Por Francisca Neira.
El próximo viernes 21 de marzo, en el marco de Lollapalooza Chile 2025, se presentará en nuestro país uno de los más reconocidos exponentes del funk argentino, Dante Spinetta. Aunque, en honor a la verdad, dicha presentación puede resultar insuficiente si hacemos un repaso por la extensa y variopinta carrera del músico y, más aún, si valoramos su aporte a la consolidación de una escena transandina noventera que sigue produciendo grandes éxitos hasta hoy.
Si bien se espera que el show de Spinetta en el festival se centre en su último trabajo, el súper funk Mesa Dulce (2022), conviene entender la evolución que lo trajo a esta producción que contó con la participación de los más jóvenes Trueno y Ca7riel, además de Michael B. Nelson.
Tal como su apellido permite inferir, Dante siempre estuvo ligado al mundo de la música a través del entorno de su padre, la leyenda argentina Luis Alberto Spinetta; sin embargo, sus primeras incursiones musicales las realizó siendo un adolescente, junto a Emmanuel Horvilleur en el dúo Illya Kuryaki and the Valderramas, con quien debutó en 1991 con Fabrico Cuero, un disco que contó con una estructura rapeada en las voces de ambos vocalistas complementada con bases pseudo electrónicas y samplers extraños más rítmicos que melódicos. Aunque las letras de este disco tuvieron una gran carga de crítica social, se dejó ver el humor irónico y desenfadado que caracterizó todos los trabajos de la dupla y que, en gran parte, los llevó a enarbolar una identidad propia que no se conformó con estar al alero de la fama paterna.
Tras Fabrico Cuero vino Horno para Calentar los Yeguas (1993) y, en 1995, Chaco y la fama desatada gracias a una aparición en la revista Rolling Stone y la rotación permanente del single “Abarajame” en MTV Latino. Musicalmente, este disco evidencia un crecimiento considerable en el sonido que ya comenzaba a introducir de manera clara elementos del funk y el rock como los bajos profundos, teclados y voces melódicas en tonos muy altos y muy bajos. De la misma forma, las líricas evolucionaron hacia una poética más críptica que parecía evocar paisajes urbano-marginales romantizados sin perder la dureza e, incluso, violencia de las primeras letras. El aspecto lúdico esta vez se dispuso en la estética de la banda, orientalizada hasta casi la caricatura, ochentera y más propia de los barrios chinos latinoamericanos que a los verdaderos países asiáticos.
De aquí en adelante vino la grabación de un MTV Unplugged y la edición de siete discos de estudio hasta 2016, tiempo y trayectoria en la que pulieron su sonido, colaboraron con diversos artistas, como Natalia Lafourcade, sus letras se mantuvieron siempre irónicas y transgresoras y se tomaron la libertad de moverse por distintos estilos que no necesariamente habían tocado antes, como el rock, la electrónica y algunos ritmos más tradicionales, como la cumbia, y populares, como la balada. Toda esta fue, por decirlo de alguna forma, la escuela de Dante Spinetta, quien en 2001 en un hiato de IKV comenzó su carrera solista, portando todo este aprendizaje y utilizándolo como una catapulta para nuevas creaciones.
En 2002, se publicó Elevado, el primer trabajo de Spinetta como solista, donde se aventuró a composiciones más íntimas, pero sin desligarse completamente del sonido que había cultivado junto a Emmanuel Horvilleur, además de mantenerse considerablemente vinculado al hip hop, ritmo al que había adscrito desde sus inicios. Sin embargo, fue en 2007 que El Apagón marcó el despegue definitivo de la carrera individual del músico, quien agregó un elemento totalmente rupturista respecto de sus trabajos anteriores: la influencia del reguetón que no apareció de manera invasiva como para marcar un cambio de estilo o la intención de dar un giro a su carrera, sino que se presentó como una melodía subyacente a un hip hop latinizado y con claras reminiscencias noventeras que lo hacen más oscuro de lo que se podría pensar a partir de esta (u otra) descripción. El abanico lírico, en cualquier caso, no se acercó a las tradicionales letras del reguetón comercial, sino que se centraron en sus problemáticas personales, reflexiones acerca del paso del tiempo y la infaltable crítica al sistema.
Luego vino Pyramide (2010) que rompió en gran medida la oscura sonoridad que los dos discos anteriores proyectaban para volver a una esencia más bailable, fiestera si se quiere y, por cierto, mucho más cercana (de vuelta) al funk que ya había predominado en algunos trabajos de IKV.
Siete años más tarde, Puñal vio la luz. Un disco maduro, muy melódico e íntimo donde la voz de Dante tiende a recordar la de Luis Alberto, pero en una clave soul, moderna y cadenciosa que suena sobre una base de beats y guitarras que nos recuerdan la característica ecléctica que no abandona el trabajo del músico y que ha profundizado en todos sus trabajos posteriores hasta Mesa Dulce (2022), su último y muy aclamado disco en el que se pavonea de todo lo aprendido en esas mezclas y cambios anteriores, como un camaleón que cambia los colores por sonidos y que en vez de camuflarse en ellos los absorbe todos para expulsarlos en una amalgama de tonalidad propia y única para entregar un lujo de LP que, sin dudas, prenderá la fiesta de Lollapalooza Chile 2025.