Manuel García en Movistar Arena: Cantante, caminante y pez
18 de diciembre 2022.

Por Amaranta Cartes.
Fotografías por Eric Parra.

Manuel García no necesita demasiada introducción. El artista nacional oriundo de Arica se encuentra pronto a cumplir 30 años de carrera musical y, dada su trayectoria, es difícil de pasar por alto su relevancia e impronta en la música chilena. Hay países más dados a la trova que otros y Chile es uno de ellos, con García a la cabeza. Y, a pesar de estar en derecho de aquel título, es un artista que se ha reinventado una y otra vez, buscando nuevos sonidos y acercando elementos de todas partes de América a los oídos sudacas, sin dejar de lado su imagen de “comandante del folk”. Y es que García ya dio la vuelta completa y publicó este año un disco que recopila sus más amadas canciones en compañía de grandes exponentes de la música continental. El Caminante, cuenta con la eximia colaboración de Silvio Rodríguez, Mon Laferte, Eva Ayllón, Pedro Aznar, Francisca Valenzuela, Vivir Quintana, entre muchos más, incluso, de Manuel García padre, en la canción “Medusa”. La gira que inició este trabajo lo llevó a recorrer gran parte del país, así como otras naciones, para finalmente aterrizar la noche del 18 de diciembre en el Movistar Arena para finalizar el periplo. Pero lo de anoche no fue solamente el cierre de El Caminante, sino que involucró una doble celebración, ya que coincidió con el décimo aniversario del disco Acuario, aquel álbum que incomodó a tantos fanáticos por su radical desvío hacia sonidos electrónicos, colores azules, vibras ochenteras y ritmos más acelerados que a lo que el oyente tradicional de Manuel está acostumbrado. Es así como se conjugaron dos partes fundamentales de la música de este artista, su todo y su particularidad, su folk y su electro-pop, en un concierto que en realidad fueron dos y que vale la pena contar.

Primera parte: Manuel García, el análogo. Un organillero aparece en el escenario, con sus remolinos y el sonido de su caja de madera que lentamente entona la melodía de “La danza de la libélulas”. La escenografía la componen una banca de plaza, un farol, guitarras de palo y un gran piano de cola. El cantante entra caminando en escena con un sombrero nego de ala ancha, una manta y una maleta. Todo recuerda a una estación de tren. Justamente en la pantalla gigante puesta al fondo del escenario, comienza a desarrollarse una escena en sombras chinescas, al ritmo de “La Gran Capital”, con el tren de papel al que se sube Manuel y comienza a avanzar desde Arica hacia el sur. Repasa su carrera y su gira como si fueran cada una espejo de la otra. La gira y el viaje como analogía de la vida. Es recibido por el público en Santiago y nuevamente retorna el artista en tres dimensiones para comenzar a entonar “Hablar de Ti”, que retrotrae a la audiencia a los primeros tiempos en que la voz acuosa de Manuel sonaba en Mecánica Popular, seguida de “Témpera”, del disco homónimo. Terminada la canción, se sienta bajo la luz del farol en la banca y se dirige al público para agradecer su presencia en el cierre de la gira. “Tanta tierra, tanto bosque, tanto desierto”, dice. En el piano, lo acompaña Carmen “Kuki” Bustamante, tocando “Barcos de Cristal” mientras él construye un barco de papel. Para “Los Colores”, se suma una quena en manos de César Guzmán. Y la primera invitación a cantar es a la voz huracanada de la mexicana Vivir Quintana, con quien interpreta “Canción del Desvelado”. El segundo invitado, Joe Vasconcellos, se encargó de darle peso y gravedad a “La Gran Capital” y luego Depedro, desde España, propuso cierta rugosidad en el papel de “Tanto creo en ti”. Para terminar la primera parte, Manuel y Kuki remataron con “La Aguja”, “Medusa” y “La danza de las libélulas”. La despedida fue corta, porque para poder decir que este fue un concierto completo, un pequeño encore ocurrió con el retorno del músico, con una camiseta de Víctor Jara, para interpretar “El viejo comunista”, un clásico que grabó junto a Silvio Rodríguez para el disco y que, en esta ocasión, dedicó a la memoria de Pablo Milanés.

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La primera parte del show tuvo sonidos e imágenes análogas. Lo que se mostró en la pantalla, incluso, no fue creado por computadores. Marionetas y ciudades de cartón, figuras de papel a contraluz o simplemente los músicos en el escenario, fue lo que se vió durante la mitad que recuerda a tantas cosas que ya no tienen sentido en el mundo digital. Fue anotar pensamientos en una libreta, retroceder el cassette con un lápiz bic, mirar un mapa rutero, hacer dedo en la carretera, pasar la foto en el rollo de la cámara, una guitarra de palo en la fogata, cambiar la pila de la radio, sacar un encendedor en un concierto del cantante-caminante.

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Segunda parte: Manuel García, el electrónico. El escenario se tiñó de azul y desapareció todo lo que antes constituía el mundo creado para la nostalgia, pasando a ser reemplazado por colores, figuras e imágenes retro futuristas. El concierto que empezó a continuación fue dedicado a todos aquellos trabajadores y trabajadoras de la cultura que murieron a causa de la pandemia, e incorporó batería -acústica y eléctrica-, teclados, guitarras y bajos eléctricos. Maniquíes desnudos y un ventilador que proyectaba una luz azul, llevaron el ambiente a una fantasía futurista que recuerda a cómo las personas en los 80 se imaginaban que sería nuestra época. Los sonidos metálicos y tenebrosos acompañaron el montaje hasta que el grupo – ahora mucho más grande – de músicos se situó en el escenario para tocar “Madera”, dando inicio al repaso completo del disco Acuario. Manuel García, ahora el cantante-pez, se plantó vestido con una túnica negra de un material con brillo de látex sobre una camiseta plateada, con maquillaje del mismo color en la cara, así como el resto de la banda, cuyos rostros habían sido decorados como navegantes interestelares. La mezcla de planetas y peces mecánicos guiaron la trayectoria de canciones como “Sueños” y “Caprica”. Las imágenes de las pantallas generaban apariciones en un mundo de fantasía donde se mezcló realidad con ficción, donde las mujeres que cantaban dentro de un mundo digital, aparecían bailando en el escenario, dando a entender que también la ficción de lo digital puede ser tan análogo de la vida y del mar, como lo fue antes el viaje. “Tan dulce, tan triste” y “Un rey y un diez” trajeron de vuelta por un momento la parte más trovadora de García, pero rápidamente el show volvió a tomar tintes más rockeros con “El miedo”. Así se dio el ambiente para nuevos invitados, como los hermanos Mauricio y Francisco Durán, connotados integrantes de Los Búnkers y creadores de Lanza Internacional, para acompañar en “Hombre al precipicio”, canción de su autoría y en “Carcelero”, para cerrar el segundo concierto de este dos por uno que el público aplaudió coreando el nombre de Manuel. El regreso fue para terminar de completar el disco con “La hora nueve”, luego con “Esfera de cristal”, en la que hizo su aparición Ceaese, el último invitado de la noche, para finalizar, por supuesto, con “Acuario”.

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El tránsito del caminante al pez, del tren al barco, de la tierra al mar y del pasado al retro futuro, no dejó nunca de estar caracterizado por la humanidad tanto del cantante principal como de su equipo. El trabajo fue transparente, sin ocultar las manos que lo realizaron o las “pifias” que puede tener todo espectáculo hecho con auténtico cariño. Es finalmente lo humano lo que Manuel García deja entrever en cualquiera de sus sonidos y montajes. El cierre de la gira El Caminante, fue un show dicotómico que no llegó a ser contradictorio, porque detrás de todo, la narrativa sigue siendo de amor, de amistad, de naturaleza y de humanidad.

Setlist:
Hablar de ti
Témpera
Barcos de cristal
Los colores
Canción del desvelado
La gran capital
Tanto creo en ti
La aguja
Medusa
La danza de las libélulas
El viejo comunista
Madera
Sueños
Caprica
Tan dulce, tan triste
Un rey y un diez
El miedo
Cómo partir
Me quedo aquí
Hombre al precipicio
Carcelero

Encore:
La hora nueve
Esfera de cristal
Acuario

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