5 de octubre 2024.

Por Carlos Barahona.
Fotografías por Francisco Aguilar A.

La industria cultural se refiere al conjunto de procesos y actividades que producen y distribuyen bienes culturales, como películas, música, libros, arte y medios de comunicación. Este concepto, popularizado por los filósofos Theodor Adorno y Max Horkheimer en su ensayo «La industria cultural: Iluminación como engaño de masas» (1944), destaca cómo la cultura se ha convertido en una mercancía dentro del capitalismo.

Algunas de sus características serían por ejemplo, la producción en serie, la comercialización, la estandarización, el control social, entre otras. En resumen, la industria cultural desempeña un papel fundamental en la producción y difusión de la cultura contemporánea, pero también plantea desafíos en términos de diversidad autenticidad y también hasta qué punto los espacios de crítica social terminan convirtiéndose en un fenómenos de consumo de masas.

Por ejemplo, ¿cómo el mainstream musical ha cooptado discursos potentes de resistencia social, convirtiéndolos en fenómenos de ventas? ¿Eso hace que las luchas sociales pierdan valor al ser reconocidas como ejemplos de consumo masivo? ¿La música y las expresiones artísticas se han convertido en el único espacio en el que capitalismo permite críticas a sí mismo, convirtiéndola en un producto de consciencia social para masas?

Estos cuestionamientos surgen desde hace un buen tiempo en mi cabeza, sin quitarle el mérito artístico y la honestidad con que músicos como René Pérez Joglar, mundialmente conocido como Residente, realizan. Desde los tiempos en los que saltó a la fama con Calle 13, la crítica social, el llamado a la unidad latinoamericana y mundial desde y para los oprimidos, pero con una propuesta sonora alegre y candente, han sido punta de lanza en su propuesta. ¿Es su culpa que la fama lo haya alcanzado por esto? No. ¿Es posible mantener la coherencia dentro de esto? Sí.

Y creo que eso es lo valioso de Residente: la búsqueda, sobre todo honesta, de mantenerse fiel a sus principios, tal como en el inicio de su carrera. Su tour Las letras ya no importan, es un fiel reflejo de su proceso actual: mostrar con franqueza su fragilidad, sus tristezas, sus rabias y sus alegrías. Un ejercicio verdadero en el que busca proyectar con humildad en lo que se encuentra hoy en día.

Eso fue lo que pudimos vivir ayer en el Movistar Arena. Un reencuentro con un artista que provoca amores y desencuentros, pero que no te deja indiferente. A eso iba la gente ayer, a buscar todo eso y más, siempre en clave de baile y catarsis. Y para calentar los motores, Audigier fue el acto de apertura. Para quienes no lo conocen es un rapero chileno con un estilo único y con una habilidad para fusionar diferentes géneros musicales dentro del hip-hop. Dentro de lo que pudimos observar ayer, sus canciones contienen letras que abordan temas sociales, la vida cotidiana y la identidad urbana, lo que conectó rápidamente con el público joven.

La presentación de anoche fue breve, pero contundente. Una propuesta honesta, siguiendo la línea del artista principal. Con una carrera en franco ascenso, lo de anoche fue un gran paso, lo que seguramente le significará seguir acumulando seguidores gracias a su autenticidad y su capacidad para conectarse con sus oyentes a través de historias personales y reflexiones sobre la realidad contemporánea.

Luego, a eso de las 21.30, salieron los músicos a escena. Con una propuesta sencilla, los nombrados se instalaron en ambos costados del escenario, dejando en el centro dos pedestales, mientras que en el fondo dos mujeres, una mecanógrafa que iba “escribiendo” las letras de las canciones, mientras que la otra pintaba acuarelas asociadas a las canciones.

El concierto comenzó con una introducción potente, lanzando al público directamente a «René», una pieza íntima que marcó el tono emocional de la noche. Residente conectó con la audiencia desde el primer momento, evocando la nostalgia y la reflexión. Muchos en el público lloraron – me incluyo – con la propuesta honesta y sensible. Un himno a la fragilidad y la transparencia de la emoción. La energía aumentó rápidamente con «Pecador» y «Yo no sé pero sé», donde la interacción con los fanáticos fue evidente, creando una atmósfera de complicidad y euforia. Una de las sorpresas de la noche fue «Ron en el piso», donde el ritmo contagioso y las letras profundas continuaron dominando el mood inicial.

Residente no perdió la oportunidad de incluir sus clásicos, y «No hay nadie como tú» y «Cumbia de los aburridos» fueron recibidos con entusiasmo desbordante. La cumbia se convirtió en un himno colectivo, y el Movistar Arena resonó con los gritos de un público que no se contuvo en expresar su amor por la música del artista. A medida que avanzaba el setlist, Pérez incorporó temas emblemáticos como «Atrévete-te-te» y «El aguante», que transformaron el recinto en una fiesta llena de ritmos latinos. Su interpretación de «Muerte en Hawaii» fue particularmente destacada, ya que combinó la introspección de la letra con una energía vibrante.

Un momento cúlmine llegó con «This Is Not America» y «Latinoamérica», donde Residente se convirtió en un portavoz de la realidad latinoamericana. Las letras cargadas de significado y crítica social resonaron profundamente con un público que vibraba al unísono, reconociendo el poder de la música como vehículo de cambio. El artista aprovechó de hacer referencias a las consignas de las luchas locales y mundiales del momento: el genocidio en Gaza, la eterna resistencia del pueblo Mapuche y la guerra en Ucrania.

La noche continuó con «Ojos color sol», que ofreció un respiro melódico antes de llevarnos a un cierre apoteósico. Temas como «Que fluya» y «Fiesta de locos» mantuvieron la energía alta, mientras que «Vamo’ a portarnos mal» invitó a todos a dejarse llevar por el ritmo y la fiesta. Es importante destacar la versatilidad y experticia de sus músicos, destacándose por sobre todo la batería, liderada por el conocido youtuber español Estepario Siberiano, miembro de bandas como Saratoga. Residente cerró su actuación con «El futuro es nuestro» y «313», dejando a los asistentes con un mensaje de esperanza y resistencia. La actuación fue un reflejo del artista: poderoso, comprometido y lleno de vida.

En resumen, el concierto de Residente en el Movistar Arena fue un evento inolvidable para sus fans, quiénes consumen un producto con consciencia social, aunque muchos de ellos no lleven todo a la práctica en su quehacer cotidiano. La propuesta de René Pérez es honesta, y eso es destacable siempre, trascendiendo lo musical para convertirse en una experiencia cultural y social. Su capacidad para conectar con el público, combinar ritmos vibrantes con letras profundas, y su compromiso con la realidad latinoamericana hicieron de esta presentación una bella velada en el Santiago primaveral de inicios de octubre.

Setlist:
René
Pecador
Yo no sé pero sé
Ron en el piso
Baile de los pobres
No hay nadie como tú
Cumbia de los aburridos
Atrévete-te-te
El aguante
Muerte en Hawaii
La vuelta al mundo
Guerra
This Is Not America
Latinoamérica
Ojos color sol
Desencuentro
Que fluya
Fiesta de locos
Vamo’ a portarnos mal
Problema cabrón
El futuro es nuestro
313

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