Por Francisca Neira.
Pese a que recién nos encontramos en el tercer mes del año, para este 2018 se augura un calendario de conciertos musicales de lo más nutrido que hemos podido ver en suelo nacional en la historia reciente, si es que no el más. Prueba de ello es la semana entre el 15 y el 21 de marzo, periodo en el que ya recibimos (ayer) por primera vez a los anglo-estadounidenses The Pretenders, abriendo para el legendario Phil Collins; al cartel en pleno del octavo Lollapalooza Chile, liderado por Pearl Jam, Red Hot Chili Peppers y The Killers, y a Depeche Mode, quienes llegan por tercera vez a nuestro país.
Con uno que otro cambio en su formación inicial, a lo largo de casi 40 años de recorrido en las pistas musicales Depeche Mode nos ha entregado una cantidad considerable de éxitos, muchos de los cuales se transformaron en himnos generacionales y resultaron ser representativos de una disidencia cultural ajena a las guitarras más rockeras, que no se veía representada en el aspiracional glamour ochentero ni en el desechable pop de los ’90. No obstante, los ingleses se mantienen activos y vigentes hasta el día de hoy, prueba de ello fue el lanzamiento de Spirit (2017), su decimocuarto álbum de estudio y la gira que acompaña su promoción, la que en su tramo latinoamericano los trae a visitar el Estadio Nacional.
En 1980 Vince Clarke, Martin Gore y Andy Fletcher, amigos desde hace años y compañeros de aventuras musicales desde hacía un tiempo atrás, contactaron con un carismático y potente, pero a la vez atormentado y bandido Dave Gahan, cantante de bares que no solo bautizó a la banda con el nombre con que hoy la conocemos sino que, además, le imprimió un sello característico en cuanto estética y aura se refiere. En 1981, la agrupación estrenó su primer LP, Speak and Spell, que incluyó canciones que hasta el día de hoy suenan en fiestas e inspiran a los más neófitos de la música electrónica: “New Life” y “Just Can’t Get Enough”.
El sonido de los ingleses, construido en base a sintetizadores y teclados, llamó la atención de los críticos que no comprendían cómo asociar la actitud contracultural del (hasta entonces) cuarteto con la música que profesaban. A lo anterior se sumó la partida de Clarke, principal compositor hasta ese momento, quien no sería reemplazado oficialmente hasta después de publicado A Broken Farm (1982), cuando integraron a las filas del grupo a Alan Wilder, quien influiría en un notorio cambio de sonido de la banda.
Para el lanzamiento de Construction Time Again, en 1983, la banda comenzaba a integrar los samplers a su catálogo instrumental y lograban un discurso lírico y melódico más duro y experimental que en los trabajos anteriores. “Everything Counts” y “Told You So” son claros ejemplos del nuevo perfil de la agrupación, el que se mantendría también en Some Great Reward (1984), de donde se extraen los clásicos “People are People” y “Master and Servant”.
Con el lanzamiento de Black Celebration (1986) y Music for the Masses (1987), Depeche Mode vive un periodo más oscuro en su carrera tanto en el sonido, que sumaría a los recursos industriales que caracterizaban la influencia innegable del rock gótico, como en las letras, que se vuelven introspectivas y culposas, pese a lo cual nos brindaron grandes éxitos comerciales, en los rankings y en la masificación de la banda, tales como “Stripped”, “Strangelove” y “Behind the Wheel”.
Con posterioridad a aquel periodo electro-gótico, los ingleses guardaron el silencio más largo de su carrera hasta ese momento: tras un ritmo de publicación de discos cada, aproximadamente, un año y medio, esta vez tuvimos que esperar hasta el inicio de la siguiente década para escuchar nuevo material del cuarteto. Sin embargo, el camino oscuro que su música y letras habían tomado se traspasaría, inevitablemente, a sus vidas privadas. La adicción a las drogas, el exceso en el consumo de alcohol, la indolencia de cada uno frente a los problemas del otro, la cosificación de sus imágenes personales, entre otros factores, terminaron por inspirar Violator (1990) y Songs of Faith and Devotion (1993), discos que, además, marcaron la incorporación de instrumentos tradicionalmente asociados al rock, como la guitarra eléctrica y batería acústica, así como la pausa de Andy Fletcher y la salida de Alan Wilder de la formación musical. “Enjoy the Silence”, “Personal Jesus”, “Walking in my Shoes” y “I Feel You” son claros ejemplos del momento musical y personal que vivía la banda para ese entonces.
Gore, Gahan y el retornado Fletcher vivieron a partir de este momento una época contradictoria por naturaleza: los cuatro discos que siguieron, Ultra (1997), Exciter (2001), Playing the Angel (2005) y Sounds of the Universe (2009), le trajeron a los músicos diversos premios y una gran aceptación del público masivo, sin embargo, la prensa especializada fue tibia y más bien rememoró con nostalgia los viejos tiempos de la banda antes que vaticinar un futuro mejor. De aquel vasto periodo, que sirvió tanto para depurar a la banda de sus vicios como para actualizar su sonido electrónico de acuerdo a las nuevas tendencias (sin dejar de lado su personalidad propia), nos quedan composiciones sumamente representativas de toda una época, tales como “It’s no Good”, “Dream On”, “Suffer Well” y “Wrong”.
En 2013 Depeche Mode editó Delta Machine, disco que – al fin – recibió la misma valoración positiva tanto del público como de la prensa. “Heaven” fue el primer sencillo de ese trabajo que rápidamente alcanzó altos puestos en los rankings del globo. Cuatro años después, en 2017, sería Spirit el trabajo que haría lo suyo a través del primer corte del disco “Where’s the Revolution” y de la gira que acompaña su promoción, que ya los llevó a Ciudad de México, Bogotá y Lima, y que, después de Santiago los dirigirá a Buenos Aires y São Paulo.
Con toda esta historia a cuestas, la conclusión es evidente: Depeche Mode ha sido una influencia innegable para una serie de artistas de todas las disciplinas, sobre todo para muchísimos músicos, tanto de bandas de rock como para la música electrónica en su totalidad y, lógicamente, para una generación completa que creció escuchando sus canciones y bailando al son de ellas, traspasando estos gustos a hijos, sobrinos, y cuanta persona se acercara.
Pese a que, en un primer momento, los críticos no entendieron la relación actitud/sonido que se manifestaba en Depeche Mode, hoy podemos asegurar que el rock y la electrónica conviven en ellos en los más diversos ámbitos de su existencia. Llámese synth pop, new wave, o como se llame. Las categorías acá pierden total validez, más aún considerando que Martin Gore, citado por el biógrafo Steve Malins, afirmaba que “de forma sutil, corrompemos al mundo”. Y eso es, precisamente, lo que el próximo miércoles esperamos ver.