazing y Dream-Pop, mientras el Grunge se aleja un poco. La voz de Zachary tiene todo bajo control.
Vamos al tercer track, es «Skin Game» y la banda sigue demostrando la incursión en nuevos sonidos. Los riffs un poco (o mucho más) inusuales que los que los caracterizaron, son aquí el escenario perfecto para mostrarse de la mejor forma. No porque todo sea suave (y perfectamente) ejecutado es menos oscuro el ambiente de estas canciones. Una cosa no quiere decir la otra. El disco hace que te recorra una sensación doble, por un lado, hay mucha densidad negativa y, por otro, mucha densidad positiva (o más que positiva, es el rigor etéreo de sus antiguas canciones, aquí mostrando de forma distinta). Pero es un poco ingenuo quedarse solamente en eso, estas canciones son el resultado de romper ambos polos para así abrir paso a un nuevo caudal de sonidos que por largo tiempo deberemos dirigir de la forma que nos plazca.
Llega «Between Tides» y la suavidad otra vez se instala en el álbum. No es una canción para sonreír especialmente, es como para bajar los brazos y reflexionar un poco. Hay presentes sensaciones que te atreves a mirar comúnmente aquí, las que son afrontadas por los músicos en cuestión. La opaca suavidad de en el tema continua, y el canto a dos voces entre Zachary Cole Smith y Colin Caulfield es realmente notable. Creo que ya es tiempo también para destacar la producción del álbum. Lo que más impacta es lo limpio y templado en la ejecución de los instrumentos. Aun cuando todo revienta, hay una sobriedad que recorre todo y logra contener las bajas vibraciones (que extrañamente nos atraen) de este conjunto de notables canciones.
«Taker» comienza con una sonora y ricamente rítmica lentitud donde todo suena a la perfección, sigue construyendo la nueva imagen de la banda. También cantada a dos voces, tenues y protagónicas, la trama de sigue desenvolviéndose entre guitarras cargadas de efectos y otras que no tanto, pero eso y además de eso, todo es una contribución para constatar la actualidad de los músicos que, según algunas informaciones, compusieron gran parte del disco de gira, especialmente junto a la banda de Blackgaze, Deafheaven, instancia para esbozar la hipótesis de que el contacto inevitable con una banda como esa, ensombreció su sonido. Interesante idea, pero hay que tener cuidado y abstenerse rápido para considerar verídico aquello.
Más allá de lo anterior, comienza el séptimo track del álbum, «For The Guilty» y, al parecer, el momento de catarsis está llegando a lugares de insospechada claridad y un horizonte más pleno, tranquilo, dichoso y de pensamientos de motivación, pueblan la tónica de esta grandiosa canción que nos lleva a otra área del disco. Al parecer, la luz ha tocado el corazón de Zachary y compañía, al dejarnos de lleno al puro deleite con la incómoda alegría de este track.
Entran al unísono guitarra, batería y bajo perfectamente complementados para luego sobresalir un iluminado arreglo de guitarra y luego Zachary frasear en los primeros segundos de «The Spark», y la luz que ha tocado su corazón continúa también extendiéndose en este track, en el que el taciturno sopor (que tanto amamos) de las primeras canciones es abandonado, para reabrir trazos de completitud y reinvención, propias. A pesar de lo suave de la canción hay riffs de guitarra en extremo ruidoso, que acompañan sigilosamente algunos pasajes de la canción, pero el arreglo inicial vuelve y todo lo torna tranquilo y dichoso. “The Spark” es la banda sonora perfecta para subirte el ánimo o acompañarte en un gran día.
Vamos con «Lorelei», y sorpresivamente ya poco queda del álbum. Aunque estas tres últimas canciones tienen mucho que transmitirnos y hacernos sentir. La canción hace más lentas las cosas que en las canciones anteriores, y en su lentitud lo más característico de este nuevo DIIV se despliega sin ningún problema. La voz no desaparece casi en ningún momento, y es una buena señal tener la constante expresión de Zachary quién, además de musicalizar las variadas melodías de este trabajo, añade todo su componente personal para establecer un lazo indestructible entre vida y música, entre música y vida.
Un perplejo e hipnótico ritmo Post-Punk se hace presente y hay otra cara creativa de los neoyorkinos. Qué poderoso bajo galopa en lo largo de la canción. Batería y guitarras perfectamente equilibradas para seguir la dirección de los cantos de Zachary. Es “Blakenship” y lo ruidoso no tarda en entrar en acción a la canción y en un estribillo todo se alienta a recobrar el espesor propio de las primeras canciones. De alocados compases entre voces corales y guitarras con arreglos agudos en los que me da la impresión de que hay como una honda y divertida incomodidad que los recorre.
El álbum está por acabar. Son los minutos finales, donde todo vuelve a hacerse más lento y es el inicial sopor de «Acheron» lo que suena. El bajo toma más protagonismo. Poco a poco, todo se va haciendo más esclarecedor. Pero los primeros compases otra vez toman las riendas de la canción. El canto apasionado de Zachary recubre casi todas las melodías de la etérea balada final de Deceiver. A la mitad de la canción todo toma súbitamente otro rumbo, pero sin perder su pasado. Un ambiente de liberación comienza a batir las alas tenuemente. La intensidad baja, pero no tarda en volver con más fuerza aún. El riff final de repite y repite cada vez tomando más fuerza. La catarsis llega a su final. Es un nuevo comienzo aún inconcluso.
A fin de cuentas, Deceiver y sus 10 canciones, además de pasar a ser instantáneamente parte del catálogo predilecto de todo consumidor de álbumes de corte rock alternativo más todas sus variaciones, es también un diario de vida en el que, atravesando tus propias sombras gracias al variado rock suave y espeso de esta última placa, hay una historia personal que logra zafarse de lo peor, para así renacer bajo su propia ley, es decir, a través de la música y de la amistad.