La Trágica Agonía de un Pájaro Azul: una tragicomedia grotesca
Teatro Camilo Henríquez, 29 de septiembre 2016.
Por Felipe Tapia.
Fotografías por Alvaro Gauna.
Cual Edipo moderno, Nina no tiene ningún motivo para ser feliz: es fea, solo ha estado con un hombre, su hija murió y vive con su madre pese a tener cuarenta años. Es despedida de su trabajo y decide suicidarse. Aquella decisión es tomada con la mayor naturalidad y calma posible, no es un acto impulsivo o producto de la desesperación, pero por supuesto su madre y otros seres cercanos harán lo imposible por que Nina recupere la alegría de vivir.
Aunque a estas alturas el argumento escrito por Carla Zúñiga sugiere a todas luces una tragedia, lo cierto es que la obra es una comedia pomposa y desfachatada, y ahí radica el valor de esta: supone un esfuerzo mayúsculo el tomar una historia tan trágica para desencadenar risas por medio de personajes alienados, fracasados y estrafalarios.
El montaje, la estética y los vestuarios son de corte barroco, chillón y exagerado: cada personaje tiene un color de ropa específico para volverlo icónico e identificable, su aspecto facial es payasesco y las interpretaciones son superlativamente histriónicas.
Todos los personajes de esta obra dirigida por Javier Casanga son outsiders, perdedores y patéticos: solteronas, mujeres abusadas, niñas abandonadas, inmigrantes empobrecidos, y la mayoría ha sufrido maltrato o perdido a un ser querido. Como para subrayar el patetismo a lo largo de la obra surgen algunas canciones que vuelven explícito el sufrimiento de la protagonista, explicando con detalles su triste historia y la razón de su desdicha.
Hacer humor desde lo cómico es simple. Pero hacer humor desde lo trágico es indudablemente un logro y si no se hace bien, los resultados pueden ser desastrosos. “La trágica Agonía de un Pájaro Azul” dispone bien los elementos, y logra conmover y causar gracia de manera casi simultánea (Si solo buscara hacer reír pero que la desgracia de los personajes no produjera ningún sentimiento, estaríamos ante una mala obra).
La Niña Horrible, la compañía que monta esta obra teatral, se caracteriza por un humor negro y ácido, y es capaz de mostrar las historias más dolorosas por medio del humor insolente y absurdo. En esta ocasión, nos presentan esta obra basada en un cuento “Buenas Noches”, de Marsha Norman. Lo tragicómico de la historia es que se nutre de la tónica de «un ciego guiando a otro ciego”, pues la madre de Nina intenta por todos los medios mostrarle lo valioso que es vivir, y acude a una tropa de personajes que hacen lo imposible por demostrárselo, pero a la larga resulta que ellos no son ninguna autoridad en la materia, pues tienen tejado de vidrio y sus vidas son aún más imperfectas, patéticas el grupo constituye una galería de perdedores que se niegan a asumir su triste realidad.
El problema con la obra es que se toma demasiado en serio la pomposidad y la exageración. Los personajes gritan demasiado, llegando a que a uno se le pongan los pelos de punta, cada sonido es un estruendo, incluso los golpes a la puerta, y cuando los personajes gritan hasta por la nimiedad más insignificante, el efecto que debería tener esa manifestación de las emociones acaba volviéndose normal y poco llamativo, aunque sigue desagradando.
Si un padre le grita todos los días a su hijo este último acabará por acostumbrarse, en lugar de si le gritan solo cuando la situación lo amerita, y eso es un poco lo que pasa con esta obra. Cuando tienes una puesta en escena chillona no es necesario insistir en los chillidos, pues los parlamentos de por sí ya son pomposos y grotescos, por lo que no es necesario gritarlos para darnos cuenta de que estamos frente a personajes histéricos y tragicómicos. Incluso en más de una vez los personajes cruzan la delgada línea entre el histrionismo y la sobreactuación, además de la manía que tienen algunos actores de impostar la voz.
Es una obra recomendable para quienes gusten de este tipo de humor negro y sobrecargado, y puede verse en el Teatro Camilo Henríquez ubicado en Amunategui 31. Y prepárese para salir de la obra con un pito en el oído como si fuese un recital de Black Metal, por los constantes gritos. Las interpretaciones están a cargo de Felipe Zepeda, Juan Pablo Fuentes, Coca Miranda, Carla Gaete, David Gaete, Sebastián Ibacache, Mario Olivares, Vicente Cabrera, Ítalo Spotorno, Maritza Farías y Claudia Vargas.
Revisa nuestra galería fotográfica a continuación: