Ernesto Holman y Etnojazz trío en el Nescafé de las Artes: Entre lo sacro y lo profano
2 de noviembre 2017.
Por Nicolás Morán.
Fotografías por Agustín León.
El jazz, en su estado más puro reside en cada uno de nosotros, además que el poder de la tierra es para todos, o al menos eso nos demuestra Ernesto Holman, destacado músico nacional quien, aparte de haber sido miembro del grupo Congreso y mentor de lo que es el bajo contemporáneo chileno, ha sacado varios discos como solista y creó el concepto de Etnojazz, que es básicamente mezclar nuestras raíces indígenas con el son portentoso del Jazz, haciendo hincapié en el retumbar poderoso que entrega su bajo de seis cuerdas, bautizado como “Ñamco 6” (Águila, en mapudungun), con un sólido sonido, similar a las vibraciones terrestres, las mismas que se extendieron por todo el escenario del Teatro Nescafé de las Artes durante la noche de ayer.
En un concierto dedicado en parte a Violeta Parra, para celebrar su natalicio centenario, es cuando el genio de Holman se extiende desde el minuto 1 hasta las casi 2 horas y media que duró su presentación, deleitando no solo con sus hábiles dedos, sino que además con una lengua afilada: “Se dice que Violeta pone la tetera, y los demás se toman el tecito”, haciendo una clara crítica a la industria nacional, que lucra descaradamente con la imagen y el legado de la cantautora más famosa de nuestro país.
Si bien comenzó en penumbras, haciendo sonar el udu, instrumento de origen africano, que nos remonta a las ceremonias nigerianas, donde se mezclan el cielo y la tierra, es en ese momento cuando más nos hace sentido Mircea Eliade. Desde el concepto de lo sagrado y lo profano, la música ha sido el método por excelencia para contactarse con los espíritus y los dioses, siendo acá el minuto en que Ernesto nos transporta a su epifanía, la que vivió hace 20 años, y que nos reprodujo en esos escasos minutos del comienzo, para acabar la presentación como una fiesta colorida. Durante su canción “Al vuelo del Ñamco”, en un par de notas sentí que estaba por escuchar “Blackbird” de The Beatles. Tenía esa intención, ese misterio de lo nuevo, pero que sonaba tan familiar a la vez.
Como el hombre es generoso y no toca solo, en el trío lo acompañaban Gustavo Cerqueiras en el teclado. Músico brillante, que se encargó de darle armonía al grupo, y Josué Villalobos en batería, quien llevó el paso y peso de la percusión sobre sus hombros.
Al terminar, los dos músicos se tomaron un break, dando paso a lo que sería una clase magistral de etnografía musical en compañía del maestro Holman y de sus estudiantes de la Escuela Superior de Jazz, además un par de estudiantes particulares, quienes interpretaron con soltura, mostrando el semillero de artistas que tiene esa academia al tener semejante profesor.
Un sonido agradable, profundo y armonioso, que hace notar la guía que han tenido, porque es un jazz muy chileno, una mezcla de esos ritmos cercanos a la cueca, con elementos de la música campesina, que hicieron de los dos temas que tocaron, una celebración, con espacios para la improvisación y para lucir el talento concentrado en los jóvenes músicos del mañana.
Dentro de la historia de vida de Holman, un personaje que lo marcó fue Joe Vasconcellos, quien llegó como invitado sorpresa, para mostrarnos parte de las creaciones juveniles de ambos mientras vivían en Viña del Mar. Con Joe en la percusión, se dio una catarsis entre todos los asistentes, pues la energía transmitida llegaba hasta tu asiento, para continuar con la voz de Kathy Fernández cantando “Qué he sacado con quererte”, y conseguir un espectáculo excelente.
Vivir eso fue un lujito de aquellos que luego, cuando se bajan, se complementó con el talentosísimo Jorge Campos, también bajista, quien nos agasajó con una versión de “Luchín” del inmortal Víctor Jara, para luego seguir con “Pasto Seco”, pero esta vez con Holman. Siendo para mí, un tema que de por sí ya era bueno, se mejoró con unos slaps que ya quisieran muchos, para luego incluir a Cirqueiras y a Villalobos, lo que terminó de darle la consistencia a un show in crescendo.
Mientras tocaban “Acuecado”, en un instante entra Jota Sepúlveda, un monstruo del pandero, que consigue darle ese tono chileno a una melodía que viajaba entre lo nacional y lo foráneo y que hizo aún más rica la noche.
Un par de temas nuevos, con cadencia armoniosa y una energía desbordante, también fueron parte de la parrilla. Posteriormente, hicieron su homenaje tocando “La Jardinera”, de la Violetita, con un sentido respeto y amor, cosa que se notó desde las palabras que expresó Ernesto hasta la interpretación sublime a la que fuimos expuestos.
Otra de las “sorpresas”, fue la entrada de Congreso, que hizo su aparición tocando “Hijo del Diluvio”. De más está decir que el público enloqueció, de más está decir que era la culminación de uno de los músicos más renombrados de la escena nacional quién, con modestia, nos invitó a su hogar, a su tierra y compartió con nosotros al cierre, “Choike y Cueca”, uno de sus temas más conocidos, que hace referencia a la traducción mapudungún de avestruz patagónica y al sonido clásico cuequero.
Si tuviera que resumir la experiencia, podría decir que parecía el living de la casa. Gente entrando, saliendo, riendo y haciendo música. Amigos y compañeros que celebraban los 20 años del Etnojazz y de la carrera del viñamarino, y sobre todo el lanzamiento de De Raíz, su último disco, que fue aplaudido en los premios Pulsar 2017 y que se define como “música de carne y hueso”.
Sin lugar a dudas, un espectáculo inolvidable, que pretende hacernos reflexionar sobre la música chilena, nuestras raíces mestizas, el cómo la música sirve como espacio y termina funcionando como ombligo y punto de partida del mundo.
Setlist:
Intro “Qué Música”
Improvisación en Udu
Achawall ül
Qué Está en el Cielo
Tierra Mía
Al Vuelo del Ñamco
Tema estudiantes 1
Tema estudiantes 2
Qué He Sacado con Quererte
Solo Jorge
Pasto Seco
Acuecado
Atardecer
Tema nuevo 1
Tema nuevo 2
La Jardinera
Hijo del Diluvio
Choike y Cueca
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