Yngwie Malmsteen en Teatro Cariola: Las excentricidades de un genio de la guitarra
22 de Octubre 2022.

Por Paulo Domic.
Fotografías por Javier Martínez.

A tablero vuelto. Así fue la segunda fecha de Yngwie Malmsteen en Chile, nuevamente en el Teatro Cariola, que debió resistir el atronador sonido de su guitarra nuevamente. Noche marcada por virtuosismo demencial no solo del dios sueco de las seis cuerdas, sino también de su invitado, el maestro nacional Claudio Cordero y su proyecto Plasma. La calidad musical y destreza interpretativa corrió por los rincones como agua que inundó todos los espacios y que generosamente empapó los tímpanos de quienes repletaron el recinto.

21 años ya pasaron desde la primera visita de Yngwie a Chile y a través de este tiempo solo está completando una cuarta ocasión en nuestro país. De hecho, 9 años debieron pasar desde la última vez que se presentó en nuestro territorio, en el Caupolicán. Y en todo este lapso, muchas cosas han pasado para el sueco. Este indiscutido padre del metal neoclásico, creador de toda una escuela e influencia directa de muchísimas generaciones de guitarristas, ha tenido una carrera bastante especial y marcada por muchas situaciones. Tan grande es su prodigio, que con solo 20 años ya formaba parte de una banda muy relevante de principios de los 80. En Alcatrazz, el ex cantante de Rainbow, Graham Bonnet, lo puso ante los ojos del mundo que, maravillados, observaban el virtuosismo impresionante de un discípulo de Ritchie Blackmore y Uli Jon Roth que a la vez se fusionó con la ferocidad de Nicolo Paganini, dando vida a un estilo de tocar la guitarra nunca antes visto. Y su fama fue creciendo exponencialmente, a la par con su ego. De hecho, en 1984 ya se sintió tan autosuficiente que fundó su banda solista y comienza un camino triunfal que lo tendrían varios años muy arriba en el mundo del rock y el metal.

Su culto a la propia personalidad también lo hicieron muy infame, especialmente con algunos compañeros de banda que debieron soportar sus carácter difícil que nunca le han permitido tener una formación estable. El desfile de músicos y de cantantes ha sido de alguna forma también un atractivo para sus discos, donde es muy difícil encontrar miembros que repitan protagonismo. Pero le ha construido una reputación que lo tienen como uno de los niños terribles del metal y que hasta hoy no modera. No tiene ningún interés de cambiar el hecho de que él es un todopoderoso en su proyecto y hoy lo lleva a un extremo, prescindiendo de cualquier cantante, tomando él ese rol sin tanta destreza como la de los vocalistas que en el pasado lo han acompañado, y en vivo siendo el total foco de atención de sus presentaciones, manteniendo en un segundo plano total a los músicos con que toca.

Desde 2019 está activo el proyecto Plasma de Claudio Cordero, en el que el guitarrista toca junto a Atilio Sánchez en batería, Rainer Hemmelmann en el bajo y Elías Martínez en el teclado. Este cuarteto instrumental cultiva el metal progresivo y se caracteriza por la altísima factura de su música e implacable interpretación en vivo de sus repertorios. Luego de la intro con la música de Volver al Futuro, a las 19:45 salen a escena para dar la bienvenida musical a los asistentes en la tibia tarde en Santiago Centro. “Astral Travel” comienza su desfile de piezas musicales con las que deleitó al abundante público que no quiso perderse su presentación y llegó temprano a verlo.

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Cuando tocaron “Megalodón”, la sorpresa fue que el tecladista se colgó una guitarra para esa canción. “Una de las cosas buenas de la pandemia fue que Elias aprendió a tocar guitarra”, dijo Claudio en tono de broma. Pero la verdad es que eso venía muy en serio, ya que Martínez hizo gala de gran calidad también en la guitarra. Con “Quasar” cerraron su espectáculo, con esa pieza épica de gran complejidad rítmica y de más de 8 minutos de duración. Gran final para una performance redonda y perfecta de 40 minutos y que sonó en forma espectacular y que fue tremendamente valorada por sus espectadores.

La hora comprometida se cumplió, y pocos minutos pasadas las 21:00 sale a escena Yngwie Malmsteen. El exagerado muro de amplificadores Marshall, de al menos unos 24 cabezales y unos 30 gabinetes, era más que un adorno. Estaban realmente conectados, tal vez no todos, pero muchos de ellos, y eso hacía que su guitarra sonara omnipresente. Abrió con el clásico “Rising Force” de su disco Odyssey de 1988 y su característico riff estremeció todo el Cariola. Desde esa apertura sentó una base importante para todas las canciones cantadas de su pasado que interpretó: solo toca la primera estrofa y luego pasa a sus solos. Las acortó todas. ¿Por qué? Bueno, porque puede y quiere. No tiene realmente una justificación clara y probablemente tenga que ver con no perder el protagonismo.

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Junto al tecladista Nick Marino, compartieron el liderazgo de las pocas partes cantadas que finalmente tuvo el concierto. En ese sentido, Marino lo hacía mejor que Yngwie, pero realmente ninguno de los dos está a la altura para tomar el lugar de las voces doradas que han sido parte de la historia de su discografía. Jeff Scott Soto, Mark Boals, Joe Lynn Turner, Goran Edman, Doogie White y Tim “Ripper” Owens son solo algunos de los célebres nombres que han estado tras el micrófono en estas cuatro décadas de música del sueco. Por ello, escuchar esas canciones cantadas a nivel más aficionado, por supuesto que ponen el show un escalón más abajo de los estándares a los que el propio Malmsteen nos tenía acostumbrado.

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Las luces siempre fueron las mismas: ámbar, rojo y algo de púrpura. Y humo. Mucho humo. Por todos lados, en todo momento. ¿Por qué? Quién sabe… nuestra teoría es que su fanatismo por Ritchie Blackmore es tan grande, que de alguna forma quiso recrear permanentemente la escena en que el guitarrista de Deep Purple le prende fuego al escenario del California Jam en 1974. Un momento épico de la historia del rock a cargo de uno de los máximos ídolos del sueco. Una decisión del artista, que según nuestras fuentes, incluso mandó a pedir más máquinas de humo porque las disponibles no eran suficientes para él. Más allá de lo anecdótico, lo cierto es que esa apuesta estética conspira algo con la visión, especialmente de sus músicos acompañantes, que quedan entre la penumbra mientras él se para al borde del escenario a tocar su Stratocaster.

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Yngwie es una suerte de Maradona de la guitarra. Un genio de virtud infinita, casi mágica, pero de carácter complejo e indescifrable. Su célebre frase “¿Cómo puede menos ser más? ¡Más es más!” toma significado con todas estas excentricidades que hemos relatado, y también en su show global, donde la guitarra es casi lo único que suena. Y claro, su talento es cautivador. También su puesta en escena desenfadada, haciendo llover uñetas para regalar al público. Verlo tocar es presenciar a un superdotado de la música que hace de la guitarra una extensión de su cuerpo. Hace cosas muy complejas y a velocidades increíbles, y fluyen con una facilidad única difícil de encontrar en otro ser humano. Cuando toca piezas clásicas, como “Badinerie” o “Adagio”, realmente eriza los pelos. Y cuando toca sus épicas instrumentales como “Far Beyond the Sun”, realmente uno queda abrumado por su virtuosismo y energía.

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Luego de una acotada versión de su clásico “You Don’t Remember, I’ll Never Forget”, salen de escena para esperar la exigencia del bis por parte del público. Regresan para interpretar “Black Star” para sellar una presentación de metal neoclásico en su máxima expresión, terminando de sobredosificar a su fanáticos con su infernal velocidad y arpegios del infierno. Una noche que tal vez no podríamos catalogar como memorable, sabiendo que el genio y figura de Malmsteen ya hace años abrazó la decisión de la autosuficiencia y sin importarle que ya no esté a la altura de lo que él mismo nos acostumbró antes. Pero aún está ahí, vigente, llenando dos Cariolas en forma consecutiva, y demostrando que sigue siendo el rey indiscutido de las seis cuerdas, tocando mejor que nunca, encantando y hechizando con su talento y destreza a quienes lo vemos en el escenario.

Todo eso adicional, todas esas locuras que contamos, son más bien para contextualizar y no para criticar. Porque a estas alturas, quienes conocemos y amamos a Yngwie Malmsteen ya sabemos en qué parada está y tenemos muy claro que él no se va a mover ni un centímetro de esa convicción. Para él así es como debe ser y así será, sin importar lo que el resto piense. Siempre fue así, difícilmente a sus 60 años lo sacarán de ese lugar. Y realmente, está bien. Que haga lo que quiera. La huella que ha dejado en estos 40 años es tan profunda, que como una ancestral línea de Nazca, permanecerá visible desde lo alto por muchísimo tiempo.

Setlist Claudio Cordero y Plasma:
Astral Travel
7 Días
Outatime
Cas Na Pivo
Zenith
Ocaso
Megalodón
Quasar

Setlist Yngwie Malmsteen:
Rising Force
Top Down, Foot Down / No Rest for the Wicked
Soldier
Into Valhalla / Baroque & Roll
Like an Angel
Relentless Fury
Now Your Ships Are Burned
Wolves at the Door
(Si Vis Pacem) Parabellum
Badinerie
Adagio
Far Beyond the Sun
Seventh Sign
Toccata
Evil Eye
Smoke on the Water
Fugue
Brothers
You Don’t Remember, I’ll Never Forget
Black Star

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