9 de marzo 2024.
Por Jaime Farfán.
Fotografías por Javier Martínez.
Ayer en el Teatro Coliseo hubo una reunión familiar. De amigos y camaradas de largas jornadas de batalla, de aquellas almas que se topan en las oscuras esquinas de la noche y que mastican en las muelas de atrás un antiguo resquemor. Es que el post hardcore latino está marcado por un trágico sino, la importante misión de denunciar las miserias del alma humana y proyectar luz sobre las partes ocultas de nuestra historia. Y ante la creciente ola de oscurantismo que está afectando a nuestra época, alimentada por la desinformación o incluso por el exceso de información, estos viejos gigantes se levantan, se sacuden el polvo y se lanzan de nuevo al ruedo, ya que en el escenario son los mejores gladiadores. Casi medio siglo de música en conjunto, expusieron anoche los chilenos de Asamblea Internacional del Fuego junto a los transandinos de Loquero, en una reunión esperada y necesaria que puso a rojo vivo el concreto del recinto de Nataniel Cox.
“A comienzos de los dos mil una noche de primavera ya habíamos tocado con Loquero en el puerto de Valparaíso invitados por el colectivo brujas, esa noche nos presentamos en un bar frente a la aduana” recordaban los chilenos de Asamblea unos cuantos días antes de la presentación de ayer. El camino de ambas bandas se entreteje en varios puntos, criados en las faldas de un punk local pujante y juvenil. Así se vuelven a reunir ayer, no tan jóvenes, pero con un espíritu combativo tremendamente aguerrido, cuando en la ruta han ido madurado su sonido, forjándolo desde los bares recónditos a destacados festivales europeos, haciéndolo más musculoso y aturdidor, una avalancha de rock que no solo se siente en los oídos, sino que también en los músculos y en las vísceras.
Sin ahorrar en potencial explosivo abren la ocasión los anfitriones, Asamblea Internacional del Fuego. Un nombre mítico inscrito a pulso en la escena underground nacional, liderados por la firme figura de Emilio Fabar, quien emerge poderoso, victorioso, surfeando las espesas ondas de distorsión que las tres guitarras acompañantes emiten imperturbables, apuntaladas en el bajo de José Miguel Canales y la implacable técnica percusionista de Gabriel Oporto. Abriendo con “Espectador-Ex-Espectador” queda claro que no es una jornada libre de amarguras, que se pueden sobrellevar mejor cuando es en conjunto. La mejor manera de atravesar un mate amargo es compartiendolo.
Emilio recita sus letras con constancia, azuzadas por su profunda voz, que ruge con la sabiduría de un león viejo en “Comunión” y la preciosa “Neltume”, uno de los cortes destacados de Dialéctica Negativa. Con una bandera palestina sostenida sobre los parlantes, la banda está consciente de las crecientes dificultades que afectan a la sociedad moderna, y no olvida a los compañeros que sufren y luchan en la franja de Gaza. “Desde el río hasta el mar, Palestina será libre” grita, antes de lanzarse en una rasposa pero emocionante versión de “El Sonido de los Helicópteros”.
Cerca de una hora y media dura la tormenta desencadenada por los chilenos, para entregarle el cetro a los argentinos de Loquero. La blanca cabellera de Yamandu Rodriguez, que no dejó de sacudirse durante todo el set, destacó como prueba de la madurez de la banda, que por allá por los años noventa dieron sus primeros pasos. Una propuesta cruda y honesta, símbolo de la rabia contenida que albergaba la juventud trasandina por aquellos años, y que logró capturar gran parte del espectro de esa amargura, combatiéndola con canciones que golpean más fuerte que una bala.
De un salto ingresa al teatro Chary, el carismático vocalista del grupo, quien dirige a su voluntad el denso muro de sonido que emite apoyado por los hermanos Almada, Ito en las baterías y Aku como bajista. No era la primera vez de los muchachos en el Coliseo, por lo que sabían a la perfección cómo llenar cada rincón del recinto de concreto. De esa maneras temas como “Uki Uki” y “Eutanasia” suenan absolutos, con capas casi indistinguibles entre el alto volumen, una cuna de ruido y distorsión, ideal para mecerse y dejarse llevar.
Los sonidos nuevos brillan en “Antisocial” y “Diábolo”, ambas canciones sacadas del disco recién lanzado por los marplatenses, Espíritu de 3 tonos, donde suenan incansables y revitalizados, golpeados pero listos para asentar un golpe certero en la siguiente batalla que les entregue la vida. Cooperando con la creciente fuerza del trap argentino y lanzando un interesante nuevo LP, Loquero está lejos de rendirse, igual que el resto de agrupaciones del post-harcore local. Muchos punks clásicos pero también nuevas generaciones se reunieron ayer en Coliseo, demostrando que mientras haya un espíritu cuestionador la música está lejos de morir, que la brasa está lejos de apagarse mientras haya alguien que la mantenga viva.
>>> REVISA NUESTRA RESEÑA FOTOGRÁFICA PINCHANDO EN ESTE TEXTO <<<