Banda invitada: Chances.
22 de octubre 2024.

Por Rocío Belén.
Fotografías por Francisco Aguilar A.

Existe un fuerte asentamiento en la industria musical a nivel mundial junto a la era moderna del metal, trazando un camino que promete ser imborrable y trascendental dentro de un género que va en picada y que se mantiene a flote gracias al nacimiento y fortalecimiento de agrupaciones rupturistas como Meshuggah, banda que llegó a fines de los 80’s y que a punta de brutalidad y tecnicismo fundó lo que hoy conocemos como Djent, una mezcla de death metal con matemática musical que interpone compases creando un polirritmo integral que hoy por hoy inspira a una abultada camada de agrupaciones que gozan del éxito vanguardista que trae consigo el metal moderno.

Para describir de manera figurativa la experiencia que vivimos el pasado martes en Teatro Caupolicán, es necesario explicar la retórica de la sinestesia. Esta figura perceptiva representa la capacidad que tiene un estímulo de mezclarse dentro de nuestro proceso mental para combinar cualquiera de nuestros 5 sentidos entre sí, transformándolo en experiencias multisensoriales. Para artistas como Kandinski, pintor y chelista, la música y el color siempre fueron de la mano, pudiendo asociar las notas agudas con los colores brillantes y las graves con tonos oscuros, las melodías rabiosas a los tonos cálidos y la tranquilidad hacia los tonos verdes. Ahora, ¿qué tiene que ver todo esto con el show de Meshuggah?, si estuviste ahí, sabrás a lo que me refiero.

Los nacionales Chances abrieron el escenario del recinto capitalino a las 20:00 horas, marcando el inicio de la jornada. El quinteto de metal técnico fundado en 2022 y compuesto por jóvenes talentosos, se para en el escenario manteniendo posiciones con firmeza, presentando a lo largo de todo el show su más reciente trabajo Chances, álbum homónimo lanzado en 2023 y que los ha llevado a posicionarse en diversos escenarios dentro del calendario musical.

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Con una lluvia de desgarradoras distorsiones y una pauta instrumental sólida, la agrupación se presentó frente a las 3.000 personas que escépticas ocupaban el Caupolicán en sus 30 minutos de show. Tras haber calentado motores, se puede apreciar con mayor detalle el templo escénico que construyó Meshuggah para su presentación en esta tropical noche de octubre, vistiendo el escenario con entelados gráficos que mezclan el arte de su más reciente trabajo Inmutable (2022), junto con las características serpientes que se arrastran desde la visual de The Violent Sleep Of Reason (2016) y Catch Thirty-Three (2005), dándonos una pequeña pista de lo que sería más tarde el repertorio a interpretar.

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Con el ya característico interludio que también se repitió en su pasada visita por partida doble en Coliseo en 2019, sonaron canciones como “I wanna know what love is” de Foreigner, “You’re the inspiration” de Chicago o “Careless whisper” de George Michael, coreadas por la masa de chascones encuerados donde las revoluciones se mezclaron surrealistamente entre lo romántico y el atrevimiento de algunos que sin miedo se lanzaron desde platea para figurar más tarde en el mosh. Lamentablemente uno de los involucrados sufrió un esguince de tercer grado tras la caída de 4 metros que separa las gradas de la cancha. Usted no lo haga.

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Marcan las 21:00 en punto, se apagan las luces y se encienden los parlantes trayendo a nuestro escenario al coloso sueco que llega a desatar la locura frente a las más de 5.000 almas que repletaron la cúpula santiaguina. Oscuros e intensos comienzan con “Broken cog”, single que abre su última placa Inmutable (2022) y que nos sumerge inmediatamente en la atmósfera displicente que en melodías disminuídas y acordes menores tensa el ambiente entre tonalidades rojizas. Desde el segundo uno la parrilla de iluminación destella en todos los sentidos, aprovechando al máximo el muro palpitante y las más de 30 luces que colgaron en el techo del recinto para armar el juego que tanto caracteriza el show de Meshuggah. Nuestros respetos al iluminador Edvar Hansson. Visualmente lo primero que nos llama la atención es que por primera vez en las 4 veces que se había presentado la banda en nuestro país, se pudo apreciar en su totalidad a los músicos como seres humanos más que como entes de las sombras, y es que hasta antes de este disco, parte importante de la performance consistía en darle protagonismo a la silueta más que a la persona, generando ese misterio que endiosa figurativamente al músico, pero no, esta vez se veían claritos y despampanantes, si hasta el perfilado de las frondosas barbas se veía bonito desde el público. Esta vez fueron ellos los protagonistas. No fue hasta después de terminar “Rational gaze” y “Perpetual black second” que por primera vez saludaron a la audiencia y recibieron la primera ovación perpetua de la noche.

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Sin mayor desplante al rededor del escenario, la agrupación mantiene la coreografía al límite de lo elegante, con movimientos sutiles pero acertados, un leve meneo de cabeza marca pauta entre los códigos rítmicos que con dificultad los acelerados asistentes intentan seguir al compás múltiple de “Kaleidoscope”. A ojos cerrados y con inmenso temple, los transoceánicos interpretan “God he sees in mirror” manteniendo inertes sus posiciones en tensión absoluta. Desde el público se aprecia el gusto por lo complejo, pero no deja de ser cómico el ver como cada quien intenta seguir el ritmo a su manera, transformando la cancha en un mar de cabelleras que cabecean y moshean pasionalmente a un destiempo permanente.

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Ya procesando un poco el impacto estroboscópico de las primeras canciones, quisieramos volver al punto de partida de esta nota cuando hice hincapié en la sinestesia, y aquí entran en juego nuevamente las luces y el enorme setup que trae Meshuggah a sus conciertos, donde literalmente podemos ver la música reflejada en las magnas proyecciones, donde cada riff, cada batacazo y cada growl tiene su símil en la iluminación. Puedes literalmente visualizar las melodías en los focos reflectantes, haciendo de la luz un instrumento más, entrando en el juego de “ver la música” o “escuchar las luces”, y aunque suene irónico, de eso se trata la sinestesia. Además, la luminaria se complementa con un juego colorimétrico que en sintonía del arcoíris naciente en “Born in dissonance”, generando un efecto curioso en los telares que acompañan la escenografía. Existe un fenómeno psicofísico llamado metamerismo que jamás habíamos tenido el placer de ver en un show. El color como proyección de luz es también sensible a esta misma, y los suecos supieron aprovecharlo de manera brillante. Dentro del espectro fotocromático hay colores mucho más sensibles, y si ponemos especial atención a los telares, gran parte de ellos están construidos entre detalles de color ocre, bastante cercano al 7404 U de Pantone, un color amarillo extremadamente sensible y reactivo a la irradiación lumínica y que, siendo un tono amarillento, es capaz de transformarse en un naranja neón si lo intervienes con luces moradas, así como también en rojo sangre o en verde pistacho dependiendo del disparo. Esto en conjunto a la instrumentación, generó un espectáculo maravilloso que nos hizo olvidar por completo que las pantallas son la mejor alternativa para efectos visuales, que se mantuvieron exquisitos durante la tríada de “Catch”, “Humiliative” y “Future breed”.

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Esta última fue definitivamente la sección más fuerte donde el sustain y el wah de Frederik Throdendal en sus icónicas Ibanez de 8 cuerdas llevaron los armónicos a tope. La dupla de cuerdas entre Mårten Hagström en las rítmicas y Dick Lövgren en el bajo le da una solidez única a la agrupación, manteniendo riffs de torque corto y acelerado. De la voz de Jens Kidman sólo podemos hablar desde la maestría en distorsión vocal, y es que debe ser lejos uno de los frontman y vocalistas más potentes de su generación, gozando con uno de los mejores growls del metal. Para hablar de Tomas Haake nos tomaremos una pausa antes del encore, mientras que los músicos salieron de escena para interpretar la última sección del show. El tricillo infernal de “Bleed” en su versión extendida es lejos el más esperado por los fanáticos de la percusión extrema, y es que Haake por sí solo es un espectáculo de certeza rítmica indescifrablemente difícil de seguir, utilizando cada una de sus extremidades para llevar un tempo independiente, y atención señores que todo esto el viejo lo hace con sus ojos completamente cerrados. La impactante ejecución de los europeos no deja de ser sorprendente en ningún momento, y deja en evidencia una vez más la sabiduría musical de Meshuggah. Del sonido, nada que decir, ni un solo desnivel, y aunque sea complaciente decir que sonó perfecto, sigue siendo insuficiente para describir la facilidad que tiene esta banda para sonar igual o mejor que en estudio cada vez que pisan un escenario, entregándonos una presentación de alta factura en todas sus aristas. Mención especial al globito rojo que en más de una ocasión se robó la película.

Cerramos con la icónica “Demiurge” para ponerle broche de oro a la jornada en un caos incontrolable desde la cancha, los saltos, los gritos, los coros, el mosh y el desorden terminaron por marcar una noche de absoluta brutalidad técnica que te eriza los pelos y te quema las pupilas mientras resuenan en distintos tempos las distintas melodías, haciéndole cosquillas en las neuronas a cualquier neurodivergencia atencional, cerrando de manera épica una de las veladas más esperadas e impactantes del año.

Definitivamente es un show que no está hecho para gente sensible. Lo entretenido es que no todo es brutalidad absoluta, y es que creo innegable que algunos riffs bordean no sólo el rock, si no que son hasta bailables, y aunque a los puristas les salgan ronchas, no es ningún misterio que la escuela de estos maestros nace en los años dorados del rock and roll, integrándolos de manera gloriosa en un género tan acaparador como lo es el death metal. Meshuggah no sólo implantó una visión musical que llevó el metal a otro nivel, si no que trabajó el show desde el punto de la integralidad teatral, sin la necesidad de parafernalia ni efectos especiales, si no que apelan a su propio paradigma mental para jugar con la psiquis de la audiencia, creando una experiencia única dentro del género. Siempre es un placer poder gozar de una cartelera tan vasta de representantes musicales, sin embargo Meshuggahin entra sin duda alguna en el top 5 de este 2024.

Setlist Chances:
Primero en caer
Condena
Panóptico
Arder atemporal
Caminantes
Sendero

Setlist Meshuggah:
Broken cog
Rational gaze
Perpetual black second
Kaleidoscope
God he sees in mirror
Born in dissonance
Catch
Humiliative
Future breed
Bleed
Demiurge

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