Por Jaime Farfán.
Existe el dicho “Nunca conozcas a tus ídolos”. Por una parte, está el siempre latente peligro de encumbrar a una figura completamente humana hacia los elevados aires de la idolatría. Por otro, una cosa es el personaje público y otra la personalidad privada. Johanna Watson, publicista de profesión y cronista musical por amor, decidió correr el riesgo, y respondiendo a un destino que parecía tejido desde su nacimiento, se acercó a Cecilia, mejor conocida en sus últimos años de vida como La Incomparable. Una relación, laboral en un inicio, pero progresivamente personal, con la cantante, símbolo de la Nueva Ola de la década de 1960, que queda retratada con detalle en el recientemente publicado libro “Cecilia, el último baile. Vivencias y conversaciones con La Incomparable”, texto en el que Watson utiliza varios recursos para retratarla en todas sus dimensiones, mientras recorre los que terminarían siendo sus momentos finales sobre la tierra.
Cecilia Pantoja, originaria de Tomé, saltó de los humildes escenarios de los festivales comunitarios a llenar el Caupolicán en varias ocasiones, con su estilo desfachatado, osado y desafiante, sumado a su voz melodiosa, potente y con un tremendo rango emocional. Varios hits, incluyendo interpretaciones de boleros, canciones italianas y rock and roll, le ganaron un lugar especial en el corazón de sus seguidores. Muchos de esos temas perduran en la memoria colectiva del Chile actual, perfilando a la cantante como una figura clave en el desarrollo de la historia musical nacional. Pero la intérprete de “Baño de mar a medianoche” no la tuvo fácil. Rompiendo los moldes de la recta sociedad de la época, fue rebelde, provocativa y, para el colmo, acusada de poco femenina y recatada. Además, su tendencia sexual no ayudó a su popularidad, que sufrió una importante merma durante los años de la dictadura.
De todas maneras, Chile no olvidó a Cecilia, y a medida pasó el tiempo, y sus discos fueron heredados de generación en generación, movimientos como el feminismo y pro LGBTQ+ encontraron inspiración en su trayectoria y en su lucha. En el peak de ese reencuentro entra en su vida la cronista musical Johanna Watson, quien pone todas sus habilidades al servicio de la cantante y cumple un rol importante en las últimas actividades que realizó. Mediante varias entrevistas inéditas e íntimas fotografías intercaladas con el testimonio directo de la misma escritora, podemos echar un vistazo a la persona de la intérprete hacia el ocaso, a su modo de pensar y ver las cosas, sus opiniones en tiempos de controversia, su pelea áspera y constante contra el EPOC y la lumbalgia, y avistar por momentos la tremenda complejidad de su personalidad, mientras recoge en su cuerpo desgastado los últimos retazos de sus viejas y renovadas glorias.
Partiendo por una mirada general respecto a cómo fue la despedida de Cecilia, en su velorio en el Teatro Caupolicán, Watson retrocede y comienza a relatar los hechos de forma cronológica, iniciando por la relación personal que tiene con la intérprete y el rol que cumplió en su camino de vida, para seguir con sus primeros encuentros y la primera entrevista, en agosto de 2018. Luego continúa con los eventos que rodearon el aniversario número sesenta de la carrera artística de la cantante, incluyendo el lanzamiento de la reedición del vinilo de sus grandes éxitos y el show de celebración en su querido recinto de San Diego. También se relatan momentos tremendamente cercanos, como las continuas hospitalizaciones que requirió Cecilia a medida que progresaba su enfermedad pulmonar, la invitación especial de Natalia Valdebenito a una de sus presentaciones, las últimas ocasiones donde cantó y sus aprensiones ante su voz en deterioro, y la ola de amor que tuvo alrededor en todo momento como sostén.
Resulta ser un libro sincero, que no trata de maquillar ni ocultar nada, por lo cual termina siendo un retrato cercano y humano de una figura que vive un momento muy particular, la revaloración y el reencuentro con la misma sociedad que la desplazó cruelmente en tiempos más difíciles. La escritura es ligera y fluida, poética a ratos sin caer en lo cursi, a medida va intercalando varias de las imágenes que construyen la mítica de la intérprete. Su lesbianismo latente, sus enteritos y la inspiración constante de Elvis, el polémico pero simbólico “beso de taquito”, su amistad con Violeta Parra, el delicioso sonido arrastrado de su Ch, su tremendo amor por los autos. Además, se incluyen testimonios y comentarios de varios de sus cercanos, nombres importantes en la escena musical chilena, donde Cecilia ocupaba una posición de respeto y admiración.
Es inevitable ir emocionándose a medida que avanzan las páginas de “Cecilia, el último baile”, la ternura y el cariño que la rodea atraviesa la página y te invita a observar la importancia que involuntariamente, pudieron tener en tu vida las primeras canciones de una joven e inocente cantante que soñó más allá y se salió de los márgenes de su natal Tomé. “¿Cómo te gustaría que te recuerde el pueblo chileno?” le pregunta Watson en una sus entrevistas finales. “Que me recuerden no más poh”, contestó. Ha pasado casi un año desde su partida. En algún karaoke perdido en las frías noches de este invierno aún resuena un apasionado “bom, bom, bom, bom”.