Por Francisca Neira.
Mediados de 1993. Invierno en el hemisferio sur, pleno verano en el norte del planeta. Las radios y rankings de gran parte del mundo dividían sus espacios entre un muy de moda rhythm & blues y el incipiente grunge que muy poco tiempo después cambiaría para siempre la historia del rock. Entre medio, el cinco de julio para ser exactos, se editó el disco Debut de la cantante islandesa Björk conocida, hasta ese entonces, por ser la voz principal de Sugarcubes, banda alternativa (y extrañísima a veces) de la que formó parte entre 1986 y 1992.
Pese al nombre del álbum, Debut no fue el primer trabajo solista de la cantante, ya que con tan solo once años había publicado por medio de una pequeña disquera de su país una placa homónima que dio cuenta de sus estudios musicales comenzados varios años antes y que le permitió moverse de banda en banda y de estilo en estilo antes de Sugarcubes, sellando con su característica voz un estilo del que muchos supieron sacar el mejor de los provechos y que le dio tiempo para pulir sus dotes como compositora y letrista.
A partir de ello y de sus múltiples influencias, Debut resulta una amalgama de canciones compuestas en su mayoría por la propia cantante en diversos periodos de su vida, desde la adolescencia en adelante lo que, tal vez, explicaría en cierta medida la inocencia que exuda este primer trabajo profesional y solista de la islandesa que, aunque no deja de lado cuestionamientos importantes acerca de las sociedades occidentales (y los humanos en general) sostiene predominantemente un aire optimista que celebra la vida, el poder estar en ella y recrearla constantemente.
Los, inicialmente, once tracks del disco tienen en común un componente electrónico que, de la mano del reconocido productor Nelle Hooper, abrieron una puerta para el pop electrónico y el eurodance fuera de las fronteras del viejo continente, aunque otros elementos presentes en este trabajo tales como la imaginería alusiva a la naturaleza, las percusiones, la clara influencia del jazz y, obviamente, la particular voz de Björk hicieron lo propio por el rock alternativo en un escenario bastante polarizado entre los estilos citados al comienzo de este artículo.
Así, “Human Behavior” fue la canción elegida para abrir el disco y para ser el primer single de este Debut, aunque no estreno. El tema fue acompañado de un video dirigido por Michel Gondry en el que se distinguían tintes infantiles pero con una estética oscura que enmarcó perturbadoras imágenes de insectos gigantes o humanos contenidos en una especie de sacos larvarios que se movían al son de una percusión protagonista que, por lo demás, marcaría el sonido de la gran mayoría de las canciones que seguirían en el tracklist del disco.
“Venus as a Boy”, que es la tercera canción y que sigue la misma línea de la primera, fue el segundo single del disco y, probablemente, una de las canciones más lindas de la época en la que predomina una voz dulce sobre una melodía totalmente armoniosa y novedosa en cuanto al uso de los instrumentos análogos y la mezcla con una electrónica lejana a las pistas de baile, dando paso a una más enfocada en generar un ambiente particular, único, que envuelve en una suerte de cuento mágico en el camino entre Alicia en el País de las Maravillas y Beetlejuice.
“One Day” y “Aeroplane”, que ocupan el séptimo y octavo lugar del listado de temas del LP, tienen una personalidad propia y ligeramente vinculado al exotismo tan de gusto europeo: la primera pareciera contar una historia con los instrumentos, trascendiendo por lejos lo que la lírica pudiera indicar y, aunque no fue considerada como single, su característico aire hipnótico y el coro que bien podría confundirse con un mantra la podrían haber catapultado, sin dudas, muy lejos en los charts de aquel año; mientras que la segunda, que a ratos parece una continuación de la anterior, recuerda una mezcla tribal, india y blusera enriquecida con una disonancia instrumental (al comienzo) que suena bien y que, increíblemente, encaja a la perfección con el resto del tema, volviéndola un tanto extraña, pero no lo suficiente como para causar algún tipo de rechazo.
En cuanto a la presencia de una electrónica más pura, encontramos en el segundo lugar de Debut, “Crying” que nos entrega un sonido más familiar que los temas mencionados antes, muy europeo y hecho para bailar, pese a lo que podemos distinguir pasajes bastante oscuros y cambios de ritmo y tempo que dan luces de una propuesta un tanto arriesgada, tal como ocurre en “There’s More to Life than This”, una canción hecha para perderse en el caos de una noche desenfrenada y que, sin recurrir a la agresividad que otras canciones de la época tomaron como bandera para provocar esta misma sensación (Smack my Bitch Up de The Prodigy fue editada un par de años después, por ejemplo), nos tomó de la mano para, real o fingidamente inocente, encerrarnos en el baño de algún antro y salir para seguir bailando con la influencia setentera de un coro que suena casi en loop.
Siguiendo el mismo estilo, Björk nos entrega dos singles más de este disco: “Big Time Sensuality” que comienza llevándonos a un viaje interestelar a través de un sonido cósmico logrado con el notable uso de un sintetizador y “Violently Happy” que se enmarca en una tradición (o en lo que se convertiría en una tradición) un tanto más techno, que llama a la pista y, aunque no alcanza la elocuencia propia de “There’s More…” o “Big Time…” sigue siendo bailable, actual y reconocible en su estilo.
“Come to me”, el noveno tema del LP, es una canción más lenta y profundamente noventera, hermanable a algunos trabajos de Portishead o Massive Attack, en la que el teclado y las cuerdas expelen una onda sensual, cadenciosa, oscura y también urbana, citadina, callejera probablemente potenciada por el sintetizador que comanda toda la melodía que predomina en los casi cinco minutos que dura el track.
En cuanto a las canciones en las que, de alguna forma, predomina la innovación de la cantante, nos encontramos casi en la mitad de Debut con “Like Someone in Love”, original de Jimmy Van Heusen y popularizada por Bing Crosby, siendo interpretada esta vez por la islandesa acompañada principalmente de un arpa y un sonido de fondo que pareciera ser el del mar bañando una playa. Una canción lenta, como de musical de los cincuenta y que sentaría las bases para algunas canciones que, mucho después, la artista coronaría en el mismo estilo, como “It’s Oh So Quiet”.
Por su parte, “The Anchor Song” resulta novedosa en tanto se presenta una especie de contrapunto entre la voz de Björk y una serie de saxofones, rompiendo el esquema que primó en gran parte del disco, pero evidenciando tanto la influencia blues y jazzera de la cantante, tanto como la experimentación musical que caracterizaría su carrera de ahí en adelante. En las primeras ediciones de Debut esta fue la canción que cerró el disco, sin embargo, el mismo 1993 se estrenó la película “Young Americans”, dirigida por Danny Cannon, que incluyó el tema “Play Dead” de la artista nórdica, por lo que se incluyó más tarde como bonus track y, la verdad es que suena ajena al espíritu del resto del disco: pareciera ser más producida y grandilocuente, un tanto épica en comparación con los once tracks que la preceden, pero sin lograr por eso el impacto que algunos de ellos logran en el auditor.
Así, ya sea con “The Anchor Song” o con “Play Dead”, cierra el segundo disco de Björk como solista, que este mes cumple 25 años de haber visto la luz e impactado al mundo con una propuesta que no fue entendida por todos en su momento, pero que, sin ninguna duda, sentó las bases para la carrera de una de las artistas más importantes de la música alternativa y cambió radicalmente la forma de percibir la experimentación musical por parte de un público popular, no necesariamente experto en crítica ni en teoría ni en historia musical. Por eso y por estas hermosas doce canciones, vale la pena escuchar nuevamente, de corrido y por completo este Debut.
Ñiauuuuuuuuuu….i love..!!!