Los Espíritus en Teatro Cariola: El trance del rock and roll
26 de noviembre 2017.

Por Francisca Neira.
Fotografías por Francisco Aguilar A.

Anoche visitó nuestro país, por segunda vez, la agrupación argentina Los Espíritus quienes, ya en su concierto de abril, habían dejado sembrada la semilla del blues y la psicodelia entre los amantes del rock que habitan este lado de la cordillera.

Esta vez, el recital se enmarcó en la serie de presentaciones individuales reagendadas que realizaron algunas bandas que compartían cartel en el suspendido Festival Frontera 2017, pero también en el contexto de su Gira Agua Ardiente que los llevó a varias provincias de Argentina además de Colombia, México, Uruguay, España, Francia y Costa Rica y que cerrará este viernes 2 de diciembre en el Estadio Malvinas Argentinas en Buenos Aires.

A las 22.10 horas abrieron las puertas del, hoy monumento nacional, Teatro Cariola, para permitir el ingreso de un público más bien escueto pero ansioso por escuchar al sexteto que, 35 minutos después, salió a escena para arrollarnos con la calidad de su interpretación musical.

Los Espíritus abrió los fuegos con “Huracanes”, que también es el primer track de su último disco Agua Ardiente (sí, así separado, no todo junto como podríamos pensar), que nos entrega una mezcla precisa entre los rasgueos de la guitarra acústica y el par de eléctricas y que dan forma a una melodía que, inevitablemente, nos pone a todos los presentes a bailar.

Aplauso cerrado y, sin saludo de por medio, el escenario se vuelve rojo para dar paso a un estupendo juego de voces entre Maxi Prietto y Santiago Moraes, los dos vocalistas de la banda, quienes le cantan a la pérdida, a la tragedia, a lo inevitable en “La crecida”, instalando en El Cariola una suerte de pesadumbre que rápidamente se disipa con los primeros acordes de “El Viento”, cuya guitarra recuerda, en un principio, la de Ricardo Mollo de Divididos y que presagia el atropello de un rock más crudo.

Después de poner a todos a bailar con el funk de “La mirada”, todos los integrantes de Los Espíritus levantan sus vasos para brindar con y por el público y, también intuimos, por esta noche, por la gira, por el rock and roll. Lo que sigue es “Perdida en el fuego”, un bolero en clave de psicodelia que suena hipnótico, sugerente, que llama al trance (el mismo en el que está el guitarrista Miguel Mactas), y que habla de una mujer que arde en pasión y perdición y que, muy personalmente, me hace pensar en Stella Díaz Varín, La Colorina y la descripción que de ella hace Alejandro Jodorowsky. Literatura y música, qué combinación.

Otra vez, aplauso cerrado. El concierto continúa con una implacable mezcla de blues, funk, rock, psicodelia y misticismo (principalmente con “Jugo” y “Esa luz”) que nos tuvieron bailando sin parar entre humos de colores (del escenario, claro) y buena energía. Tanta, que incluso cuando el platillo de la batería de Pipe Correa se soltó, nadie corrió ni se escandalizó: él mismo esperó terminar el tema y arreglar con tranquilidad el asunto.

Comienza a sonar el siguiente tema y, muy ad-hoc al contexto sociopolítico de nuestro país, escuchamos frases como “las armas las carga el diablo, y las urnas, si está de humor” las que suenan al ritmo cadencioso de unas guitarras melódicas y armoniosas acompañadas de un bajo potente que mueve el piso del teatro. Esta lógica musical se mantiene durante todo el show y nos mantiene a todos tan sumidos en una espiral de baile, relajación y disfrute por la música, que hasta los guardias sueltan sus poses rígidas y sentados en la escalera observan (envidiosos) a la audiencia que hoy no les dará mayor trabajo.

Todo lo que ha ocurrido en la noche ha ido in crescendo para llegar al momento en que suena “Perro viejo”, track perteneciente al segundo disco de la banda, Gratitud (2015), que suena a rock and roll antiguo, huele a estación de trenes y nos transporta en el tiempo de ida y vuelta, muchas veces. Las revoluciones bajan considerablemente con “Luna llena” y el azul que inunda el escenario, sin embargo, Los Espíritus vuelven a subir el volumen con “Vamos a la luna” que suena envolvente con su juego de tres voces, el protagonismo de los timbales y la percusión, las guitarras que rozan el space rock y la explosión de colores que componen el momento más alto, psicodélico y noise de todo el concierto.

Sin despedirse, los músico salen de escena y regresan para entregarnos los últimos tres temas: “Negro chico”, “Noches de verano” y “La rueda que mueve al mundo”, uno de cada disco de la banda, todos con un sonido realmente crudo, más cercano al rock and roll y el blues purista que a otros sonidos, todos con un contenido social importante, criticando a la sociedad de consumo y llamándonos a hacernos cargo de las consecuencias de nuestros actos.

El público demostró una gran devoción por la agrupación argentina que para 2018 ya tiene proyectado presentarse en Cosquín Rock y en Lollapalooza Argentina, festival en el que ya participaron en la versión de 2016. No hay duda de que éste fue uno de los grandes conciertos para el cierre de este año 2017 y, realmente, es de esperar que Los Espíritus nos visiten pronto nuevamente, ya que la hora y 45 minutos que nos entregaron anoche (en la que, entre otros temas, tocaron entero su último disco) sólo nos dejaron con ganas de volver a escuchar el “muchísimas gracias, che!” que cerró la jornada.

Setlist:
Huracanes
La crecida
El viento
La mirada
Perdida en el fuego
Jugo
Esa luz
Mapa vacío
Mares
Las armas las carga el diablo
Jesús rima con cruz
El gato
Perro viejo
Luna llena
Vamos a la luna

Encore:
Negro chico
Noches de verano
La rueda que mueve al mundo

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