Parque Bicentenario de Cerrillos.
18 de marzo 2023.
Por Amaranta Cartes.
Fotografías por Lotus Producciones.
La participación de Rosalía en Lollapalooza Chile no fue su primera vez. En tiempos más tranquilos, estuvo en Lolla 2019, pero en condiciones muy diferentes: no como cabeza de cartel, ni siquiera en uno de los dos escenarios más grandes. Presentó El mal querer y parte de Chile se enteró en ese momento que estaba frente a un suceso artístico especial, original, real. El pasado sábado, el fenómeno catalán fue mucho más que una headliner. El detalle que pocos parecen notar es que es la primera en cantar en castellano desde el inicio del festival en 2011. Este dato demuestra, no solo el tamaño de su fanaticada – hoy medida en millones reproducciones en internet – sino que su relevancia a nivel mundial como una artista completa y transversal que ha logrado encantar al planeta con sonidos propios de su folclor, mezclados con ritmos latinoamericanos. Si bien es europea, de tradicional tiene poco, Rosalía no es encasillable porque es completamente innovadora.
El show presentado la noche del sábado 18 de marzo correspondió a una versión resumida de lo que fue su gira Motomami World Tour, por tanto, ya conocido por los fanáticos chilenos, tras su presentación en 2022 en el Movistar Arena. Sin embargo, no por ello la ansiedad del público fue menor. Desde el final de la presentación de la cantante noruega, Aurora, la gente se agolpó en el escenario Banco de Chile para esperarla. Más de una hora pasó, mientras la gente se divertía interactuando con los técnicos que montaban la sobria escenografía. El calor fue disminuyendo y la audiencia agradeció la puntualidad del comienzo, el sonido de las motos que precedieron a la Motomami con su “chica qué diceeeee” y los primeros beats de “SAOKO”. Con su cuerpo de baile y con la energía a tope “BIZCOCHITO” y “LA FAMA” provocaron locura, mientras en las pantallas se podía ver lo que era un verdadero video clip, logrado por una increíble coreografía de cámaras que seguían la cantante por el escenario. En una extraña propuesta escénica, Rosalía lograba interactuar con el público tanto de frente, como a través de las pantallas, incluso llegando a desaparecer de la vista de la primera fila o cantando de espaldas a la gente, pero bailándole a las cámaras que captaban cada una de las expresiones de su rostro (sobre todo en “BIZCOCHITO” donde ejecuta su famoso meme mascando chicle). Terminado el trío inicial de canciones, saludó y pidió silencio para interpretar lo que, en sus palabras, era una canción que había aprendido y practicado mucho especialmente para esta ocasión. Cerró los ojos aparentando concentración y gritó “¡chi chi chi, le le le, viva Chile!” provocando gritos y risas.
El cambio de luces, de blanco a rojo, dio paso a elementos de El mal querer, más flamencos, pero intersectando con Motomami con sonidos de motos en “DE AQUÍ NO SALES”, seguida por “BULERÍAS”, canciones en las que predomina el cante, el melisma y el ayeo, mientras el escenario se hacía más angosto a su alrededor con el movimiento de las dos grandes plataformas de los lados y mientras los bailarines giraban a su alrededor.
“LA NOCHE DE ANOCHE” sonó con la voz de un Bad Bunny fantasmal y la Rosalía bajó del escenario para pasarle el micrófono a sus mayores fieles, quienes, situados en la primera fila, demostraban haberla esperado por muchísimas horas para estar en ese lugar privilegiado. La cantante regresó al escenario con una bandera chilena con su nombre escrito en la sección blanca y con la bandera LGBT, recordando a todos que también se ha convertido en un símbolo de dicha comunidad, en una diva-diosa adorada. Coherentemente, la canción que siguió fue “Linda”, que habla sobre amigas que se besan, grabada junto a la rapera dominicana Tokischa.
Rosalía se sienta en una silla de barbería para dar paso a uno de los momentos más conmovedores del show. Con una toalla blanca se seca el sudor de la cara y se limpia todo el maquillaje, mientras suena la melodía base de “DIABLO”. Desde entonces, el concierto adquiere una crudeza y una honestidad que poco se ve en grandes cantantes femeninas. Solo decora su cara su sonrisa y su voz y, gracias a la falta de máscaras, logra mostrarse más libre al bailar y al cantar, dejando ante el público una sinceridad que permite fijarse más en su propuesta sonora, en su baile y en su persona. Esta libertad da paso al movimiento con “DESPECHÁ” y “LLYLM”, una de las pocas canciones en las que canta en inglés. Aprovechando el cambio de idioma, interpretó “Blinding lights” de The Weekend, en cuyo remix ella participa.
La emotividad del espectáculo siguió incrementándose cuando apareció el piano de cola, con el que el público ya sabía que interpretaría “HENTAI” y “CANDY”, ambas canciones en las que demuestra que su voz alcanza lugares casi infrasónicos y que provocan una extraña sensación entre la belleza de la música con la crudeza sexual de sus letras, llenas de referencias ocultas por poesía y jerga, que son los sellos que hacen a Rosalía una compositora tan extraña. Terminado el momento de paz, Rosalía salta sobre el piano y comienza a moverse al ritmo de “MOTOMAMI”, para luego montarse en una moto hecha con los cuerpos de sus bailarines. Vuelve a generar un momento íntimo con “PIENSO EN TU MIRÁ”, la canción de los celos que dedica a quienes han estado enamorados alguna vez y “LA COMBI VERSACHE”, al final de la cual saca a relucir pasos del baile flamenco con la intensidad en el rostro y la mirada sufriente que este arte requiere y disfrutando cada momento. De pronto, la voz de su abuela resonó por los parlantes, explicando la importancia de la familia en catalán, mientras Rosalía subía a una torre de autos, generada por la magia de la tecnología visual, para cantar un cover de “Héroe” de su compatriota Enrique Iglesias.
Para cerrar el show de la forma más espectacular posible, apareció montada en los ya conocidos monopatines del video de “CHIKEN TERIYAKI” al igual que el cuerpo de baile, provocando una subida de energía repentina que desembocó en “CUUUUuuuuuute”, dejando a Lollapalooza sin poder creer lo que acababa de pasar frente a los ojos de sus miles de asistentes.
Resulta difícil describir por escrito el espectáculo que entrega esta artista completa. Emociona su profesionalismo, porque transforma en belleza elementos que usualmente son burdos e incómodos para el oído docto, para el oído rockero e incluso para los fanáticos del pop. Rosalía hace música urbana, pero a la vez entrega una propuesta artística, estética, discursiva y emotiva que poco se ha visto en dicha industria. Además, se sabe que esto proviene de su cabeza y creatividad exhaustiva y perfeccionista, como sus discos y sus shows en vivo. Motomami es su obra maestra y está llena de detalles que denotan la complejidad de su factura. Pero su traducción en vivo es la simpleza y el minimalismo que finalmente se traduce en la honestidad de ver a su autora simplemente pasándola bien, riendo con el público, sudando con ellos, bailando y saltando sin querer parecer bonita, pero coqueteando hasta con las máquinas. Rosalía hipnotiza y conmueve, presentándose con honestidad desnuda ante miles y miles.
Setlist:
SAOKO
BIZCOCHITO
LA FAMA
DE AQUÍ NO SALES
BULERÍAS
LA NOCHE DE ANOCHE
LINDA
DIABLO
DESPECHÁ
LLYLM
Blinding Lights
HENTAI
CANDY
MOTOMAMI
PIENSO EN TU MIRÁ
LA COMBI VERSACE
CON ALTURA
HÉROE
MALAMENTE
CHIKEN TERIYAKI
CUUUUuuuuuute