Por Rodrigo Guzmán.
Es de conocimiento público: todo comenzó en 1991, con el lanzamiento de Blue Lines. El colectivo Massive Attack publicó su opera prima y el sonido de la electrónica británica, y mundial, cambió de una vez y para siempre. Dieron luz a una cría que conjugaba el soul, el rap, el dub y el jazz con maestría absoluta. No alcanzaron a bautizarla cuando los críticos la llamaron Bristol Acid Rap, mejor conocido como Trip Hop. Los bristolianos habían trazado las primeras líneas, pero faltó Portishead (junto al buen Tricky) para que se completara el cuadro.
Si Dummy (1994) fue un debut extraordinario, portador de una madurez y elaboración musical atípica dentro de los conjuntos novatos, Portishead fue la vertiginosa consolidación de Beth Gibbons, Geoff Barrow y Adrian Utley, al menos para la crítica. Y hoy, se cumplen 20 años de aquello.
El sonido de Portishead es único. Compuesto en base a beats que obligan inmediatamente a menear la cabeza a quien los escuche, arreglos de cuerda lúgubres y la voz de Gibbons coronando todo con agudeza e intensidad, este álbum se advirtió desde un inicio como una pieza melancólica, oscura, elegante y sensual que, a pesar del paso de los años, conserva una actualidad patente. Por lo mismo, no es complejo advertir su influencia en conjuntos y solistas actuales, como Lana Del Rey o The Weeknd.
Si hiciéramos una lista de grandes discos con aperturas eximias, por supuesto que el álbum que hoy nos convoca tendría una mención especial, pues «Cowboys» supondría una entrada memorable, que se advierte con facilidad desde la primera nota de teclado, saturada de delay, delatando así tanto el ascendente dub como psicodélico de Gibbons y compañía.
«Over» y «Humming» son el tipo de track que utiliza recursos musicales mesurados pero que, tras su utilización persistente, el escucha logra entrar en un estado de trance. La repetición de un sonido, la utilización del loop, la manipulación del drone es un recurso tan antiguo como la música, sin embargo, en Portishead suena único, generando de dicho modo una atmosfera hermética y opresiva. Esta atmósfera se replica a la perfección en el single “Only You”, cuya línea de bajo se sucede de manera tan incesante como envolvente y que encuentra su correlato preciso en el lóbrego video clip dirigido por Chris Cunningham. Junto a este, «All Mine» y «Over» fueron los otros singles extraídos del álbum. Cabe decir que sólo “All Mine” logró escalar en los charts británicos, alcanzando una discreta octava posición. Pero como ya lo dijera Juan Villoro: “El éxito es la estadística de los cretinos”, porque si bien Portishead tuvo un éxito comercial respetable, certificado como disco de platino en Gran Bretaña, no logró superar el alcanzado por su predecesor. Con todo, esto no logra hacer desaparecer de nuestras conciencias la sincopada orquestación de un track cuyo video clip es protagonizado por una niña algo diabólica. Lo de Portishead siempre fue así. Montaban un tema excelente con pocos recursos, al igual que sus videoclips, filmados es una sempiterna escala de grises.
La sobriedad, la elegancia del conjunto liderado por Beth Gibbons siempre ha sido uno de sus sellos distintivos, cuyo desarrollo y estilo musical se veía más cercano a la repetición de notas y compases en un tempo bajo. Ya lo mencionamos más arriba, y es que una de las cabezas compositivas del conjunto, el multi instrumentista Geoff Barrow, demuestra que lo suyo es la música estática, catalizadora de trances, en sus proyectos paralelos Beak y Quakers, uno más cercano al Krautrock o al IDM , el otro al rap clásico noventero de la Costa Este norteamericana, el incombustible Boom Bap Style.
A pesar de mantener el beat de un rap oscuro y denso, Portishead se aparece como un álbum más orquestado, con mayor presencia de arreglos de cuerdas que Dummy, cuyo sonido está más emparentado con el jazz y el soul, mientras que el disco que hoy celebramos se encuentra más cercano a una sonoridad acústica, amaderada y por lo mismo, más orgánica, pero que jamás pierde de vista el beat, omnipresente en toda la discografía de Portishead.
Este sonido se replica en «Western Eyes», «Seven Months» y «Humming», cuyo maravilloso pizzicato deja la piel de gallina a quien lo escuche. Mientras que «Undenied» y «Half Day Closing» parecen ser tracks opuestos-complementarios, pues la lobreguez del primero contrasta con la luminosidad del segundo. Este es, quizás, junto a «It Could Be Sweet», uno de los pocos temas «alegres» del conjunto de Bristol, pero que, al estar contenido en un disco de sonido más bien opresivo, tiende a distender su escucha.
Siempre se puede decir algo más de Portishead y su portentosa, pero exigua discografía, sin embargo, pareciera que los tracks que vienen incluidos en el disco que hoy rememoramos, hablan por sí solos. Porque Portishead no es un lugar ni un conjunto musical, sino un sonido que tras el paso de los años tiende a agigantar su leyenda bajo los dilatados silencios de Gibbons, Barrow y Utley.