Concierto dramatizado de la obra “Los Miserables”: Rememorar los clásicos nunca está de más
Teatro San Ginés, 23 de junio 2017.
Por Jorge Fernández.
Para hablar de “Los Miserables” hay que trasladar la mente hasta la primera mitad del siglo XIX en una Francia oscura, derruida y con una sociedad abatida por la ambición, las malas prácticas y el interés propio. Y es que Víctor Hugo, su autor, logró fama mundial al desnudar el contexto histórico que se desarrollaba por aquellos tiempos.
La obra ha sido mil veces representada, cantada y recitada, sin embargo, no pasa de moda y siempre es un placer ver una puesta en escena que haga alusión directa a la historia. Una de estas versiones es la que se está presentando en el Teatro San Ginés desde el pasado viernes 23 de junio.
La historia es conocida. Sus protagonistas también. Jean Valjean, un hombre condenado por robar una pieza de pan, escapa de su presidio y es perseguido incansablemente por Javert, policía obsesionado y despótico. En el transcurso de los años, junto con esta persecución, van apareciendo diversos personajes en la vida de Valjean. Así nos encontramos con Fantine, su hija Cosette y el temerario Marius, solo por mencionar a algunos. Todo gira en torno a los vicios, los pecados, el perdón y los aires de revolución. El título habla por sí solo: No hay cabida para la felicidad perpetua si no es por medio de la muerte y la tranquilidad que esta te puede dar.
En escena, hay una docena de actores que desarrollan diversos papeles conforme transcurre la obra. Con voces estridentes, van construyendo este concierto dramatizado, subrayando los principales pasajes y marcando a fuego, los sentimientos de quienes disfrutamos desde nuestros asientos.
El escenario no es opulento. Unas cuantas sillas y uno que otro objeto trascendental dando vueltas por ahí. Lo justo y necesario, por supuesto. El candelabro que se lleva Valjean, El trapo sucio utilizado por Cosette y la mecedora descuidada donde se posan los cuerpos desolados de la desgraciada Fantine o del mismísimo protagonista. Además de ello, hay un telón de fondo, donde se proyectan imágenes de los momentos que forman parte de la historia relatada, entrecruzada con síntesis de las acciones que en escena se dan por realizadas.
Los micrófonos están puestos al borde del escenario bajo distintas posiciones, porque los que se acercan a ellos, no siempre están de pie. Hay quienes cantan su dolor de rodillas, atados de pies y manos o sufriendo el tormento del gélido suelo que acentúa aún más su inmundicia. Las luces generan el toque final de la buena puesta en acción, pues mientras un foco mortecino alumbra a quien ha tomado la palabra, los demás están apagados, remarcando no sólo el poder de la oscuridad sino la triste realidad de aquellos que por tanto tiempo, vivieron entre las sombras.
En esta versión de “Los Miserables” hay talento y pasión que se desborda. Los matices los genera el silencio, la música de fondo y el potente tronar de las gargantas que cantan al unísono por el amor, por la injusticia y por el perdón. Perdón que tarda en aparecer, pero que, por medio de las acciones, al final siempre llega.
Rememorar lo clásico nunca está de más. Hacerlo y quedar conforme, es un verdadero acierto. Serán sólo 6 funciones distribuidas en dos semanas, por lo que son varias las posibilidades para no perder la oportunidad de ver el final de Valjean y de su séquito de miserables seres desgarrados por la realidad que les tocó vivir.