Vicentico en Movistar Arena: No te apartes de nosotros
10 de Noviembre 2021.

Por Amaranta Cartes.
Fotografías por Francisco Aguilar A.

Anoche el Movistar Arena abrió sus puertas para el primer concierto de un artista internacional después del largo período de prohibición de los conciertos masivos. Fue nuestro querido vecino Vicentico quien, por su familiaridad y lealtad con el público chileno, tiene más que merecido ser quien inaugure nuestro regreso a la emoción del escenario grande, las luces enceguecedoras, el volumen alto y el grito de un coro a todo pulmón.

La premisa era la de un show íntimo, algo extraño en estos días en que prima justamente lo contrario. La distancia social y las caras cubiertas por mascarillas no son precisamente situaciones que faciliten la intimidad, mucho menos en un recinto con las dimensiones que tiene esta enorme y moderna cúpula. El espacio estaba organizado en parejas de butacas separadas por una vacía, así como por duplas de sillas con la distancia suficiente entre ellas para cumplir con la normativa sanitaria. Hacía frío, incluso. Estaba casi todo vendido, pero la gente era poca para lo que es capaz de recibir este recinto del Parque O’Higgins y el escenario queda inevitablemente alejado de la mayoría. En definitiva, de íntimo tenía poco.

Pasadas las nueve de la noche se encendieron las tres grandes pantallas cuadradas que respaldaban la escena. El argentino salió al escenario acompañado solo de dos músicos en guitarra y teclado. Por su lado, Vicentico acompañó con la percusión en un controlador Midi, concentrando toda la energía acumulada de más de dos años sin pisar un escenario chileno para tocar “¿Quién sabe?”, una enigmática canción de su último disco El pozo brillante. Anoche, presentó parte de este, su séptimo álbum de estudio, grabado antes de la pandemia entre Buenos Aires y Nueva York en conjunto con Héctor Castillo en la producción.

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Como es costumbre en él, se demoró en saludar al público y lo hizo de manera bastante escueta luego de las primeras cinco canciones, entre las que destacó “Creo que me enamoré”, single del disco Vicentico 5, cuyas primeras notas hicieron que se pusieran de pie los primeros bailarines. A esta la sucedieron dos estrenos más de su última producción, “No tengo” y “Cuando salga”.

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Una seguidilla de singles encendió aún más al público. Interpretó “No te apartes de mi”, “Algo contigo” y “Solo un momento”, una tras de otra en versiones sencillas, con arreglos que referían a sonidos del rock indie, algo de bolero y algo de jazz, pero con pocos recursos, a ratos con Vicentico sentado solo en el teclado. Así, poco a poco emergía la idea de la complicidad y cercanía con el público que el distanciamiento parecía combatir.

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Se produjo un primer quiebre en el show cuando los tres músicos abandonaron el escenario para dejárselo al pianista Bill Evans, cuya voz salió por los parlantes acompañada de su imagen en la pantalla central. La larga cita de Evans fue traducida al español en las pantallas laterales como una declaración de principios sobre la apreciación musical y el goce estético no profesional que puede tener la gente común ante todo tipo de música. Vicentico volvió al escenario para interpretar una versión de “Smile” de Nat King Cole. Esto abrió un segundo momento en el concierto en el que repasó canciones principalmente del disco Solo un momento, coronadas por la aclamada “Paisaje” y finalizando otra muestra de su último trabajo, “Solo para mí”.

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Lo que parecía ser el inicio del fin abrió la puerta que Vicentico había dejado entreabierta hace dos años y que no estaba dispuesto a cerrar. Apareció la primera canción de Los Fabulosos Cadillacs, “Demasiada presión”, en una versión de Vicentico solo en el piano a lo que le siguieron versiones más movidas, aunque nunca tanto, de “Los caminos de la vida” y “Morir a tu lado”, canción con la que el artista se despidió. Sin embargo, habiendo tocado ya 17 canciones, Vicentico volvió al escenario en un encore de nueve canciones más, en que se conectó con la audiencia de una manera tremendamente transparente y agradecida, manifestando su alegría por haber podido volver a ver a su público trasandino. En palabras más sencillas, no se quería ir.

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Al retorno presentó el primer single del disco nuevo, “Ahora 2”, seguida de “Gallo rojo” y “Siguiendo la Luna”. Sabía que era momento de retirarse, pero se negaba a hacerlo. Pidió silencio. “¡Toco la canción que me digan!”, dijo solicitando canciones al público, “mucho tiempo sin hacer nada, puedo estar hasta mañana”. Fue tomando las sugerencias solo con el piano. Interpretó “Carnaval toda la vida” y le pidieron “Mal Bicho”. Ante la dificultad de tocarla en el piano se dirigió muerto de risa al controlador Midi y la tocó como pudo a pura percusión y con algo de ayuda en voces y guitarra de su músicos acompañantes. Siguió en la misma dinámica con canciones de los Cadillacs, soltando la voz y dejando al público cantar, con errores que no importaban y sencillamente disfrutando el momento y dando “gracias de remilcorazón”. El concierto terminó con todo el público de pie coreando “El Matador”, “Padre nuestro”, “Vasos vacíos” y la icónica “Yo no me sentaría a tu mesa”.

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Vicentico viene mucho a Chile. Hace mucho nos acostumbramos a verlo una o dos veces al año, ya sea como solista o con Los Fabulosos Cadillacs. Esta relación cercana se cortó momentáneamente con la pandemia y amenazó con quitarle intimidad al concierto de regreso que venía con esa promesa. Sin embargo, el concierto del 10 de noviembre no pudo haber sido más íntimo. Es en la música sencilla, el cariño, la cercanía y la confianza Vicentico tiene con Chile donde reaparece esa complicidad que la distancia no fue capaz de apartar de nosotros.

Setlist:
Quien Sabe
68
Las estrellas
Creo que me enamoré
No tengo
Cuando salga
No te apartes de mi
Algo contigo
Solo un momento
Smile (Nat King Cole)
Viento
La carta
Fuera del mundo
Paisaje
Solo para mi
Demasiada presión
Los caminos de la vida
Morir a tu lado
Ahora 2
Gallo rojo
Siguiendo la luna
Carnaval toda la vida
Mal bicho
El Matador
Padre nuestro
Vasos vacíos
Yo no me sentaría a tu mesa