7 de Noviembre 2023.
Por Rocío Belén.
Fotografías por Francisco Aguilar A.
In Flames regresó a Chile en el marco de la gira por su último disco Foregone, junto a una formación mucho más fresca y renovada. Los suecos, quienes ya cuentan con 14 placas de estudio, se presentaron este primaveral martes 7 de Noviembre en el Teatro Coliseo gracias a la producción de Transistor. En una esperadísima velada, los protagonistas trajeron a nuestro país un show que tuvo que esperar 6 años para repetirse el plato, en una camada latinoamericana sedienta de demolición y potencia europea. La variada oferta de eventos en esta temporada no está ni cerca de ser un impedimento para este lleno total, en una noche abrasadora que flameó incesablemente en la hora y media de incandescente show.
El quinteto tuvo la honesta y humilde misión de conquistar a las tiernas 2.500 almas que copaban el recinto, quienes impacientes y hambrientas de fulgor despertaban ansiosas pasadas las 21 hrs, dejando ver a un alardeante Anders Fridén en los trapos rojos de la selección local, junto a un 23 estampado y la consigna de In Flames. El show partió suavecito entre las cuerdas y violines de la intro con “The beginning of all things that will end”, para migrar a unos módicos 170 BPM con uno de los singles robustos del Foregone, con «The Great Deceiver» al compás de los ángeles caídos.
Se enciende Coliseo con «Pinball map» y el coro de estadio calienta el ambiente, dejando brillar los platillos de Tanner Wayne entre los juguetones ride-crashings en «Everything’s gone“, cerrando la sección con la serpenteante «Ordinary story” en un fugaz repaso por los últimos 25 de sus 33 años de historia. El groovie en el bajo del sesionista Liam Wilson con su StingRay color plata y las vibraciones eléctricas de la dupla Gelotte-Broderick protagonizan la sección de “Darker Space”, cerrando con arañitas lickeadas en la Epiphone blanca de Björn, la misma que llora junto a la clásica e histórica “Behind Space”.
Entre luces moradas el agradecimiento es cálido y reiterado, retomando fuerte con el doblete “Cloud connected” y “Only for the weak” en un juego de flangers y bailoteos que acompañan la acalorada jornada junto a los flameantes melódicos del death sueco. Le siguió el que probablemente el «olé, olé olé» más premeditado de la historia, musicalizado a tempo por la banda mientras la audiencia aclama, más poco duraría para dar pauta a la primera patita del homónimo “Foregone”, encendiendo en su máximo esplendor los destellos lumínicos estrellados que despeñan la sección, mezclando un groove de tintes stoner con un metalcore de calibres plausibles que entre secuencias acústicas fulguran el recinto capitalino, reacondicionado sonoramente de manera reciente.
Si de presencia escénica hablamos, las coreografías no faltaron, coordinando los cabeceos con el danzar de los mástiles, al compás de la tripleta “State of slow decay”, “Alias” y “The mirror’s truth” en una carismática y permanente alegría que mantiene candencia en el ambiente. Tampoco faltaron las risas, sobre todo después de que un fan desde la primera fila le entregara una papa a Fridén. Sí, un tubérculo. Sorprendido le pide al fan que la firme, sólo para tomar con humor la situación y destapar unas cuantas carcajadas mientras se acomoda en uno de los retornos para agradecer al público, quienes expectantes vitorean entre sudor y lágrimas la ardiente presentación de sus músicos y acompañantes, unánime y fielmente aplaudidos. Para lo que sería ya el cierre, presentan “I am Above” del I, the Mask de 2019, declarando propio un escenario pre-amplificado en tonos dulces y brillantes, en manos de la última adquisición Chris Broderick -ex Megadeth-, quien luce orgulloso su Signature Soloist 7 de Jackson, y con motivos pues ¡cómo sonaban esos bends, por el amor de Lucifer!. Impecable y sin desgarros la ejecución completa de los intérpretes, pero hay que decirlo: Broderick se robó el show en más de una ocasión.
Tras comenzar a despedirse, Anders expresa su gratitud total hacia el público, comentando lo difícil que era encontrar las palabras para describir la sensación que abrasaba su alma, llevándolo a aguantar las lágrimas. Nada más bastó para desatar una explosiva ovación que sobrepasó con creces el minuto de extensión. “Take this life” cierra la sesión con escándalo y emoción, dejando al desnudo una última y seductora muestra de brutalidad melódica en su máximo esplendor, para finalmente despedirse entre gritos, aplausos y una apasionada salida, llena de conexión y humildad.
Los suecos, ganadores de 4 galardones Grammi en sus tierras, saben perfectamente donde están parados y lo influyentes que han llegado a ser dentro del sub-género del Death Metal Melódico, en sus más de tres décadas de historia, más ni los premios ni la experiencia logran superar el calor de una fanaticada chilena, que con vehemencia desmembró el teatro de principio a fin, obligándolos a permanecer sonrientes y extasiados a lo largo de toda la presentación. Una experiencia conmutativa que retroalimentó la esperada catarsis entre In Flames y su público, fiel, leal, entusiasta, enérgico y sobre todo agradecido por tantas luchas entre fuegos. La banda sonora de la vida de muchos estuvo presente esta noche de martes en Coliseo e In Flames se llevó el premio a la mejor fanaticada del planeta, la misma que ansiosa ya espera el retorno de los europeos en esta alargada explanada que llamamos Chile.
Setlist:
The great deceiver
Pinball map
Everything’s gone
Ordinary story
Darker times
Behind space
Graveland
The hive
Cloud Connected
Only for the weka
Quiet place
Foregone pt. 1
State of slow decay
Alias
Mirrors truth
I am above
Take this life
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