Banda invitada: En Mi Defensa.
13 de agosto 2024.

Por Carlos Barahona.
Fotografías por Marcelo González.

Esta reseña no será como otras de las que he escrito para mi querido Parlante. Esta particularmente viene cargada de vivencias personales. El año 2009, luego de un par de años viviendo en la capital, llegué al extinto Centro Cultural El Abasto – invitado por una gran amiga de esos años y que perdura en el tiempo – a una tocata de hardcore punk. Lo poco que conocía en ese tiempo era Misfits, herencia musical paterna y un dvd pirateado que había en mi casa de La Serena, lleno de documentales musicales, dentro del cual estaba el “American Hardcore”. Algo sabía de música, rabia e inequidades. Súmenle a eso tener una discapacidad física y siempre ser el distinto, el raro, el diferente.

Pero algo cambio en mi ese día en El Abasto. Ver a bandas como Entrefuego – con Jero Ruiz a la cabeza hablando de resistencia, veganismo y demases, mientras entregaba el micrófono al rabioso público en un acto catártico, furioso, pero lleno de camaradería – o Contra Todos Mis Miedos, derrochando juventud y potencia, cuando al unísono decenas se tiraban del escenario, con sonrisas en sus bocas y vociferando canciones como “Entropía” o “Cuando”. Eso nunca lo había visto en mi vida. Fue impactante y acogedor a la vez. Pero lo que más me sorprendió fue ver a los integrantes de las bandas compartiendo como pares luego de cada espectáculo, solidarizando en la venta de merch, vendiendo comida vegetariana / vegana. El hazlo tu mismo tocó mi puerta y nunca más se fue.

De ahí en adelante me zambullí en esta movida, la hice parte de mí y forjé mi identidad hasta el día de hoy. Han pasado más de 15 años y aun sigo considerándome hardcore punk. He ido a cientos de shows autogestionados, he acompañado a bandas en sus giras, he escrito en fanzines. No fue una fase, no fue una moda. Conservo vínculos y lazos para toda la vida. Aprendí a que entre nosotros y nosotras nos apañamos contra este sistema que es cada vez más individualista y egoísta. La discapacidad no fue una limitante en este lugar. Todo lo contrario, fue comprendida y entendida como una etiqueta de exclusión social. Me abrazaron y me dejé abrazar también. Es cierto, como muchos espacios, está lleno de imperfecciones, propias de nuestra generación, como actitudes patriarcales y exceso de consumismo, pero me quedo con la resistencia en la que nos cobijamos hasta el día de hoy.

Y desde esos años, Bane es una banda que me acompaña hasta el día de hoy. Los muchachos de Massachusets con sus riffs furiosos y tiernos, a miles nos han dado esperanza de que, si bien quizás no podemos cambiarlo todo, si podemos resistir y cuidarnos mutuamente en esta movida. Lo de anoche martes 13, no fue mala suerte. Fue una bendición. Luego de muchas tormentas, Aaron Bedard y compañía volvían una más a este terruño maldito por el neoliberalismo. Sala Metrónomo fue un punto de reencuentro con viejas y nuevas amistades. Llegar y encontrarte a muchachos de bandas, sellos y distros independientes, compartir un abrazo, un beso, hablar sobre nuevas y viejas bandas, como va la vida adulta con sus vericuetos, nos hizo sentir más compenetrados que nunca.

Y a nivel de espectáculo, nadie mejor que los muchachos de En Mi Defensa para abrir el circle pit, los stage diving y los sing along. Con 20 años en el circuito local, y con varios cambios en su formación, mantienen su esencia, su sonido, su identidad. Abrieron con “Elefante”, parte de su última placa a la fecha y el ritual se dio por iniciado. Con un sonido sólido en guitarras, un bajo galopante, una batería consolidada y una voz furiosa, la combinación del grupo es letal. Diez temas en casi una media hora de show, fue suficiente para que el recinto de Bellavista lo diera todo. Mención especial para tracks como “Deshacer, desmontar, destruir”, “Riqueza y poder” y “Apostando a ganar”, con los que la vieja y la nueva escuela se amalgamaron en una comunión de resistencia y energía. Enhorabuena por los EMD, de quienes se espera que pronto salga nuevo material, algo que vendría a seguir refrescando la movida, algo alicaída, pero siempre en pie.

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Luego de un breve hiato, comenzó la masacre sonora. El sonido del Boston Hardcore se hizo presente. Una escuela única, reconocible como influencia en un montón de bandas locales. “Count me out” del Holding This Moment, dio paso a la catarsis colectiva. Uno de los detalles en la sala fue que no había barricada para los fotógrafos, emulando a lo que pasa en una tocata clásica de hardcore. Esto no era un espectáculo cualquiera: era uno de hardcore punk y los códigos se respetan. La posibilidad de ver a gente volar por los aires, ser recogida por la audiencia, y seguir tan amigos como siempre, es impagable. “Final Backwards Glance», un himno que evoca la nostalgia y la lucha contra el inevitable paso del tiempo. Este tema, extraído de su álbum Don’t Wait Up (2014), es un recordatorio de que, aunque el final esté a la vista, el viaje ha sido glorioso. La letra, cargada de reflexión y resignación, llevó a la audiencia a un estado de introspección colectiva. «End it Up», Bane mantuvo el ritmo frenético, un llamado a no rendirse, a mantener la llama viva hasta el último aliento. Uno de los clímax de la velada llegó con «Can We Start Again», un clásico de It All Comes Down to This (1999), donde el deseo de redención y la esperanza de un nuevo comienzo resonaron con fuerza. La conexión entre la banda y el público fue palpable, como si todos compartieran un anhelo común de poder reiniciar, de encontrar una segunda oportunidad en medio del caos. «F**k What You Heard», con su crudeza y honestidad, sacudió a los asistentes. Este tema es un grito desafiante contra las mentiras y las falsas promesas, una verdadera declaración de principios. «Swan Song» fue un momento de catarsis, una despedida melancólica, pero a la vez llena de agradecimiento. Este tema encapsula la esencia del quinteto: un viaje lleno de luchas, pero con un final que honra todo lo vivido.

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Con «Some Came Running», la banda evocó la urgencia y la necesidad de acción. La letra, cargada de fuerza y determinación, es un llamado a no quedarse atrás, a correr con todo lo que uno tiene, una metáfora perfecta de lo que ha sido la carrera de Bane. «My Therapy», una oda a la música como salvación, resonó con una sinceridad brutal. Parte de «The Note», esta canción es un testimonio de cómo el hardcore ha sido para muchos un escape, un refugio, una forma de terapia. El momento más emotivo de la noche llegó con «Calling Hours», un tema colaborativo de Don’t Wait Up que se sintió como una despedida, pero también como una celebración de todo lo que la movida hardcore punk representa: unidad, amistad, y un lugar para todos aquellos que buscan un sentido en medio del caos.

El cierre con «Give Blood» fue un estallido de pura adrenalina. Esta canción, que da título al álbum de 2001, es el epítome de lo que la banda siempre ha sido: un combo que da todo lo que tiene, que se entrega por completo a su público, y que deja su sangre en el escenario, noche tras noche. Y para quienes somos parte de esta movida hace décadas, lo de anoche fue una afirmación de lo que somos y seremos: un espacio de furia, cariño, cuidado y autogestión.

Luego de finalizado el show, pasó lo que siempre pasa, los integrantes bajaron del escenario a conversar con la muchachada presente. Se tomaron fotos, conversaron y agradecieron humildemente a cada uno de los asistentes. Esa es nuestra esencia como movida. Bane no solo dio un concierto; ofreció una experiencia visceral, un recordatorio de por qué su legado en la escena hardcore permanecerá imborrable.

Setlist En Mi Defensa:
Elefante
Riqueza y poder
Sangre sudor y lágrimas
Abstracción
Deshacer desmontar destruir
Herencia
10 horas
Soltar
Apostando a ganar
Los días se convierten en años

Setlist Bane:
Final backwards glance
End it up
Can we start again
F**k what you heard
Swan song
Some came running
Non negotiable
My therapy
Calling hours
Give blood

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