Por Manuela Beltrán.
Antes de las selfies e incluso antes de los celulares, en pleno auge de la escena alternativa, con hermosos 23 años, Shannon Hoon, vocalista de la banda Blind Melon, tomó una cámara y comenzó a grabar su propia vida. Acompañado de provincianos con semejantes ambiciones y gracias al padrinaje de Axl Rose, la banda nace exitosa, firma con Capitol y rápidamente se afianza con la canción «No rain» y el video de la niña-abejita. En numerosas cintas videocassete quedó registrado todo aquel abrupto ascenso a la fama, así como muchísimas tomas espontáneas de introspección artística, vida familiar, reuniones, llamadas telefónicas, soledades de hotel, backstage de conciertos y giras internacionales. El destino de Hoon es conocido, muerte por sobredosis el año 1995.
All I can say es un documental de cuidada estética, un hermoso retrato lleno de contrastes que muestra los cinco años en que el joven músico debe enfrentarse con sus atormentados demonios internos, mientras cumple aquel sueño americano de la banda de Rock. En una época muy televisada, en la que MTV parecía marcar la pauta musical, el registro casero de Hoon nos muestra una realidad distinta, muchísimo más visceral y tremendamente creativa. Sus imágenes narran un mundo interior profundo, a veces oscuro y a veces tremendamente juguetón. En una entrevista, escuchamos al mismo protagonista manifestarle a la periodista intenciones de acercarse al cine, y esa frase que pasa casi desapercibida nos muestra cómo su sentir no solo se materializó en una de las mejores voces del rock, sino también en el registro de un artista visual.
Existe algo de voyerismo en adentrarse en aquella intimidad, pero la curiosidad por ir cada vez más profundo en el mito del rockero que muere joven, es bien guiada por los tres cineastas que comparten el crédito con Shannon Hoon en la dirección en este documental. En un montaje que incluye collages y cuentas regresivas, Tarryn Gould, Colleen Hennessy, Danny Clinch demoraron cerca de 12 años en ordenar y montar todas las imágenes y grabaciones de este Found Footage para poder dar un punto de vista adecuado, y mostrarnos no sólo los típicos conflictos de un vocalista que rompe su habitación de hotel bajo la influencia de las drogas, sino también esta otra faceta en la que con un lente ojo de pez se graba a si mismo ante el espejo, en una playa lluviosa o en el parto de su hija.
No hay imágenes de fiestas donde las estrellas de rock estén todas juntas en carrete pesado. Sí vemos, durante unos segundos, a Lenny Kravitz abrazar al camarógrafo y lamer el lente, pero algo de aquel mito que acompaña a la industria del estrellato se rompe en este documental. No se alimenta ninguna imagen de falso ídolo para romantizar las adicciones, por el contrario este film nos deja un sabor amargo de que las drogas son un camino solitario y paranoico. Pero lo que si vemos es la vertiginosa sucesión de eventos, que nos lleva de concierto en concierto y que contribuyó con el agotamiento emocional del protagonista. Tanto uno de los primeros escenarios en Los Ángeles, en el que Shannon se cuelga del micrófono y da vueltas arriba del público, como uno de los últimos, donde escuchamos entera la canción «Soup» en Woodstock ’94.
De todas maneras no hay que ser un fan de Blind Melon para sentir empatía con este film. De hecho el éxito de «No Rain» probablemente jugó en contra para la banda. A pesar de ser un retrato crudo, en el que vemos la deformación en primer plano del rostro de Hoon, así como sus particulares cambios de look, este film es sobre todo un documental de autor(es), interesante de analizar, visual y subjetivamente. El honesto archivo en análogo, transformado al digital es un regalo póstumo de este cineasta interrumpido.