18 de Abril 2023.

Por Manuela Beltrán.
Fotografías por Javier Martínez.

El punto de vista de las mujeres en las letras y en la música es siempre importante que se exprese en toda época y en toda libertad. Parece algo evidente, pero en 1992 el disco Que me parta un rayo se presentó disruptivo al mostrar a una mujer con guitarra eléctrica como la solista principal de una banda. Aquel disco, o más bien cassette, trascendió a América Latina y sobre todo a Chile como la banda sonora de la vida de muchas generaciones por venir. La noche del martes 18 de abril se celebraron en el Teatro Coliseo, los 30 años de este clásico de Christina y los Subterráneos, con un público multigeneracional fiel y emocionado. Si bien ya se había presentado en el Festival Primavera Sound el año pasado, esta es la gira de aniversario que contempla conciertos en varias ciudades de Chile.

Una luz verde de laser desde el escenario dio la señal para que el concierto empezara. Entre gritos en la oscuridad la banda se acomodó y como una explosión de reminiscencia estallaron los instrumentos, se encendieron las luces y con su cabellera danesa meciéndose rockera, comenzó la más clásica y autobiográfica de las canciones de Christina Rosenvinge. «Tú por mí» fue coreada estridentemente por todo el Teatro Coliseo, de principio a fin y con la ansiedad de quien empieza a cantar antes siquiera que comience la siguiente estrofa.

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Casi sin pausa siguieron con «Tengo una pistola». Fieles a los mismos sonidos del pasado, las canciones no parecieron cambiar a como sonaban a las grabadas de estudio. Su actualización a un formato un tanto más eléctrico y más rockero permanece fiel a lo original, incluso sumándole las sólidas voces de apoyo de los tres chicos de la banda actual. «Estoy viviendo un milagro”, comenta Christina para empezar a dialogar con el público. “Nunca pensé que cuando estaba haciendo estás canciones, estaría cantándolas 30 años después”. Durante todo el concierto, la compositora introduce varias canciones entregando pequeñas reseñas de cómo las compuso, “hay cosas que no cambian nunca”, dice. Así empieza «Alguien que cuide de mí», “Buscando algo que no tenga nada de malo y que tenga algo de bueno» según comenta. En los pocos momentos que no está con la guitarra colgada, se mueve por el escenario con dejos teatrales, con aires y pinta de Patty Smith.

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La madrileña cuenta como «Ni una maldita florecita» fue compuesta luego de un viaje amoroso a Paris con el que después se convertiría en el padre de sus hijos, el escritor Ray Loriga. Así mismo para «Pulgas en el corazón» contó cómo adquirió inspiración frecuentando un salón de billar noventero, en el cual “pasaban muchas cosas y me la pasaba escribiendo secretamente sobre lo que hacía todo el mundo. Pero ellos nunca lo supieron. Sólo se dieron cuenta que estaban en la canción hasta que se editó el disco. Me dijeron *has hablado muy poco de mí, ¿acaso no te importa?*”.

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Luego, el teclado blusero y la armónica interpretados por Charlie Bautista otorgaron un especial ambiente nostálgico a la canción que claramente Christina Rosenvinge lleva bien profundo. La canción «Señorita» pareciera compartir mucho más que la autoría con su antiguo compañero, Ray Loriga. Al señalarlo en otra historia de su vida: “Esta es la única letra que yo no he escrito en toda mi carrera. Sólo está y es un acto de amor. Él quería ser escritor y yo tenía está melodía que hablaba de una señorita y le dije que escribiera él la letra. El hizo la letra y el estribillo. La segunda y la tercera colaboración que hicimos juntos son personas de carne y hueso”.

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Las canciones siguientes subieron el decibel del clamor del público en el teatro. «Las suelas de mis botas» y «1000 pedazos», ambas tocadas con el capodastro en el décimo espacio de la guitarra Fender de la cantautora, sonaron fuertes y arrebatadas. Los arreglos de la segunda canción parecieron ser los más distintos a la versión original, una tierna renovación que fue cantada a coro, a destiempo otra vez, por quienes ansiaban escucharla. A pesar de que la canción relata un corazón roto de hace más de treinta años, la cantante la terminó con los brazos levantamos y sacudiendo las manos en el aire, como soltando aquella vieja energía del pasado o quizás para no llevarse la sustancia emocional que sus oyentes, por generaciones, han hecho suya con sus propios desamores.

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“Os quiero decir una cosa. Si te hace sufrir ni te merece. Decidlo conmigo” pide Christina. “Si te hace sufrir…”, “¡No te merece!” responde el público. “Y si te hace sufrir, que se vaya a tomar por culo”, sentencia. Con aquellas sabias palabras se cambia el discurso del relato romántico que tiene la misma narrativa de las canciones que componen Que me parte un rayo. Allí conviven las pistas anteriores que expresan experiencias de mucha vulnerabilidad emocional, conviviendo al lado de liberadora «Yo no soy tu ángel». Esta última fue acompañada de mucha complicidad musical y mucho swing, con bailecitos con el guitarrista y corridas por el escenario al lado de una rápida batería. Juguetona, Christina agarra unos lentes de sol desde el público y se los pone, luego una flor y cuando la letra reza “Que me parta un rayo si me quedo aquí”, lanza un grito energético. Luego, con su guitarra comienza a subir el volumen y las ganancias para pasar a la clásica «Voy en un coche». Más eléctrica que la original, hace que todo el teatro baile, y Christina se lanza al piso levantando las piernas al terminar.

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La banda compuesta por Juan Diego Gonsálvez en batería, Alex Flaco Hernanz en bajo y Charlie Bautista en guitarra eléctrica y teclados, vuelven dos veces más después de las pausas. La primera lo hacen con las bufandas que llevan estampadas el nombre del disco y de la gira. Presentan dos canciones del disco Mi pequeño animal de 1994, las clásicas «Mi habitación» y «Pálido». En la segunda parte un poco más larga la cantante nos presenta las canciones más nuevas de su repertorio. “Bueno chicos vamos a cambiar de siglo. ¡Una ya tiene edad y tiene una carrera que abarca siglos!”, bromea. Las canciones «Negro cinturón», «La distancia AD» y «Ana y los pájaros» fueron bien recibidas, pero claramente había una distancia de las antiguas canciones. Finalizaron con la canción «Anoche», en la que la cantante eligió dos personas del público, un chico y una chica, para subir al escenario a cantar con ella. La pareja de fanáticos compartió el micrófono mientras cantaron al lado de la protagonista que se mostró siempre muy cercana y humilde.

Cristina Rosenvinge se consagra con este disco como una cantautora clásica que ha hecho una contribución importante a la música hispanoparlante. Sus letras y otros escritos los compartirá en su libro “Debut cuadernos y canciones”, que será presentado próximamente en Providencia. En comentarios que ha hecho sobre este libro y sobre sus canciones Christina dice: “yo olvido muchas cosas, pero mi memoria preserva detalles de cada una de las canciones que he escrito. La función de la memoria como un mecanismo de defensa para salvarse del peligro”. Las canciones de echo están muy asociadas a la memoria emocional y qué interesante ejercicio el volver a visitar, analizar y celebrar el pasado con un repaso por canciones que han acompañado la vida de tantas personas, celebrando la amistad entre mujeres, celebrando la libertad tanto emocional como material y homenajeando la vulnerabilidad. Debe ser por eso que después de 30 años este disco sigue vigente.

Setlist:
Tú por mi
Tengo una pistola
Alguien que cuide de mí
Ni una maldita florecita
Pulgas en el corazón
Señorita
Las suelas de mis botas
1000 pedazos
Yo no soy tu ángel
Voy en un coche

Encore 1:
Mi habitación
Pálido

Encore 2:
Negro cinturón
La distancia AD
Ana y los pájaros
Anoche

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