Por Gonzalo Manzo.
En el mundo de la música existe un estrecho vínculo con la matemática, fenómeno de correlación que ha sido objeto de estudio desde la antigüedad hasta nuestros días. Aristóteles y Tool encuentran un punto casual pero también causal: todo hecho musical puede ser interpretado a través de los números. También existen obras artísticas en las que, entre líneas o de manera explícita, encontramos números y conceptos que se repiten, es el caso de Corazones, cuarto disco de la banda Los Prisioneros, publicado en el año 90, posicionado en el lugar n°9 de la lista de los 50 mejores discos de la música chilena, según la revista Rolling Stone y que cuenta con nueve canciones que constituyen un nuevo mensaje musical plasmado por el entonces vocalista y bajista del emblemático trío de La Voz de los Ochenta, Jorge González.
Para la numerología, el nueve es un número que se relaciona con el misticismo y la sensibilidad, conceptos que encontramos en el primer corte de este álbum, “Tren al Sur”, introducción con un característico ritmo ochentero tanto en la batería como en la voz, que con un piano envuelto en amigables destellos agudos actúa como llamada a la que responden una batería digital y luego la secuencia del bajo, un charango y un sonido que silba sobre el piano cual espectro plumífero. Todos estos instrumentos conforman el tren fantasmagórico sobre el cual susurra González en el trance del viaje que desemboca en la memorable frase que apela a la defensa de una sensibilidad por las cosas sencillas, por lo cálido de los recuerdos de la niñez y la familia.
En relación a la canción, González cuenta en una entrevista sobre el momento en que Gustavo Santaolalla, productor del disco, le recomienda la utilización del charango, a lo que responde: “Pero Gus, ¡el charango es del norte!”, concluyendo Santaolalla: “¡Sí, pero solo para vos, para todo el resto del mundo el charango es del sur”, detalles que dan muestra de la talla de un profesional que repara en lo extramusical además de lo técnico, lo cual es destacable (y hasta necesario en ocasiones) cuando llegamos al momento de la canción en que el tren se detiene progresivamente con un rallentando llegando a una estación a esperar pasajeros para continuar hacia el sur.
Magistral inicio de recorrido, continuando luego el trance introspectivo (que es una de las tónicas del álbum) a través de “Amiga Mía”, cuya batería, al igual que en la canción anterior va a la par con la rítmica de los versos, eso sí, ahora con tintes netamente amorosos, observándose sonoridades orientales otorgadas por un sintetizador. González es enfático en su estribillo, apasionado como él solo a la hora de expresar su interioridad. Esta canción es una declaración de amor eterno y fue versionada por Javiera Mena e interpretada por ambos artistas para la Avant Premiere del filme Joven y Alocada de 2012. Cabe destacar, que en esta canción existe un arreglo que probablemente es un guiño a la melodía de guitarra recurrente en “And I Love Her” de The Beatles del disco A Hard Day’s Night de 1965.
“Con Suavidad” y su groove envolvente nos presenta un escenario ochentero desde los 90’s con una gran variedad tímbrica y rítmica que genera una atmósfera dinámica en la que González, igual que en los dos temas anteriores, pone especial énfasis en el mensaje. Una pista de baile con aires de onda disco enmarcada en suspiros musicales que encarnan al mismo tiempo lo espiritual y lo corporal. “Hasta morder tu corazón” clama, inspirado, culminando antes de uno de los puntos más altos del álbum: “Corazones Rojos”. Este potente rap retrata a la perfección “la dominación masculina”, donde destacan frases como “eres ciudadana de segunda clase, sin privilegios y sin honor, porque yo doy la plata estás forzada a rendirme honores y seguir mi humor”, letras que conforman un manifiesto patriarcal con prácticas de dominación comunes de la época. Sin duda, esta canción es parte de nuestro patrimonio artístico que se arraigó en el ADN de la cultura musical chilena de los noventa y que perdura hasta el día de hoy, como un reflejo de la cultura machista de los países latinoamericanos y del mundo.
“Cuéntame una Historia Original”, a través de un tenue canto hablado, narra la cotidianeidad y egocentrismo de las personas al pensar que solo uno sufre y solo ese dolor es válido, cuestionando, además, a quienes creen saberlo y haberlo vivido todo. Se trata de una pieza bailable en la que encontramos percusiones latinas y una ambientación similar a las que podemos encontrar en trabajos de los estadounidenses Talking Heads y los nacionales Pánico.
“Estrechez de Corazón” irrumpe entre los puntos más altos del álbum. Este sexto corte conlleva una importante y definitiva declaración de principios. Comenzando con suavidad solemne desde las cuerdas, se invoca uno de los estribillos más centellantes y difíciles de interpretar según el cantautor, dado lo demandante vocalmente hablando y lo concentrado con la intencionalidad que hay que estar para abordar la canción de manera íntegra. En el puente hacia el estribillo es notable como a través de acordes españoles se transmite aquella decisión que emiten las palabras “hoy no puedes demostrar, yo no tengo que aguantar” que es culminado por los característicos sonidos de impacto de orquesta. Tal como encontramos un saludo musical en “Amiga Mía”, lo hacemos aquí, justo cuando González canta “oh, tu corazón”, donde el bajo que lo acompaña nos remonta al de “I Feel Love” de Donna Summer, del disco I Remember Yesterday de 1977.
Ya hacia el final, encontramos el desdichado y poético “Por Amarte”. Con frases como “ser tu dueño es un decir. No eres de nadie”, se denota gran pasión, pero también la consciencia respecto a la temática amorosa en una sociedad capitalista, un “amor líquido”, donde se ve al otro desde la posesión y no desde el amor. Se plasma la implacable relación entre el amar y el sufrir, inmersa en aguas donde no hay descanso ni sosiego. Finos arreglos de violín digital y sintetizador le otorgan resplandor a esta emocional pieza que abren el camino para la “Noche en la Ciudad”, que no teme caer sobre nosotros de manera animada con un ritmo más acelerado, casi frenético, como si fuera una última invitación al movimiento, más, no sin alcanzar a hacer un ácido retrato al toque de queda de la dictadura militar. ¡Orden! ¡Moral! vocifera nuestro hablante lírico, de manera sarcástica mientras que una caja de batería nos recuerda a la utilizada en la canción “Blue Monday” de New Order, salvo que esta posee un ritmo que imita el de una caja de banda de guerra. Una voz se suma al estribillo, cantando con acento inglés, hecho que termina por darnos una pista concluyente sobre lo que trata esta composición: la intervención estadounidense en nuestro país que fue indispensable para llevar a cabo la dictadura militar en el año 1973, construyéndose una burla al imperio neoliberal que instauró la nación norteamericana.
Para concluir esta genial sesión de 45 minutos, nos encontramos con “Es Demasiado Triste”, que, con ritmo ternario de carácter circense y arreglos de cuerdas, abraza el mundo clásico y el popular, encontrándose aquí un último retazo de influencias en el que recordamos nuevamente a The Beatles, más específicamente la psicodélica “For the Benefit of Mr. Kite” del disco Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band de 1967. Se arma y desarma a través de pausas y paisajes dentro de los mismos colores tímbricos, etérea y punzante, resumiendo y re exponiendo lo emocional de la temática general del álbum. Es un gran final, una canción evidentemente de despedida que logra cerrar esta relevante creación que cumple tres décadas de vida, celebrando y expresando lo más bello y desgarrador de uno de los tópicos más trabajados en la música popular: el amor.
A 30 años de la publicación de uno de los discos más importantes de Los Prisioneros, considerado como el primer disco solista de Jorge González (quien figura en la clásica portada), dada la ausencia de sus compañeros Claudio Narea y Miguel Tapia en la esfera compositiva. Es un trabajo de estudio que mezcla la danza y la reflexión, la carne y el espíritu, resultando en una potencia expresiva y admirable en la que la naturaleza de las creaciones deambula entre lo susurrado y más íntimo hacia lo más intenso y catártico, fórmula extremadamente bien lograda. Un registro fonográfico en que las armonías y las ornamentaciones otorgan resplandor y personalidad a las canciones que gozan de un nivel de producción envidiable y que siguen vigentes luego de tanto tiempo, evidenciando la grandeza de González, que se posiciona junto a las grandes e influyentes figuras de la música popular chilena, como Violeta Parra y Eduardo “Gato” Alquinta.