No Te Va Gustar en Club Chocolate: Fortaleciendo la hermandad
3 de agosto 2018.
Por Francisca Neira.
Fotografías por Francisco Aguilar A.
Dos años de espera contaba, hasta ayer, la fanaticada chilena de la banda uruguaya No te Va Gustar quienes se presentaron en el corazón de la bohemia Santiaguina en el marco de la promoción de su último disco de estudio, el noveno de su carrera, Suenan Las Alarmas, editado el recién pasado 2017.
A eso de las 21:40 horas de anoche el primer piso del Club Chocolate no aguantaba la presencia de una persona más de las que ya nos encontrábamos en el lugar mientras que los balcones rebosaban miradas atentas y expectantes por lo que estaba por suceder. Cuando luces del recinto se apagaron un grito colectivo y uniforme invadió el espacio y apenas dejó escuchar a la voz en off que anunció lo que todos esperaban desde hacía ya un rato atrás: la presentación de los charrúas de NTVG, que se toman aún un poco más de tiempo antes de salir al escenario que es iluminado solo por el reflejo de una pantalla que proyecta imágenes aceleradas de alguna gente automatizada en alguna ciudad.
Todo parte con “Y el Mundo me Comió a Mí” que suena impecable e inunda de energía todo el lugar. En uno de los balcones cuelga una bandera uruguaya y entre el público se distingue una chilena con las siglas del nombre de la banda que, más adelante, el vocalista Emiliano Brancciari recibirá y dejará colgada en el pedestal de su micrófono. De ahí en adelante, todo lo que ocurrió durante el concierto fue pasión y hermandad. El suave reggae de “Verte Reír” puso a todos a corear la letra al unísono, la cadencia de “El Error” movía los cuerpos de un lado a otro mientras las miradas no se despegaban del escenario y el ritmo percusivo de “Destierro” tronaba en los oídos de quienes agitaban poleras y bufandas en alto.
Pese a la intensidad que caracterizó la totalidad de la presentación de los uruguayos, no hay duda de que “Al Vacío”, “A las Nueve”, “Tan Lejos” y “Fuera de Control” marcaron los puntos más altos de la noche. En la primera todo se tiñó de rojo y un sinfín de pantallas se elevaron para registrar el momento en el que cientos de personas coreaban la letra de una canción oscura, triste y que no dio ni un respiro porque, de inmediato, la paradoja de frases como “no querés sinceridad ni que te siga mintiendo” establecen que “A las Nueve» ya desgarra las emociones y las gargantas del público tal como si se tratara de un himno en tiempos de guerra. Cuando parte “Tan Lejos” Brancciari se calla para escuchar el “cantando a pesar de las llamas” que gritan las personas bajo la tarima, que ya no son público sino hinchada. Para la cuarta de estas canciones, un ska pop que desde el principio hasta el final no es más que un in crescendo de energía, el mosh ya estaba girando a toda velocidad y ofrecía por sí mismo un espectáculo que, desde el balcón del recinto, emocionaba casi tanto como la performance de los ocho músicos sobre el escenario.
Lo de NTVG es un asunto de familia, de esa que no tiene que ver con la sangre sino con las elecciones de vida y la gente que éstas nos ponen en el camino. El show, de hecho, es dedicado a una amiga de la banda que “ya no está”, como dijo el vocalista en un sentido momento entre tema y tema, y también al tecladista ausente en esta presentación por estar esperando que nazca su hijo. En la misma línea agradecen más adelante en el concierto a los chilenos que han sido importantes en la carrera de la agrupación e, incluso, se salen de lo preparado e improvisan “No Necesito Nada”, canción que pertenece al disco Este Fuerte Viento que Sopla, grabado en Santiago en el año 2002.
Así, entre intervenciones vocales del trompetista Martín Gil, los punteos de la guitarra de Pablo Coniberti y el ánimo entusiasta del trombonista Denis Ramos, la banda comparte los protagonismos personales para evidenciar el de la música, musa que los mueve y que dicta las directrices de su trabajo.
Con todo lo anterior ya se podía hablar de un recital “redondito”, emocionante, entretenido. El grupo está contento y se despide del público. Miro el setlist y ya han tocado todo y más. Sin embargo, nadie se mueve de su lugar y, pasado un rato, la banda vuelve al escenario, se cuelgan los instrumentos y disparan “Cielo de un Solo Color”, “Pensar” y “No Era Cierto”, cerrando con la energía a tope un show de dos horas y media que fue disfrutado de principio a fin sin cansancio ni bajones por parte de una fanaticada fiel, una familia.
Y si digo familia y antes dije hermandad no es solo porque los presentes se emocionen al ver a una banda cuyo gusto comparten, sino porque las líricas de NTVG son intimistas y es fácil reconocerse en ellas de tal forma que se genera una comunión entre aquellos que se identifican en lo individual y se encuentran en lo colectivo. Es lo lindo de la música y, tanto arriba como abajo del tablado eso se siente y se respira, sin disfraces y sin amagues de nada más que la honestidad que la banda proyecta y que sus fans reciben con los brazos y el corazón abiertos.
Setlist:
Y el Mundo me Comió a Mí
Destierro
Al Vacío
A las Nueve
Sin Pena ni Gloria
Llueve Tranquilo
Verte Reír
Pégame Más Fuerte
El Error
Para Cuando me Muera
Mirarte a los Ojos
Arde
Tan Lejos
Con el Viento
Fuera de Control
Memorias del Olvido
No Necesito Nada
Ese Maldito Momento
Clara
Los Villanos
Más Mejor
Prendido Fuego
Chau
El Camino
Autodestructivo
MUD
Te Voy a Llevar
No Hay Dolor
Cero a la Izquierda
Encore:
Cielo de un Solo Color
Pensar
No Era Cierto
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