Por Juan Pablo Ibarra.
Es una gran emoción hablar de este trabajo. Bajo nuestro criterio, no hay nada que en él sea un desperdicio, ya que posee una especie de estable armonía, la que desde “It’s Over” hasta “Gathering Wans”, jamás decae y, además, varía el espectro de su repertorio con ideas no tan rebuscadas y que, tomando referencias musicales de los años 70’s u 80’s y hasta cosas más actuales, crea un repertorio simplemente hermosísimo y perfecto.
La música de estos chicos, pertenecientes al prolífico sello Dais Records -por más cliché que pueda sonar- hace bien. Sí, hace muy, muy bien para el espíritu y el cuerpo. Bajemos a tierra un poco. Contextualizando, esta agrupación de Salt Lake City, Utah, a la fecha, cuenta con discos publicados (bajo el mismo sello discográfico), siendo el primero (muy recomendado también) Passive With Desire, del año 2017. Luego de este, y pasando por demos, sesiones en vivo y sencillos, acaece esta verdadera joya de la música.
Uno de los elementos que más resalta en estas dulces melodías, es la voz, de la cual se encarga el líder de la banda, Adam Klopp. Una que, con su timbre, nos recuerda de inmediato a artistas de la índole de David Bowie o Morrissey. Y aquello no es algo menor, ya que estamos hablando de artistas que, en parte, se caracterizan profundamente por esto. Pensemos, en el tema “Complainer”, el que nos lleva a rememorar los mas gloriosos pasajes de The Smiths, por ejemplo.
Este álbum, además, es muy preciso. Todo va directo al grano, con canciones retraídas hacia aspectos pop en general. Aspecto que contrasta con otro punto esencial en la propuesta de Choir Boy, y que tiene que ver con el look, con su estética. Ya que estos muchachos, se muestran góticos y también con algo de post punk (revival) en su vestimentas, y obviamente, en su música.
Lo que nos hace a pensar que hay allí también otro tremendo acierto que radica en la originalidad que emerge de estos hermosos tracks. Logro que en nuestra opinión ha sido como conseguido sin la necesidad de haberlo perseguido, ya que las presentes melodías no denotan mayores complejidades, tanto premeditadas como establecidas en las canciones mismas. Lo que sí, es una placa que, en su totalidad, está lleno de detalles muy inesperados, los que añaden más color y dinamismo en la medida en que el disco corre.
En ese sentido, nuestra fascinación por este álbum, también se liga al hecho de que algunas bandas de estos estilos (desde el new wave hasta el post punk actual) caen en una especie de “canon”, lo que de algún modo les cierra la oportunidad para que, a partir de sus propias propuestas, hagan algo novedoso y sobresaliente a partir de tales géneros.
Gathering Swans nos regala aquello. El ser un caso atípico dentro del arsenal de estas categorías en general, de los cuales, la mayoría adoramos.
Un esfuerzo como este, puede recaer en muchas generaciones de amantes de la música, desde los años setenta en adelante, y hasta la actualidad, pero sin caer en la nostalgia de replicar el pasado y tampoco en la exageración por extremar las formulas vanguardistas de la música.
¡Qué más podemos pedir! Si canciones como “Sweet Candy”, “Eat the Fog” o “Toxic Eye” son cautivadoras desde el primer instante. Cuestión que también decimos del disco por completo. El que probablemente sea un fijo candidato para ser uno de los mejores del año. La fuerza, la delicadeza, la dulzura de sus canciones es tan fuerte, que nos devuelve un hálito de luz y esperanza para el futuro. Aún no lo creemos, pero es real. Gathering Swans es un imprescindible. No hay más palabras.