Por Rodrigo Guzmán.
Hace algo más de un mes, Nine Inch Nails lanzó su último trabajo de estudio en formato de reproducción extendida y, por supuesto, que de manera casi inmediata cada uno de los medios especializados dedicaron una vez más palabras elogiosas a otro disco del buen Trent Reznor. También quise divulgar mi profunda admiración, otra vez más, al hombre de Mercer, pero tras oír su último lanzamiento tendré, sinceramente, que matizar un poco esas ganas, porque Add Violence es un disco atípico, y aunque pertenezca al linaje o al menos comparta cierto ADN sonoro con discos como el fantástico The Fragile o el político Year Zero y, por supuesto, con Hesitation Marks y Not The Actual Events, mentado EP es un tanto complejo de aprehender. Es electrónica pura, pero no está ni al nivel conceptual de The Fragile ni de la concisión rítmico/melódica de Year Zero, e incluso del mismo Hesitation Marks, y tampoco se muestra tan sólido en el plano de la experimentación ambiental compleja como se presenta Ghosts I-IV.
Add Violence es un EP híbrido y múltiple, que busca conjugar casi todas las etapas de NIN, exceptuando la de Broken, caracterizada por una ira emergente que se traducía en gritos varios y pesadas distorsiones de guitarra. El mismo Reznor aseguró que esta entrega iba a ser la más accesible y, a la vez, la más impenetrable producida por el “conjunto”, oriundo de Cleveland, que desde Not The Actual Events cuenta con Atticus Ross como miembro oficial, formalizando así la relación laboral y musical que existe entre Reznor y el inglés, con quien compuso Ghosts, todos los EP de How To Destroy Angels y la banda sonora de Red Social, por cuyo trabajo se adjudicaron un Oscar, como es bien sabido. La supuesta impenetrabilidad advertida por Reznor se traduce en un tracklist conciso, pero que plasma a la perfección dicha intención, pues ya desde “Less Than”, corte que da inicio, se alude a la etapa synthpop de Pretty Hate Machine. Un tema cargado al sintetizador y al beat dance, que también es el único marcado por la estructura musical clásica de intro/verso/estribillo/puente/cierre. Por otro lado, encontramos a “The lovers”, corte dotado de estructura mucho más diluida y una lírica más extensa, ligada al Spoken Word, mientras que en “This isn´the place” se puede advertir una sensible baja de bpm, generando de esta manera un beat oscuro, lento y atmosférico que, si bien recuerda al sonido de Massive Attack, tampoco se trata de un registro inédito para el conjunto oriundo de Cleveland, pues ya en cortes como “Me, im not”, extraído de Year Zero (2007), es posible apreciarlo con anterioridad. Asimismo, y si de disonancia se trata, sería “Not anymore” el track más indicado en cuanto a ello, pues el ruido y los cambios rítmicos violentos entre verso y estribillo logran generar la sensación de caos tan característica de Nine Inch Nails. Sin embargo, y como se ha mencionado con bastante frecuencia, es el corte final el que logra concentrar la mayor atención del disco completo, pues en “The background world” se conjuga un beat dinámico, casi bailable, con el trabajo y la manipulación del ruido como tal, dando como resultado un producto típico de NIN, en cuyos siete minutos finales se repite un loop incesantemente, a la manera de un corrosivo ostinato, hasta llegar a su saturación total. Gracias al perspicaz ojo y oído de un buen amigo, logramos advertir que el número de veces que se repite dicho loop coincide con la edad del buen Reznor, trazando de dicho modo un paralelismo entre vida y música, donde cada año que pasa y cada loop que se sucede, sugiere una saturación constante e insoslayable de ambas. Con esto, se logra advertir la veta experimental y reflexiva de un músico que, en un gesto similar al de los futuristas italianos, visualiza la música no sólo como el ideal de un sonido, sino como un espacio donde se remite al mundo moderno, incluso si esto supone la reproducción y manipulación del ruido como tal.
Y a pesar de todo lo mencionado, Add Violence es un álbum irregular. Las melodías poderosas que Reznor interpretaba sólo con su voz, y que humanizaban la estética robótico-industrial de NIN, tienden a desaparecer en esta última entrega y, si están, se advierten tan diluidas y tenues que sugieren un poco más que una anemia vocal. Algunos dirán que esto es producto de la madurez de un hombre que ha planteado su carrera musical en términos de gritos, caos y ciertos valles reflexivos o experimentales que terminan decantando en lanzamientos como Add Violence, mientras que los más radicales o nostálgicos no dudarán incluso en catalogarlo lisa y llanamente como fome. Yo no sería un radical de aquellos, sin embargo, si alguien me pidiera que recomendara un disco para entrar y conocer el espectro sonoro de Nine Inch Nails, claramente no lo recomendaría, porque sin necesidad de ser un mal disco, tampoco constituye un punto alto en la creatividad e intensidad a la que nos tenía acostumbrados el hombre de Mercer. Intensidad, que repito, nada tiene que ver con la distorsión de las guitarras o el desgarro del screaming, sino con la capacidad de generar, compartir y traspasar una experiencia musical relevante. En este sentido, Add Violence parece ser un ejercicio, una prueba o una idea sobre el sonido más un par de canciones más o menos pegadizas, que evocan ligeramente algunas cosas hechas por NIN con anterioridad.
Con todo, es memorable la voluntad de Reznor por innovar, por desplazar los límites de la música en general, de no repetirse y volverse una mera parodia de si mismo. Hoy existen ejemplos de todo tipo, en fin, por mantener intacta la convicción de ser él, un músico provocativo, genial a ratos y que hasta en sus producciones más irregulares no deja a nadie indiferente.