El próximo martes 17 de septiembre, los rockeros de Chile tendrán la mejor previa posible a las Fiestas Patrias: el gran concierto de Journey y sus muy especiales invitados, Deep Purple. Una jornada cargada de nostalgia a cargo de dos enormes bandas históricas del rock, que también tendrá como participantes a los chilenos Aleste. Una velada imperdible con dos clásicos imperecederos que por más de 50 años han recorrido el mundo con canciones inmortales que son himnos de la música popular de todos los tiempos y que se llevará a cabo en el Estadio Santa Laura – Universidad SEK.
El recinto deportivo de la comuna de Independencia ha tenido sobre sus pastos a diversos espectáculos masivos. Sin ir más lejos, el último concierto que ahí se realizó fue el festival Masters of Rock, el 30 de abril de 2023, que encabezó Kiss y en el que también participó Deep Purple. Si bien ya habían venido muchas veces antes, esa fue la primera vez en Chile de los púrpuras con su nuevo guitarrista, Simon McBride, quien demostró que su aporte, y los 30 años menos que tiene en relación con sus compañeros, han sido rejuvenecedores para la banda. A través de una hora y 20 minutos de show, repasaron lo mejor de sus himnos y brindaron un espectáculo musical macizo que destacó como el de mayor despliegue de virtuosismo del evento.
Aquella fue la segunda vez en que se presentaron en el Santa Laura, mismo coliseo que fuera el primero que los acogió cuando nos visitaron por primera vez, el 27 de febrero de 1997. Esa tarde de verano fue muy calurosa. La expectación por ver a esta banda por primera vez era tan alta como la temperatura. También se trataba de una primera vez para un guitarrista: el genio norteamericano de las seis cuerdas, Steve Morse, debutaba en Chile en su nuevo rol con los ingleses, debiendo llenar un vacío que aún dolía entre los fanáticos. Ritchie Blackmore, insigne maestro e icónico guitarrista del grupo, los abandonó en 1993 y el rubio reemplazante se subió al tren para darles un nuevo aire que quedó plasmado en el disco Purpendicular de 1996, altamente valorado por muchos de sus fans, algo despreciado por otros debido a la diferencia de estilos de ambos. Los seguidores chilenos, además, meses antes tuvimos la oportunidad de ver por primer y única vez a Blackmore en nuestro país en un concierto realizado en el Teatro Caupolicán junto a su banda Rainbow, el cual fue la realización de un sueño. Por lo mismo, ahora estaban todos los ingredientes sobre la mesa para asistir a un nuevo momento histórico.
El sol aún no se ponía del todo cuando comenzaron a tocar “Hush” como apertura de su presentación. La locura fue total. Tan demencial como la caótica entrada al recinto, totalmente desbordada por la masa y la conspiración de la nula e inexperta organización. Pero ya adentro, la idea era disfrutar por completo el momento. Luego de esa primera canción, la siguiente fue “Fireball”, cuyo desenfreno desató aún más a la salvaje audiencia que, durante su interpretación, comenzó a la torre de luces y sonido instalada al centro de la cancha. Al terminar el tema, la estructura no soportó el peso de sus invasores e inevitablemente colapsó, generando un desastre enorme que, en principio, pensamos que más de algún fallecido pudo dejar. Por suerte, no fue así. Pero las condiciones para continuar estaban difíciles y la gente no se quería ir. El “no nos vamos ni cagando” sonó fuerte y constante. Al cabo de largos minutos, se decidió continuar, pidiendo a la gente paciencia para arreglar lo más posible la situación, tanto en lo que a la atención de heridos respectaba, como a las condiciones técnicas para seguir tocando. Cuando los músicos retornaron, el sonido estaba muy alicaído y sin duda no fue el mejor, pero ellos continuaron hasta el final y cerraron con “Highway Star” un show muy esperado pero tan vilmente arruinado por inadaptados que estropearon todo poniendo en riesgo sus propias vidas.
Esta nueva oportunidad en el Santa Laura fácilmente podría ser la última. La final. Porque Deep Purple está en una etapa en que cualquier visita ya puede ser la última. Su cantante, Ian Gillan, con 79 años encima hace un trabajo digno aún, pero lejano a lo que solía ser. Se le ve frágil y es inevitable no experimentar una mezcla de sentimientos al verlo en el escenario. Pero ellos siguen adelante. Este año sacaron un nuevo disco, el primero con McBride, titulado =1 y ha tenido bastante buena crítica. Ellos no tienen planes de detenerse y eso es válido, más allá de lo que nosotros podamos pensar, más aún escuchando el disco que da cuenta de que siguen muy vigentes haciendo música de gran nivel e interpretada con clase y virtuosismo. Sea o no el último baile, lo que tenemos es el presente y ahora solo tenemos el deber de ir y disfrutar de estos emblemas del rock que por siempre permanecerán en los libros de la historia de este género musical.
Las entradas a este gran evento están aún disponibles a través del sistema PuntoTicket:
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