Por Jorge Fernández.
La autogestión musical y los esfuerzos por encontrar la nota justa en Chile son cada vez más recurrentes. Ello trae consigo un trabajo arduo, pero a la vez reconfortante, pues es a partir de ese conocimiento misceláneo desde donde surgen las buenas ideas.
Un cantautor debe saber producir, esquematizar y combinar su arte y nosotros, amantes de la recepción, nos quedamos con el producto de un sueño que se sembró y cultivó desde hace mucho tiempo atrás. Cuando ese fruto nos deja satisfechos, se nos vuelve imperiosa la necesidad de masificarlo, porque se hace viva la máxima del “cuesta, pero lo vale”. Y aquí es donde aparece en el horizonte Al Borde de la Reina Corazón, disco perteneciente al cantautor nacional Salvador Espíndola.
Con un sonido pop rock acentuado y letras que divagan entre la idea de la soledad y el amor, las canciones del disco se van configurando a través de lo idílico y lo natural teniendo como eje protagónico a un sol que, cual Dios contemplativo, está pendiente de nuestros actos y de los demás.
“Girasol” es el tema que abre el disco. En él se observa, por medio de un tono apelativo, cómo se hace una invitación al reconfortante placer de la unión de dos almas, todo enmarcado en la retórica que permite la palabra recortada que tiene como título. Con guitarras potentes y una voz con sonidos rockeros, funciona como excelente tema introductorio para comenzar el periplo musical.
“Mañana o Nunca” es una canción que habla de la dicotomía, del abrir y cerrar, del estar y no estar. Una balada pop que baja las revoluciones de la entrada para depositar un bálsamo de sonoridad apaciguada y relajante.
“Gato Negro” es el tercer sencillo del disco y tiene la particularidad de contar con la colaboración de Cabro Homer. A partir de su letra, surge otro de los tópicos recurrentes del cantautor: los felinos, inspiración que, de seguro, proviene de mucho tiempo atrás, pues Salvador Espíndola ya contaba con un disco anterior donde tocaba junto a Gato Negro Band. La canción habla de la eterna espera en medio de la noche, precisamente cuando se nos oculta el sol, que nos permite la visibilidad perenne de la vida. Así en medio de la oscuridad, el gato negro espera a su “gata clara y corazón de estrella”, quienes después se mimetizan con sus dueños pues al encontrarse en la noche serán unos gatos más.
“Obsesión Infinita” es una canción ex tempore dentro de la creación del disco pues fue escrita mucho antes que el resto. El tema reseña el proceso de inspiración que otorga esa musa inspiradora por la que todos nos deslucimos frente al deseo de perfección. La gracia está en que, pese a no pertenecer al mismo proceso, en su ejecución se alinea de manera perfecta con los temas antes citados, lo que queda explicitado en las palabras que conforman el coro “Pincel al mar, pintar el sol, fumar sin paz y mirarte como un gato. Abrir la piel, la invitación a una obsesión infinita”.
Entre “Para que no entre el Sol” y “Niña” se produce un recorrido sideral y literario. Palabras que engrosan las temáticas de amor recurrentes en el disco. Así en sus líneas desfilan las estrellas, los poetas malditos y las galaxias, llenando de estelaridad cósmica el espacio vacío de la soledad y la incondicionalidad.
El sonido más estridente vuelve a su sitio por medio de “Puede ser Normal” potente canción interpretada junto a Pato Pacheco, vocalista de la agrupación calerana La Rude Jasha. Por medio de sonidos engrosados, se desafía al objeto lírico, especialmente en el coro, donde se hace manifiesto el “Si te vas de aquí, borra todas tus huellas” mientras el sol sigue girando a la deriva una vez más.
“Siglos Después” y “Madre” son las encargadas de cerrar el vasto recorrido. En ellas hay desesperanza, más bien hay resignación, pues surge desde el desconcierto del tiempo recorrido, del final ya esperado, de la anagnórisis inapelable de la existencia del individuo que va abandonando sus propósitos.
En el sentido estricto de la creación, Salvador Espíndola da en el clavo con sus certeras letras y los tópicos a través de los cuales se desenvuelve. Hay un itinerario pop rock para escuchar de punta a cabo. Buen estilo y profundidad en el contenido dan con la tecla para aseverar que el trabajo reforzado tiene sus dividendos.
Por estos días, este joven cantautor emprendió el rumbo hacia México. Ahí, deambula por las ciudades norteamericanas deleitando con las canciones que carga en su mochila de sueños esplendorosos que, si continúan por el mismo sendero, seguramente, se harán realidad.
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